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- Dale, Mauro, tengo que estudiar.
- No parecía importarte antes.
- Porque estar en casa no es lo mismo que estar en la calle.
Él rió bajando las escaleras de mi casa y yo suspiré viéndole bajar mientras me colocaba la remera tras salir de la cama porque él me obligó.
Estaba tranquila durmiendo cuando me despertó para decirme que tenía que ir a un sitio con él y que no podía esperar. Así que me arruinó todos los planes que ya tenía hechos para crear otros con él.
- Angie.
- Ya va, ya va.
Volví a suspirar dándome un último vistazo al espejo del baño antes de salir para bajar por donde él había ido antes, viéndole en la entrada. Estaba apoyado en la pared con la mirada en el suelo, fumando, esperándome.
- Lista.
- Tardás hasta para salir un rato.
- ¿Pero es importante?
- Bueno, según por donde se mire.
Sonrió abriendo la puerta. Fruncí el ceño, pero era tarde para seguir pidiendo explicaciones porque ya me había tomado de la mano para salir de la casa.
- Mauro, ¿A dónde vamos?
- No te voy a secuestrar.
- Ya, pero tampoco decís nada.
No dijo nada, sólo le dio una calada más a su cigarro, caminando con las manos aún unidas.
Hasta que, por fin, vi algo de luz en su plan. Me había llevado hasta la cancha de baloncesto donde solía jugar con mis amigos, o al menos intentarlo.
- ¿Qué hacemos acá?
- Ayer vi una remera de los Lakers en tu habitación, igual es que te gustaba jugar.
- Y me has traído para eso.
- Dale, yo también juego, sólo un partido para saber quién es el mejor.
- Mauro, yo no sé jugar.
- ¿No?
- No, mis amigos llevan días intentando hacerme buena para poder jugar d runa vez un partido con todos ellos, pero lo único que consiguen es humillarme.
- Listo, yo te enseño.
- Mauro.
- Dale, cuando éramos pequeños siempre me ganabas vos al fútbol, déjame ahora ganar a mí.
Suspiré, él sonrió y a continuación tiró el cigarro para pisarlo a la vez que caminaba hacia una pelota que habían dejado por ahí. Aún no sabía cómo nadie no se la había llevado.
- Dale, vamos a ver si sos tan mala o es sólo teatro.
Negué con la cabeza, viéndole botar la pelota con el mismo estilo que mis amigos, lo que me decía ya que iba a pasar en el futuro. Aún así, deje el teléfono junto a sus cosas en un lado de la cancha y me coloqué delante de él en el medio, esperando a que lanzará la pelota hacia arriba para después ver quién la conseguía.
La agarró y la mantuvo entre sus dos manos, dedicándome una de sus sonrisas burlonas antes de lanzarla. Obviamente, era más alto y además, más fuerte y pesado como para intentar agarrarla. Así que, dejé que la agarrarse para colocarme y quitársela tras dos botes.
Parecía que iba a ser una jugada que sólo me ocurrían a veces y en las que podía meter alguna, pero al segundo él me la quitó por atrás. Intenté llegar a mí canasta antes que él, pero fue un camino fácil para que la lanzase y entrase como si nada.
- Te lo dije.
- Que un golpe no sea una caída.
Dijo sonriendo, botando la pelota hasta volver al medio. De nuevo, la lanzó hacia arriba e intenté lo mismo, pero no conseguí robarsela y la jugada acabó igual que la anterior, con un punto más para él.
- Dale, no jugaba con ganas, tenés que ganarme no dar pena.
- No lo entendés, doy pena jugando.
Rió levemente, negando con la cabeza a la vez que volvía hacia mí. Suspiré y me coloqué, intentando esta vez conseguir la pelota con un salto.
Como lo supuse, su cuerpo me hizo perder todo el equilibrio y acabé por caerme al suelo y desde ahí vi el triple que metió antes de preocuparse por mi.
- ¿Querés que te deje un punto?
Fruncí el ceño y me ayudó a levantarme antes de ir hacia la pelota para volver a empezar. Esta vez, no le dejaría pasar tan fácil.
Cuando iba a saltar para agarrar la pelota el primero, decidí saltar también, pero hacia él. Lo aparté y la pelota acabó en mis manos, la boté una vez y comencé a correr hacia su canasta oyéndolo detrás de mí.
Entonces, me coloqué escondiendo el balón, sintiendo como al segundo su cuerpo se pegaba al mío por detrás con sus dos brazos alrededor, intentando quitármela.
La boté con la derecha y después con la izquierda antes de intentar escapar. Ahí él volvió a meter su cuerpo para desestabilizarme y me hizo perder el balón, que botaba perdido por la cancha. Le dediqué una mirada rápida antes de comenzar los dos a correr hacia ella, acabando por chocar, pero se llevó la pelota.
Sonrió victorioso, caminando con ella botando en sus manos, yendo hacia mí canasta. Fui detrás de él, intenté tapar su tiro saltando desde atrás pero igual acabó lanzándola. Por suerte, esta vez no entró y al rebotar, me quedaba más cerca a mí.
La tomé de vuelta, sonriendo algo cansada porque realmente creo que nunca había durado tanto sin que me marcasen. Él no tardó en venir hacia mí, pero le esquivé rápida, corriendo hacia su canasta.
Oyéndolo trotar detrás de mí, tiré esperando que entrase y tras una lucha con el aro, cruzó por la red, haciéndome sonreír al instante.
- ¡Al fin!
- Te costó eh.
- Callate que remonto.
Rió con sus manos en los costados y comenzamos otra jugada. Intenté lo mismo que la anterior, pero esta vez se mantuvo y no me quedó otra que luchar por la pelota desde sus manos.
Por suerte, al intentar esquivar mi mano izquierda con mi cuerpo pegada al suyo de espaldas, se la quité con la derecha, corriendo en un segundo hacia su canasta.
Esta vez iba más rápido, lo que me hizo estar más nerviosa. Finalmente, la pelota rebotó en mi pie y de ahí salió rodando fuera.
Él sonrió sabiendo que le tocaba sacar y desde allá intentó que entrase, pero estaba muy lejos. Así que me tocó ir a mí a por ella con él de nuevo detrás.
Justo cuando estaba por llegar, frené para hacerle parar pensando que sería un plan perfecto para entretenerlo. Pero, lo único que conseguí fue que su cuerpo chocase contra él mío con fuerza, haciéndome caer y él, al intentar agarrarme por la cintura para que no cayese, fue detrás de mí al suelo.
Me quejé levemente, dándome la vuelta a la vez que veía el balón alejarse más y más de nosotros.
Cuando mi mirada se topó con su sudorosa, cansada y dolorida cara sonreí, haciendo que sus ojos fuesen hacia mí al notarme. Sonrió también, con su brazo debajo de mi cuello y su otra mano en el pecho.
Con la respiración agitada, esa escena parecía de todo menos de jugar a baloncesto. Decidí ocultar mi risa besándole, girandome hasta que nuestros cuerpos acabasen completamente pegados.
Él flexionó su brazo debajo de mi cuello hasta abrazarme con él a la vez que su mano en el pecho iba a mí, acabando los dos de costados besándonos en el piso frío de la cancha con la pelota botando a lo lejos.
Pero, no fue ella la que nos hizo separarnos para buscarla, fue mi teléfono, que sonó desde la lejanía pero lo suficiente para interrumpirnos.
Me levanté rápido bajo su mirada, yendo hacia donde estaba su riñonera para agarrar de ahí mi celular, aceptando la llamada sin ver quién era como ya me había acostumbrado ha hacer por desgracia.
- Angie.
- Cande.- sonreí diciendo su nombre para, al girarme a ver a Mauro, ver qué levantaba su mirada del suelo y la dirigía hacia mí.- ¿Cómo andás? ¿Todo bien?
- Que buen humor.
- Ya bueno, he dormido mucho.- él rió, sabiendo que era totalmente mentira.
- Hace tiempo que no nos vemos eh.
- ¿Sí? ¿Tanto?
- Ni te dije cuanto, pelotuda.
- Que sé yo, estoy de buen humor pero tampoco soy muy lista.
- Bueno, te llamaba para avisarte que voy a tu casa.
- Cande, la próxima vez avisa antes, igual no estoy allá.
- ¿Estás ahora?
- No, pero voy ya.
- Listo entonces, chao.
- Chao.
Y termina llamada, suspirando a la vez que volvía a dejar el teléfono. Al girarme de nuevo, él se acercaba hacia donde estaba.
- ¿Qué quería?
- Nada, que va a casa.
- ¿La tuya?
- Obvio.
- Bueno, entonces habrá que ir.




Piensa En Mí (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora