- ¡Angie!
- Ché, pará, no estoy sorda, no me grites.
- Bueno, dale, llevo hablándote o más bien llamándote y vos nada.
- Estaba distraída, ¿Qué querés?
- ¿Venís a casa?
- ¿A tu casa?
- Mis hermanos no están y a cambio vienen los demás.
- ¿Los demás? ¿Nicolás, Diana y...?
- ¿Vos lees el grupo?- preguntó, interrumpiéndome.
- No, la verdad es que no.
- Vienen a casa, sí, una pequeña joda, una reunión.
- ¿Hoy?
- Sí, no estoy tan cansado, ¿Vale? Mañana es viernes, ahí sí que voy a estar hecho pija, pero por ahora estoy piola para un par de películas y unas pizzas, vos ya me entendés.
- Sí, sí, te entiendo.
- ¿Y qué? ¿Venís?
- Eh...bueno, sí, igual más tarde.- dije dejando de mirar el techo para ver a Mauro a mí lado, apoyado en mi hombro, sonriendo como si nada.
- ¿Algo más qué hacer?
- Eh sí, obvio, estudiar.
- Dale, Angie, o salís o voy a buscarte.
- Tranquilo ché, ni que no te viera desde hace meses.- y miré a Mauro comenzar a darme besos en el hombro que subían después al cuello hasta que acabó por ir bajando poco a poco.- Eh...tengo que colgar.
- ¡Angie!
- Chao, chao.
Terminé la llamada y dejé el teléfono rápido para agarrar su cara entre mis manos, volviendo a traerlo arriba para poder besarle en los labios.
- Al fin.
- Saliste caprichoso eh.
- No soy caprichoso con nada, sólo con vos.- bajó de nuevo sus ojos a mis labios y volvió a besarme a la vez que me acercaba más a él.- La próxima lo dejás en silencio.
- Pensaba que estaba en silencio, ¿Qué te crees? ¿Qué yo quería que nos interrumpieran?
Sonrió y de nuevo fue él quien volvió a besarme para quedarnos así un tiempo.
Juan siempre sabía ser inoportuno, pero nunca esperaba que llamase con Mauro en la cama, así que se me hacía difícil saber de qué me hablaba cuando le tenía a él tan cerca haciendo de las suyas, ignorando que yo estaba en una llamada con mi mejor amigo.
Igual, ni una simple llamada nos separaba, sólo cuando nos aburriamos ya de nosotros y eso ocurría después de varios minutos sin separarnos. Como ahora.
Me quedé tumbada boca arriba, viéndole agarrar su remera para ponérsela después, continuando con sus boxer y pantalones. Cuando terminó de levantarse de la cama, buscando su teléfono, fue cuando yo también comencé a buscar mi ropa en el suelo para vestirme como él e ir al salón juntos o a dónde quisiese ir.
- Tomá.
Mauro, con una sonrisa divertida en su cara, me lanzó lo último que me faltaba, los pantalones. Le miré levantando una ceja y sonriéndole mientras que él se iba riendo levemente.
Terminé de vestirme, agarré de nuevo mi celular y lo guardé en el bolsillo trasero del pantalón, saliendo de su habitación. Fui al salón y me tiré a su lado en el sofá.
Se acomodó de tal forma que pudo pasar su brazo alrededor de mis hombros, apoyado en el respaldo justo en la esquina del sofá. Saqué mi celular sintiendo que me daba un pequeño beso en la cabeza y entonces decidí levantarme sólo para agarrar la bolsa de tabaco que había en la mesa junto a una boquilla y un papel de liar, comenzando a hacerme uno.
Cuando terminé, lo prendí y volví a tumbarme de la misma forma a su lado, mirando el celular mientras fumaba, dejándole unas caladas a él.
Si estábamos en casa, siempre acabamos en la cama o en el sofá viendo nuestros teléfonos sin decir nada o alguna película sin darle mucha atención. Si estábamos en la calle sacaba mi parte más divertida y fiestera y acababa siempre yendo a algún boliche con él, siendo yo la borracha y Mauro el fumado.
Ahora que me paraba a pensar, sí que llevaba días sin ver a mis amigos estos dos días desde que hablé con mi padre, estando con Santino por la tarde, en la facultad por la mañana y con Mauro por la noche.
También hablé con mi madre sobre Mauro, pero ella le aceptó más rápido. Sabía que no podía resistirse a él, siempre le había caído bien, supongo que es algo que teníamos las mujeres de esta familia.
- Recordame que nunca te presente a alguna de mis primas.- dije, pensando en eso.
- ¿Qué?- preguntó confundido entre una pequeña carcajada.
- Nada, nada, cosas mías.
Rió levemente y me acercó más a él por unos segundos en los que apretó levemente su agarre con su brazo. Poco después, cuando el cigarro ya estaba por terminar, Santino me comenzó a llamar.
- ¿Qué onda?- pregunté, dejándole el cigarro a Mauro, que no tardó en darle una calada.
- Qué onda con vos, Juan dice que no estás en casa.
- ¿Juan?
- Sí, fue a por vos porque decía que no le hacías caso o que sé yo y no estabas.
- ¿Y vos cómo sabés?
- Me llamó, recordá que también es mi amigo, pelotuda.
- Bueno, decile que no estoy y listo.
- Eso ya lo sabe, quiere saber dónde estás y también podrías decirselo vos.
- Podría, pero ya que estás...
- Me tenés las bolas llenas con el Maurito eh.
- Te amo, chao.- y terminé la llamada, dejando el teléfono para darme la vuelta y quitarle el cigarro, dándole la última calada antes de apagarlo finalmente.- ¿Qué?
- ¿Santino?
- Sí, Juan fue a verme.
- Era obvio, sólo le amas a él.
Afirmó entre risas y yo puse los ojos en blanco antes de dejar el teléfono para tumbarme no a su lado, sino encima de él, dejando que sus brazos me rodeen teniendo agarrado su teléfono.
Me miró con una sonrisa antes de que le besase porque siempre se hacía la víctima sabiendo que lo odiaba, aunque después yo me hacía la molesta para causar lo mismo en él.
Minutos después, dejó el teléfono para tener sus manos en mí, sólo parando de besarnos para mirarnos en silencio. Hasta que sonó la puerta.
- Es tu casa.
- Vos estás arriba.
- Pero es tu casa.
- ¿Y? Todo el que me conoce ya sabe de vos.
- Igual es una ex que me quiere matar.
- Dale, vaga.
- Pelotudo.
Sonrió victorioso mientras que yo me alejaba de él, levantándome del sofá para ir a la entrada, sacándole antes el dedo. Suspiré ya en la puerta y la abrí.
- Con que Mauro.
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Piensa En Mí (Duki)
FanficAngie, hija de padres españoles, nació en Buenos Aires, Argentina. Desde pequeña, vivió en Almagro, siendo parte de una familia humilde junto a sus tres hermanos mayores. Con cinco años, mientras jugaba en el parque conoció a una niña en uno de los...