Salí de la facultad mirando hacia el suelo. Llevaba días que no me sentía bien y no por la ruptura con Mauro, sino en general. Estaba cansada, llena de mareos... según Miguel, todo era porque ya no tenía ningún sitio a dónde ir y al estar tanto tiempo en casa el pánico me hacía eso. Sí, una pelotudez.
De repente, alguien me chocó el hombro y al levantar mi mirada para ver quién había sido, él me sonrió andando hacia atrás.
- Perdón, no te vi.
No supe que decir, su sola mirada de nuevo en mí me hacía muda. Rió yéndose solo, porque al parecer él también había terminado con la que era su novia. Al final Carlos y yo teníamos más en común de lo que pensábamos.
- Buen día.
- Hola.
- Ánimo que queda menos.
- ¿Para?
- No sé, ¿Tu cumpleaños?
Santino sonrió y yo puse los ojos en blanco. Quedaba mucho para eso. Subí a su auto y él bajó el volumen de la música sin que yo le dijese algo. Le miré extrañada, pero él me ignoró y comenzó a manejar.
- ¿Hoy dónde?
- En casa de... deberías mudarte.
- ¿Por qué?
- No sé, te veo mal allá.
- Desde que Juan me acompaña tampoco se pasa tan mal.
- Pero cuando no está...
- Está cuando debe estarlo, con eso es suficiente.
Me miró y asintió, volviendo sus ojos a la carretera. Dos días después de terminar con Mauro, Juan quiso quedarse en mi casa sabiendo que necesitaba compañía.
Si antes no comía mucho por todos mis problemas, cuando terminé con él lo dejé completamente hasta que Juan me rescató de lo que podría haber sido el principio de mi fin. Después, acepté el psicólogo que me dijo Miguel y me reconcilié con mis viejos.
Volví a estudiar, retomé las clases y dormía junto con Juan, así que no estaba tan cansada como antes.
Aún así, como ya había dicho, me sentía mal físicamente y el psicólogo no podía hacer nada contra eso.
- ¿Y qué onda con Candela? ¿Hablan más o menos?- preguntó de repente.
- Menos, está más con su laburo y su hermano, obviamente.
- Ya...una pena.
- Sigue siendo mi amiga igual, que Mauro y yo no funcionaramos no tiene nada que ver con ella.
Asintió una vez más y al mirar por la ventanilla sabía a dónde me llevaba. A casa de mis viejos.
- ¿Pero hablan?
- Sí, sí, a veces, pero no tanto como antes.
- Obvio, sin estar de novios ya...
No solíamos hablar mucho de Mauro y yo, todos los que me rodeaban preferían hablar de otras cosas para que me olvidase antes de él. Pero no era un gran plan tampoco.
Al principio me dolía no tenerle. Me costó borrar su contacto y escondí toda la ropa que se dejó en mi casa en el fondo del armario. Le dejé de seguir en todo y a partir de entonces mis amigos dejaron de escuchar trap para escuchar pop y reggaeton. Así eran de pelotudos, no duraron mucho haciendo eso.
- Que cara que tenés hija, vení que comas un poco más.
- Ma, ya como bien.
- Bueno, pero seguís con esas ojeras que tienen mala pinta, ¿Qué tal con el psicólogo?
- Bien, bien... ahí vamos.
- Seguro que sí.
Me sonrió con dulzura antes de abrazarme y dejarme para traer la comida junto a mi hermano José, que también estaba. Los únicos que faltaban eran Miguel y su mujer.
- ¿Y la facultad?
- Bien también.
Mi padre asintió y sonrió sin más. Desde que terminé con Mauro parecía volver ha estar orgulloso de mí tras ver sobre todo como aceptaba su ayuda y le daba la razón en todo. Como todos los padres.
- Hija, ¿Seguro que estás bien?
- Sí, ma.
- Deberías ir al médico.
- No hace falta.
- Te digo yo que sí, Santino, luego llamamos a ver si pueden verla hoy.
- Mamá.
- ¿Qué? Si querés estar bien acá.- señaló su cabeza y yo suspiré sabiendo que iba a decir.- Hay que estarlo de acá.
Y llevó ahora su dedo al corazón. Mi hermano José intentó no reírse y yo puse los ojos en blanco. Mi madre siempre había sido de estas frases.
Terminamos de comer y como dijo, llamó con Santino para pedir cita en el médico esta tarde para que estuviese bien cuanto antes. Odiaba y a la vez me gustaba que se preocupase tanto.
- Yo me voy.
- Esta tarde te llevo.
Asentí y salí de la casa de mi familia despidiéndome antes uno por uno. Decidí caminar de vuelta a casa, donde me esperaba Juan seguramente dormido ahora que en esta casa no había hermanos pequeños.
- Volví.
- ¿Qué tal por ahí?- preguntó desde el salón. Cuando fui a verle, estaba tumbado en el sofá con cara de recién despertado. Lo sabía.
- Bien, como siempre, preguntas y más preguntas.
- Bueno, acá nadie tiene ganas de preguntar así que hacé lo que se te cante.- sonreí y asentí con la cabeza, haciéndole también sonreír a él.
- También vienen luego a por mí.
- ¿Quién?
- Mi hermano, me quieren llevar al médico.
- Al fin Dios escuchó mis plegarias.- puse los ojos en blanco y él rió, sentándose en el sofá para dejarme sito.- ¿Qué? ¿No te ha visto que cara de orto?
- Pelotudo.
Rió y yo negué con la cabeza, sonriendo. Me abrazó y me dio un beso en la mejilla antes de levantarse e ir a mi habitación, que también era la suya porque como había dicho, dormíamos juntos.
Volvió unos minutos después y lo primero que hizo fue conectar la Play para jugar conmigo mientras me contaba que mañana los pibes querían ir de fiesta y que me extrañaban. Desde que ocurrió aquello, no he vuelto a salir de joda.
- Juan.
- No me separaré de vos, te lo juro.- de repente, sonó la puerta.- Como ahora cuando vayamos al médico.
Puse los ojos en blanco y me levanté, estando segura que era demasiado temprano para ir. Al abrir, Juan tenía razón.
- Se nos hace tarde.
- No era a las...
- No, te lo dije mal.- sonrió inocentemente, interrumpiendo lo que iba a decir. Resoplé y él sonrió aún más.- Perdón.
- Bueno, está bien, pero Juan viene.
- Obvio, sino me aburro.
Puse los ojos en blanco y fui a la habitación a por una campera, dejándoles solos. Cuando bajé, pararon de reírse de sus boludeces para salir conmigo y subirnos al auto de mi hermano.
Manejó despacio, conmigo de copiloto y la música a mucho volumen porque Juan quería escuchar bien el rock nacional. Pelotudos.
Llegamos y cuando aparcó bajamos los tres, yendo Juan y yo delante de Santino porque se había quedado cerrando todo.
Entramos saludando a la vez que Santino venía corriendo, llegando a nosotros para caminar ya los tres juntos. Fuimos a dónde estaba mi médico de siempre, esperando sentados a que nos tocase.
- Angélica Gómez.
Miré a mi amigo y a mi hermano y los dos me sonrieron. Mientras que Juan se quedó sentado, Santino entró conmigo para acompañarme.
Como siempre, me comenzó a hacer preguntas. Primero sobre como había estado, segundo sobre dónde me dolía y finalmente yendo a lo más personal. Odiaba tener que decir cuando había sido la última vez que había tenido relaciones con mi hermano delante, pero él parecía ignorarnos y estar en otro mundo mirando los cuadros y el diploma del médico.
- Angélica, ¿Con o sin?
- ¿Con o sin...?- pregunté confundida hasta que me di cuenta de a qué se refería.- Ah, sí, sin, sin.
- ¿Pastillas?- negué con la cabeza.- ¿Otro tipo de...?- volví a negar.- ¿Y no has pensado que tal vez...?
¿Qué tal vez qué? ¿A qué se refería? Miré a mi hermano por si él sabía, pero seguía en su mundo.
- Eh...no sé, no sé qué decirte.
- Vení, vamos ha hacer algo.- asentí lentamente viendo cómo se levantaba y sólo cuando yo también lo hice, Santino pareció volver a la consulta.- Hacete esto y después me dirás.
Miré la caja, leí el nombre de qué era y lo siguiente fue mirar al médico con una expresión que era una mezcla entre horror y sorpresa. Igual, me dedicó una sonrisa amable que luego, cuando me di la vuelta para ir al baño, se reemplazó por la mirada confundida de Santino.
Salí y sin decir nada ni mirar a ningún lugar fui a dónde me dijo. Me hice la prueba y volví, con miedo, mucho miedo.
Entré de nuevo y le di la prueba a él, sentándome al lado de Santino, que no dejaba de estar tan confundido como antes.
El médico me sonrió y se quedó mirando la prueba mientras que yo llevé mis ojos a mis manos, jugando con ellas, nerviosa.
Los segundos parecían minutos y estos parecían los peores de mi vida. No podía ser, no ahora que parecía retomar todo y volver a ser yo tras un gran huracán.
- Ya está.- levanté mi mirada y Santino llevó la suya al médico, que nos miraba serio.- Angélica, no sé qué decirte, no sé si es bueno o malo.
- No puede ser.
- ¿El qué?
- Supongo que tendría que decir lo siento por tu reacción, pero un hijo no tiene que hacerte sentir eso.
- ¿Cómo que un hijo?
Miré a mi hermano y su cara se me quedó grabada. Con miedo, sus ojos fueron del médico a mí antes de quitarle la prueba y probar con la caja que significaba.
- ¿Es joda? Angie.
- Yo...
- ¿Y el papá?- preguntó el médico.- ¿Es el que está ahí?
- ¿Qué? No...- de repente, alguien llamaba a la puerta.
- Perdón, ¿Vais a tardar mucho? Lo digo por ir a labu...¿Es eso una prueba de embarazo posi...? Angie.
Su mirada se clavó en mí con el mismo miedo que mi hermano mayor, que se había levantado para mirar más de cerca la prueba como si de ella saliese un cartel que te dijese que era una broma de mal gusto.
- Pero yo...
- Vos no sabés que es un forro, nena.- dijo Juan.
- ¿Es de Mauro?
- Yo...yo no...
- Sí, es del tal Mauro.
Afirmó el médico tras ver mi reacción, haciendo que los tres le mirasemos y él sólo sonriese con inocencia. ¿Y ahora qué?-----
Y así acaba la primera temporada, pero tranquilidad, mañana como siempre habrá nuevo capítulo y esta vez será comenzando la segunda temporada. Para estar atentas pueden seguirme y ser notificadas cuando la publique o simplemente mañana ven si la tengo publicada hasta que la encuentren🙂
Sabremos que pasará con Angie, con su hijo, con Mauro, con todo lo que le ha pasado psicológicamente y como enfrentarán ella y su entorno esto que acaba de suceder.
Gracias por haber leído esta primera temporada y votar y comentar, de verdad, cuando leo sus reacciones me dan más ganas de publicar capítulos. Sois los/las mejores❤️
¡Nos vemos mañana!
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Piensa En Mí (Duki)
FanfictionAngie, hija de padres españoles, nació en Buenos Aires, Argentina. Desde pequeña, vivió en Almagro, siendo parte de una familia humilde junto a sus tres hermanos mayores. Con cinco años, mientras jugaba en el parque conoció a una niña en uno de los...