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- Va, Angie, no podés ser tan mala.
- Callate, pelotudo.
Juan sonrió, parando de botar el balón. Yo también me quedé quieta con mis ojos fijos en la pelota de baloncesto, defendiendo la que era mi canasta.
- ¡Angie, Angie!
Intenté ignorar los gritos de Claudia apoyándome junto a los demás, que estaban sentados al lado de la cancha hoy que no hacía tanto frío.
En un segundo, Juan corrió hacia mi lado y cuando fui a agarrarle y quitarle el balón, tiró y la encestó. Me apoyé en mis rodillas viendo cómo se alejaba trotando y sonriendo porque me iba ganando 5-0.
- Lo tuyo es el fútbol, eso está claro
- Lo mío es que fumo.
- Y yo.
- Bueno, pero no tanto.
- Más.
- Déjame.
Juan rió y fruncí el ceño, colocándome de nuevo bien para agarrar el balón e ir al centro de la cancha. Segundos después, lo tiré hacia arriba y comenzaba a luchar por él.
Siempre había jugado a fútbol con mis hermanos, la verdad, pocas veces el baloncesto lo teníamos en cuenta. Pero, mis amigos siempre prefirieron jugar eso y yo intentaba ser igual de buenos que ellos, así que llevaba meses "entrenando" con ellos si se puede llamar así, porque al final lo único que hacían era humillarme.
- Dale, te dejo pasar.
- No, esto tiene que ser un juego limpio.
Puso los ojos en blanco sabiendo que posiblemente esto acabase en otro punto para él. Llevábamos una hora ya acá, pero ninguno tenía nada que hacer.
Era viernes por la tarde y nadie parecía preguntar por ir de fiesta, supongo que hoy sería baloncesto y estar en casa con ellos.
- Angie, por Dios, no es tan difícil.
- Eres muy grande.
- También te gana Diana.- la miré de lejos y sonrió levantando la mano.- En realidad, todos te hemos ganado.
- Bueno, estoy aprendiendo, ¿Sí? Algún día os pondré a jugar a fútbol y ahí vais a saber que es perder, pelotudos.
- No te enojes.
- No me enojo.
- Estás molesta.
- Andá a la concha de tu hermana, Juan.
- ¿Ves?- sonrió dejando el balón entre su brazo y cintura.- Dale, no pasa nada, ya sabrás jugar.
- ¿Podemos hacer otra cosa?
- ¡Al fin! Altas ganas de ir a casa, tengo tanto frío que estoy a punto de convertirme en el iceberg del Titanic.
Afirmó Claudia, levantándose del suelo para caminar hacia la salida bajo nuestra mirada. Ellos se levantaron y fuimos todos detrás de ella hacia mí casa, la más cercana.
Abrí la puerta y cada uno se sentó en un lugar, algunos yendo directamente a la cocina a servirse de cualquier cosa como si fuese su casa.
Comenzamos a hablar de nuestra semana. Ya había pasado una semana desde aquello, creo que hoy volvía de su viaje a España junto a su familia para hacer algunos conciertos. Según me dijo Candela, grabarían allá la nueva canción que sacarían en fin de año.
- Angie, ¿Estás?- dijo Claudia, alejándome de mis pensamientos.
- Estoy sudando.
- Hace frío.
- Y he perdido 6-0 con Juan y 4-0 con Matías, ¿Qué querés?
- Ya seguro que por eso.- miré a Juan y sonrió.- En quién estaría pensando.
- Callate, pelotudo.
Agarré el cojín más cercano del sofá y se lo tiré a él, que estaba sentado en el sillón.
- ¿No volvieron a hablar?- preguntó como si nada Matías.
- Ché, no es importante, así que cambiamos de tema.
- Uh, eso es que le da vergüenza hablar de eso.- afirmó sonriendo Diana a la vez que se encendía un cigarro.
- La nena se ha encaprichado del famoso.- continuó Nicolás mientras se reía.
- ¿Pueden parar?
- Como cuesta admitir la verdad eh.
- Dale, si siguen así me voy con mis viejos. Prefiero aguantar a Miguel que a vuestras pelotudeces.
- Era una joda, estás muy tensa eh.
- Eso es que hace banda que no lo ve.
Dijo de nuevo Diana, sonriendo igual que antes. La miré y ella levantó sus hombros sin dejar de fumar y de sonreír.
De repente, el teléfono comenzó a vibrar en la mesa, donde lo había dejado junto al de Nicolás. Juan intentó mirar quién era, pero yo ya lo tenía entre mis manos y contesté rápido la llamada por si alguno quería hacer alguna broma más.
- ¿Quién es?
- ¿No me tenés en tus contactos?
- Eh... sí, pero no vi tu nombre.
- ¿Estás sola?
- No.
- Pensaba ir a tu casa.
- ¿Ya volvieron?
- Estoy re cansado, necesito dormir en tu sofá.
- ¿En mi sofá?
- Sí, era muy cómodo, ¿Era el tuyo?
- ¿A dónde quieres llegar?- pregunté con mis ojos en Juan, que no paraba de sonreír mientras jugaba con las llaves de su casa.
- ¿Puedo ir a tu casa?
- No.
- ¿No?
- No, estoy acompañada.
- Acompañada.
- Sí.
- ¿Por tu primo?
- No, ese se va mañana de vuelta a España con mis abuelos, estoy con mis amigos.
- Y bueno, voy a saludarles.
- Por favor.
- Está bien, está bien, pero no sé si voy a poder dormir solo en mi casa.
- Ponete un ASMR de esos, que sé yo.
- Bueno, vos sabrás.
- Chao, llámame luego si eso.
- Si eso.
Le oí reír y terminé la llamada. Dejé el teléfono y al segundo Diana comenzó a reírse.
- Que mal disimulas.
- ¿Qué tengo que disimular?
- Se notaba que no querías decir su nombre.- dijo Claudia sonriendo.
- Aparte, le escuchaba la voz, Angie, estás justo a mí lado.
- Bueno, ¿Pero tienen vida propia o tienen que fijarse en la mía?
- No, no, si sólo queremos que lo aceptes.
- ¿El qué?
- Que te gusta el pibe.
- No.
- Donde hubo fuego...
- No hubo nada, una pelotudez de una adolescente.
- Y ahora ya no tan adolescente.
- Pero no me gusta.
- Amiga, date cuenta.- dijo Juan, haciendo reír a Nicolás.
- De nada me doy cuenta.
- Si te engañas es peor.
- Si me dejan, mejor.
- Bueno, tarde o temprano tendrá que aceptarlo, así que...¿Vemos una pe...?
- No voy a aceptarlo porque no hay nada que aceptar, es mi amigo, nada más.
- Si es tu amigo, ¿Por qué tuvieron sexo?
- Fue antes de decidir ser amigos.
- Y bueno, pero al principio era todo por la fiesta, al final hasta te gustó.
- Por Dios, paren.
- Se puso roja.- dijo riendo Diana.
- Dale, ya fue, déjenme con mi vida.
- El primer caso es admitirlo, nena.
Miré a Juan y este me sonrió como si me entendiera. Odiaba que me encerrasen así, que casi me obligasen a decir cosas que no quiero. Pero, siempre lo hacían y en muchos casos, como cuando he tenido que terminar con algún ex que ya no parecía ni ser pareja mía, me ha servido de ayuda.
Pero ahora, ni yo sabía si hacía bien diciendo algo que no tenía descifrado. Siempre pensé que como ya me gustó hace tiempo, cuando me acostaba con él era como conseguir algo que de adolescente no pude y quise.
Pero eso sólo fue al principio, cuando me asombraba tener sexo con él. Luego se volvió algo normal, me despertaba a su lado y no me importaba, es más, odiaba que alguno se tuviese que ir porque siempre había algo que hacer y al final no teníamos una mañana juntos en condiciones.
Juan me dijo hace tiempo que era mejor seguir con Carlos, mejor lo nuevo que lo viejo. Y Santino me avisó que seguramente no sería la única, que esto era su juego y nada más.
Pero aunque mi mejor amigo me aconsejó dejarle, yo siempre volvía y sino, era él quien venía. Y aunque mi hermano me dijese que no debía dejar a mi relación estable por alguien que podía estar con más, o yo le buscaba o él a mí. Al final, acabábamos encontrándonos. Al principio sin querer, luego parecía ser un vicio que no se podía negar.
A su lado me sentía bien, era gracioso aunque a la vez molesto. No me gusta que reciba toda la atención de mi familia, pero me gustaba que se llevase bien con todos. Me hacía recordar mi pasado, que para nada fue malo.
Y aunque algo me decía que era mejor tenerlo sólo para alguna ayuda y nada más, otra parte de mí no podía negarse a él. A veces tan sólo faltaba su mirada para confundirme.
- No me gusta.- dije después de unos segundos en silencio para reflexionar.
- ¿Segura?
- Pero tampoco puedo dejar de verle.- añadí, mirando a Juan.
- Es tu droga ahora que ya no fumas.
- Algo así.
- Y como buena droga, cada vez necesitas más.
- Puede ser.
- Hasta que te das cuenta, que eres una adicta.- afirmó Juan con sus ojos fijos en mí.- ¿No?
- Ajá.
- ¿Se te hace difícil dejarle?- preguntó Diana.
- Complicado, pero no de si podría decir difícil.
- ¿Sigues queriendo más?- preguntó ahora Claudia.
- Supongo que los dos.
- Por lo tanto, ya no te sirven las dosis pequeñas, necesitas más aunque te confunda, porque a veces sin él piensas que falta algo, que posiblemente te diviertas más con él, ¿No?- dijo ahora Nicolás, a lo que yo sólo asentí.
- Entonces, amiga mía, sos una adicta a Mauro.
Acabó por decir Juan. Les miré y todos me sonreían porque, sin darme cuenta, acababa de aceptar lo que ellos tanto me habían dicho.
- Ahora sólo hay que esperar que no te dé una sobredosis.- dijo entre risas Nicolás.
- Que gracioso.
- Bueno...¿Alguien tiene hambre?- dijo Matías sonriendo como si nada.

Piensa En Mí (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora