58.

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Estaba estudiando tumbada en la cama cuando el teléfono, desde la mesilla, sonó por un mensaje. Dejé el libro y me acerqué a ver quién había sido, lista para dejar en visto a Carlos si había sido él.
Cande❤️
¿Nos vemos hoy?
Sonreí y decidí llamarla para hablar mejor, además de que así descansaba un poco de estudiar.
- Cande.
- Angie, por fin, parece que han pasado semanas.
- Días por suerte, ¿Cómo va todo?
- Bien, bien, todo piola, ¿Vos?
- Bien, estudiando como siempre.
- Bueno, ¿Te apetece venir a casa hoy?
- ¿Tu casa?
- La de mi vieja.
- ¿Sandra?
- Sí, me preguntó por vos y pensé que podías ir a cenar hoy con nosotros.
- Bueno, dale, sí.
- ¿Sí? Piola, nos vemos esta noche entonces.
- Sí, dale, vos mándame la hora y voy.
- Dale, chao.
- Chao.
Terminé la llamada y al segundo me pregunté que había hecho. Pero, no tardé en responderme que no iba porque quizás le veía a él, sino porque la familia de Candela realmente se sentía como la mía.
Ya que estaba, dejé de estudiar al haber estado desde que llegué de la facultad con el libro abierto. Hoy, tampoco había ido Carlos, así que no tenía que enfrentarle aún.
Bajé al sofá para tumbarme con el teléfono en mis manos, encendiendo el televisor para quedar el sonido de fondo mientras veía mis redes una vez recibido el mensaje de Candela con la hora para ir. De repente, me volvieron a llamar.
- ¿Sí?
- Angie, por fin, llevás días sin ir a casa de nuestros viejos.
- Bueno, está bien, ya voy, pelotudo.
- Dale, deja de estudiar y vení.
- Sí, sí, chao.
Terminé la llamada sonriendo al pensar que creía que realmente estaba estudiando. Si supiera.
Me levanté y me cambié para no tener que ir toda despeinada y con la ropa arrugada de estar tumbada.
Bajé de nuevo llamando a un Uber que en minutos vino a llevarme a la casa de mis viejos. Le pagué y llamé a la puerta.
- Angélica.
- Hola, ma.- sonreí mientras nos abrazamos.- ¿Está acá el pelotudo de tu hijo?
- ¿Miguel? Sí, obvio, vení.
- Mirá, Miguel, te ha reconocido como pelotudo.- dije cuando entramos en el salón, viéndole sentado al lado de mi padre.
- Por favor, acabas de llegar y ya querés bardo, ¿Estás aburrida? Comprate un perro, nena.
- No es mala idea. Hola, pa.
- Hola, hija.
Me sonrió y me acerqué a besarle la mejilla antes de sentarme en el sillón mirando el programa que había en el televisor y que ellos dos estaban viendo cuando llegué.
Mi vieja apareció luego, sentándose también mientras le preguntaba a Miguel por Luna, que cada día tenía la barriga más grande.
- Se llama estar embarazada, gil.
- Callate, pelotuda.
- Angélica, Miguel.
Nuestro padre nos miró y yo puse los ojos en blanco dejando caer mi espalda en el respaldo. Saqué el teléfono y miré la hora, me quedaba media hora para irme.
- Ché, yo me tengo que ir pronto.
- ¿A dónde?
- A casa de Sandra de Candela.
- Ah, ¿Vas a ver a Sandra y Guille?- preguntó mi padre, sonriendo.- Hace tiempo que no les vemos.
- Podríamos comer un día todos juntos.- dijo mi madre mirándome.
- Sí, obvio, luego todos nos vamos de viaje juntos, ¿No?
- Ché, no seas tan ortiva.
- Callate vos, igual no sé si van a estar todos.
- Bueno, por ahora sólo saludales a todos, a Mauro también.
- ¿Qué tal el pibe?
- ¿Volvió?- preguntó confundido Miguel y mi madre sonrió, asintiendo con la cabeza.
- Lo trajo un día a cenar.
- Si vos decís...
- ¿Y Carlos?- preguntó más confuso.
- En su casa, ¿Qué me contás a mí?
- Bueno, tranquila, era sólo una pregunta, que pelotuda que sos.
- Salame.
- Angélica, por Dios.
Mi padre chasqueó la lengua y suspiré, volviendo a mirar la hora. Me quedé un rato más hablando con ellos hasta despedirme e irme andando a la casa de los viejos de Candela, ya que andaba falta de plata.
- ¡¿Angie?!- oí a alguien gritarme detrás mientras caminaba. Me giré y me encontré con Pedro sonriendo.
- Pedro.
- Cuanto tiempo, ¿Cómo va todo?
- Bien, bien, ¿Qué hacés acá?
- Vine a visitar a un amigo.
- Ah...
- Ché, ¿Qué onda vos y Carlos? Ya no te veo por casa y el pelotudo andá por ahí con una minita...- se calló y yo paré de caminar.
- ¿Me estás cargando?
- Eh...- rascó su nuca nervioso.
- Angie.
Miré hacia el otro lado y vi a Carlos parado mirándome con sus manos en el bolsillo. ¿Me acababa de decir que me estaba engañando?
- ¿Qué hacés acá?
- ¿Y vos?- pregunté yo.
- Carlos.
- Acompañaba a Pedro.- respondió, ignorando que su amigo en realidad le quería advertir.
- ¿Seguro que a él?
- ¿A quién sino? Vos ya no me das bola.
- Bueno, ya te ocupas vos de no andar solo, ¿No?
- ¿De qué hablas?
- ¿Me estás engañando con otra?- pregunté directa y él miró a Pedro, que desvió su mirada a cualquier lado de la calle.- Dale, contame, así puedo quitarte ya de contactos y dejar de ver tus mensajes.
- Angie, déjame que te expliqye.
- Andate bien a la re concha de tu madre, Carlos.
Le miré molesta, aunque en realidad ya me esperaba que lo estuviera haciendo. Intentó pararme cuando pasé por su lado, pero me escapé de su agarre y seguí caminando esperando que no me siguiese. Y no lo hizo.
Estaba dolida aunque me esperaba que me estuviera engañando. Aún así tenía la esperanza de que no era como los demás.
Si lo pensaba mucho, yo también le había engañado a él y era tan culpable como él. Lo único que nos diferenciaba era que yo siempre intentaba quererle tanto como para no engañarle y él, desde que era su novia, sólo se ocupó de que estuviese a su lado pero no le importó nada más. Pensaba que ya me tenía desde el principio y no era así.
Llegué por fin a la puerta y llamé, mirando por donde había venido por su en algún momento volvía a aparecer a pedirme perdón. No me lo creía aún, realmente tenía esperanzas en él, en nuestra relación.
Después de lo que dijo Santino, pensé que era mejor estar con él. Pero mi orgullo sólo hizo que él se fuese con otra mientras que yo no hacía más que pensar cuántos días hacia que no nos veíamos ni hablábamos.

Piensa En Mí (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora