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Abrí lentamente mis ojos para ver a un Mauro tambaleándose, yéndose de la habitación. Resoplé dándome la vuelta, volviendo a sentir como giraba la habitación.
Acabé boca abajo, con la cabeza de lado mirando la mesa de luz donde estaba mi celular. Lo agarré casi sin fuerzas y miré la hora, entendiendo porque se había levantado cuando solo hacia una hora que nos habíamos tumbado y dormido. Se tenía que ir.
Resoplé más cansada aún y dejé el teléfono para cerrar mis ojos intentando volver a dormirme con mi brazo colgando fuera de la cama. Por suerte, no se atrevió a quitar las cortinas y dar luz a la habitación, sino ahora mismo estaría sufriendo la peor de mis resacas.
Sentí una mano en mi hombro justo cuando estaba por dormirme, pero sabía que no podía ser otra persona, así que igual abrí mis ojos levemente para ver su silueta agachada a mi altura, sonriéndome dulcemente.
- Me tengo que ir.- dijo con una voz ronca de todas las horas de joda anteriores.
- Está bien...- le sonreí también, iluminados los dos por su celular.- No me engañes por ahí.
- Ni vos a mí.- solté una pequeña carcajada y él sonrió más.- Te quiero.
- Yo también te quiero.
Sonreí de nuevo mientras que él rozaba levemente las yemas de sus dedos en algunos mechones de mi pelo. Se acercó y me dio un corto beso en los labios y otro en la mejilla antes de levantarse y marcharse, dejándome sola, dormida.
Desperté más tarde, ya con toda la casa en silencio, no en la mía sino en la suya. Resoplé sintiendo un leve dolor de cabeza que ya sabía que iba a ir aumentando en unos minutos. Me senté en la cama y me quedé mirando a un punto fijo hasta decidirme salir de esta.
Salí de la habitación con los ojos achinados por la luz, arrastrando mis pies y con el teléfono en la mano casi llevándolo sin fuerzas. Fui a su cocina y busqué algo que beber, teniendo sólo agua.
Decidí tomarme entonces la pastilla para el dolor de cabeza y luego me fui a tumbar en el sofá esperando a que me entrase hambre para obligarme a salir de su casa y olvidarme de ella por dos días. Por suerte no eran muchos, pero igual, eran.
De repente, mi teléfono escondido entre los cojines comenzó a sonar a la vez que mis tripas. Resoplé una vez más, apartando mi despeinado pelo de mi cara y comenzando a buscarlo hasta que acepté la llamada de Juan.
- Buen día.- saludó, extendiendo la a del final.
- Pará, gil.
- Uh, alguien salió de joda ayer.
- Toda la noche y si digo toda, es toda.
- Amiga, felicidades, tu primera vez.
- Pelotudo.
- Ese Mauro...que mala influencia.
- Dale, ¿Para qué llamas?
- Que ortiva.
- Juan.
- No, nada, iba a tu casa con el desayuno pero supongo que no estás allá, ¿No?
- Voy ahora, no tengo nada en casa aún.
- Bueno, entonces después de desayunar salimos a comprar y luego hacemos tarde en casa. Mañana tendrás tiempo de estudiar.
- Uh no...estudiar.
- Dale, Angie, voy ya eh.- dijo riendo.- Chao.
- Chao.
Terminé la llamada y me levanté, yendo a su habitación una vez más para buscar mis tacones. Me los puse sin ganas y salí con ellos, yendo hasta la parada del colectivo para ir a mí casa con la plata que me sobró ayer.
Llegué, bajé despacio, sintiendo ya lo que era una verdadera resaca. Caminé igual, fijándome en el suelo para no caerme. Cuando levanté la mirada me encontré con Juan en la puerta, esperando con lo que parecían dos cafés y una caja de Donuts.
- Sos mi salvación.
- Ya, se te ve en esa cara de orto.
Chasqueé la lengua y él sonrió viendo cómo abría la puerta, entrando primero para quitarme los tacones, dejándolos en la entrada para ir directa a mi sofá.
Juan fue detrás de mí, dejando la comida en la mesa para poder quitar mis piernas y sentarse a mi lado, dejándolas luego encima de la suyas. Sacó los dos cafés y me dio uno de ellos, dándole un leve sorbo. Después, abrió la caja de Donuts y me dio el de chocolate a mí, quedándose él con otro. Por suerte había más que dos, porque estaba realmente hambrienta
Comenzó a hablarme de su laburo ayer, de todas las anécdotas que siempre tenía sobre escabiados, peleas y parejas que rompían o casi cogían en la calle. Siempre eran parecidas, pero igual me divertían y más cuando las contaba él.
Yo le conté que Mauro se había ido y entonces, aprovechó para decirme que mañana iban a ir todos a un boliche, por si yo quería. Mala idea cuando estaba en una resaca y además, recordándome que hoy no iba a la facultad por eso mismo.
- Vos no podés salir así, Angie, vos ya sabés que...
- Ya, ya, acabo mal, lo sé, lo estoy sufriendo.
- Además como ahora con él podés fumar...peor.
- Pero sólo tabaco.
- Igual te afecta, sos re sensible.
- Gracias.
Sonreí con ironía y rió levemente. Seguí tomándome el café, ya con el segundo Donuts. Cuando terminé de desayunar, me fui a duchar para quitarme todo el olor a fiesta que llevaba encima.
Salí del baño y ya abajo me esperaba Juan tal como hacía ayer Mauro, pero sin cigarro. Salimos y me acompañó al supermercado más cercano para hacer por fin la compra que hacia días que atrasaba. Entonces, Miguel me llamó.
- ¿Qué?
- Soy el hermano mayor, con resp...
- Al punto, Miguel.- le interrumpí viendo a Juan agarrar los cereales porque yo nunca llegaba.
- Nada, que mañana hay comida familiar.
- ¿Mañana?
- Sí, nena, mañana, hacete un hueco en la agenda.
- Bueno, chao.
- Que ortiva.- me dijo Juan sonriendo al ver que acababa de colgar a mi hermano, sin más.
- No tengo ganas de nada, me da paja aguantar su voz.
Rió y negó con la cabeza, caminando por los pasillos para encontrar algo más. Cuando terminamos, me acompañó a cada y como dijo, ese día estuvimos sólo él y yo allá, haciéndome recordar a mis tarde con sólo Mauro y yo.

Piensa En Mí (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora