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Abrí la puerta nada más guardé el celular en el bolsillo del pantalón de vuelta al ver que Carlos tampoco me mandaba mensajes.
- Santino, la concha de la gorra, me asustaste.- puse mi mano en el pecho cuando vi a mi hermano apoyado en el marco de la puerta, sonriendo.
- Ese no era Carlos.
- No, no era él, andate.
- Me suena esa voz...pero es como si hace banda que no la escucho, ¿Entendés?
- Santino.
- ¿Dijo que venía?
- No vendrá, dale andate.
- ¿Si no es Carlos quién es? Porque si no va a venir.
- Santino.
- Vale, vale... pasá, pelotuda.
Sonrió para después reírse mientras yo andaba hacia la sala de vuelta. Al llegar, mi madre ya se había despertado.
- ¿Todo bien?
- Sí, sí, todo bien.
La sonreí y me senté a su lado. Segundos después, llegó Santino para sentarse como si nada, sin ni siquiera dirigirme una de sus sonrisas burlonas.
- ¿Luego vamos a comprar?
- ¿Eh?- dejé de mirar a mi hermano para desviar mi atención a mi madre - Sí, dale, como antes.
- Igual esta noche viene Miguel con otra ecografía.
- Bueno, yo ya estaré en mi casa seguramente.
Sonreí a mi madre y ella me sonrió de vuelta, dejando de mirarme para mirar de nuevo el televisor.
Estuvimos así toda la tarde, viendo el televisor o jugando a las cartas para finalmente despedirnos de los dos hombres de la casa y dejarles solos, yendo a comprar.
Había pasado tiempo desde que ella y yo veníamos hasta el supermercado más cercano y agarrábamos lo que necesitábamos, peleando porque yo quería agarrar más cosas que ellas y en su mayoría, todo dulce
- Dale, pongo de mi plata.
- Obvio que vas a poner, esto es para vos.- respondió ella.
- Si es para mí, compro lo que quiero.- sonreí y ella frunció el ceño.- Gané.
- Si luego tenés diabetes...
- Dale, ma, el drama lo tenemos en la sangre eh, podíamos haber sido actrices vos y yo, no me dejás ni comprarme cigarros.
- No, eso sí que no.
- No voy a dejar de fumar por vos eh.
- Bueno, pero delante mía no, nada de nada.
- Igual que Carlos.- puse los ojos en blanco y ella sonrió.
- Por eso me gusta tanto, es un buen pibe.
- Sí, ma.
Ya sabía que les gustaba la idea. Cuando se enteraron mi viejo por fin celebró que conocía a un buen pibe para su hija y mi madre comenzó a poner cumbia para bailar con mi hermano José.
Salimos del supermercado ya con todo lo necesario y volvimos a casa cuando se acercaba la hora de cenar y yo, por supuesto, pensaba ir a casa de Carlos a buscarle ya que había decidido ignorarme todo el día y ya se me había acabado la paciencia.
- Bueno yo ya me voy eh.
- Quédate a cenar ya.
- Tengo que ir a hablar con Carlos.
- ¿Hablaron al final?- preguntó Santino sonriendo y yo fruncí el ceño.
- No, por eso voy a su casa.
- Esa es mi nena, luchando por amor, como su padre.
Mi padre se levantó a agarrar mi cara con sus dos manos y besar mi frente antes de abrazarme, haciendo reír a mí madre y mi hermano porque no éramos sólo ella y yo las dramáticas, sino que también él tenía su parte.
- Bueno, dale, voy a la parada del colectivo, ¿Alguien me ayuda con las bolsas?
- Está bien...
Santino resopló levantándose sin ganas del sofá cuando Miguel llamó al teléfono de mi madre, seguramente para decirle que ya venían, así que me tenía que dar más prisa.
Me giré sobre mí e ignoré a mi hermano, que iba detrás de mí, yendo a la puerta. Le miré caminar lento hacia la cocina, puse los ojos en blanco y abra puerta.
Iba a dar un paso pero algo se interpuso entre la calle y yo. O más bien alguien.
- Hola.- sonrió y le dio una calada al cigarro.
- ¿Qué hacés acá?
- Te dije que venía.
- Pero vos...
- Mauro.- Santino se asomó y nos miró confundido hasta darse cuenta de todo y mirarme sonriendo.- Mirá vos.
- Andá a por las bolsas, gil.
- ¿Bolsas?- preguntó Mauro mientras Santino desaparecía riendo.
- Compré un par de co...bueno nada, me voy ya a mí casa.
- Pero si acabo de llegar.
- ¿Y qué querés, cenar acá? Además, ¿Cómo llegaste?
- Me trajeron ellos.- miré atrás de él para encontrarme un auto con gente hablando y que al percatarse de mi mirada desviaron su atención a mí y nos saludaron.- Y el plan de la cena no está mal.
- Déjate de joder, Mauro, dale que me tengo que ir a casa de Carlos.
- Uh, tenés tus propios planes.
- Sí.
- ¿Desde cuándo?
- ¿Cuándo qué?
- ¿Cuándo decidiste ir a casa de tu novio?
- Eh...hace unas horas, no sé.
- Bueno, conmigo quedaste antes.
- ¿Quedamos?
- No venías a mi casa y vine yo, ¿Recordás?
- Mauro.- mi madre apareció detrás de mí a la vez que Santino con las bolsas.- ¿Qué hacés acá? Cuánto tiempo.
- Sí, bueno, vine por tu hija.
- ¿Así?- ella me miró sorprendida y Santino intentó no reírse.- Mirá vos.
- Nada, se equivocó y ya.
- Bueno, pero, ¿Ya se van?
- Me voy, él no sé qué hará.
- Se puede quedar.
- ¿Qué?- levanté una ceja mirándola y ella levantó los hombros.
- Hace tiempo que no le vemos y si volvieron a ser amigos, ¿Qué importa? Que cené con nosotros, ¿Vos tenés algo que hacer, Mauro?
- Nada.
- Listo, ¡Antonio!- miré a mi hermano y a mi madre sorprendida. ¿Esto iba en serio?
- ¿Qué pa...? ¡Mauro! Cuánto tiempo.
- Se queda a cenar.- avisó Santino sonriendo.
- Entonces Carlos tendrá que esperar.- dijo mi viejo mirándome.
- Sí, tendrá que esperar.
Desvié mi mirada a él, que me sonreía tirando el cigarro al suelo para pisarlo a la vez que pasaba por mi lado para entrar a cada mientras mi padre le preguntaba si conocía a Carlos. Esto era demasiado surrealismo.
Sin otra opción, cerré la puerta y volví adentro para sentarme con ellos en la sala. Toda esa parte de Mauro que había visto estos días, había desaparecido para de nuevo enseñarme su lado familiar mientras le contaba a mí familia que hizo estos años.
Fue ahí cuando le comencé a conocer después de tanto tiempo, ya que cuando nos veíamos solo hablábamos de Carlos y yo en su mayoría de tiempo.
Con el tiempo, llamaron a la puerta y entraron Miguel y Luna, sorprendidos por ver de vuelta a Mauro y más aún cuando le dijeron a mi hermano que cenaría con nosotros.
Yo, aún sin creerme lo que pasaba, decidí ayudar a mi madre con la cena para terminar antes, después, se unió Luna para luego ir todas a preparar la mesa mientras yo agarraba los platos y cubiertos.
- ¿Necesitás ayuda?
- Todo piola.- dije sin mirarle, estirándome para agarrar un plato de uno de los armarios de la cocina.
- Sos pequeña eh.
- Sólo de estatura y además, vos tampoco sos muy alto eh.- me di la vuelta y él sonrió, bebiendo de su vaso que parecía ser whisky del que mi padre guardaba para él.
- Que sos grande para otras cosas ya lo sé, vos tranquila.
- ¿Qué hacés acá, Mauro?
- Cenar con tu familia, hacía tiempo que no venía y...
- Digo antes, vos no veniste a cenar, veniste a verme, ¿O no?
- Bueno, antes sí, ahora no.
- Ya.
- ¿Qué querés que te diga? ¿Por qué vine? Bueno, vos sabés que hay algo, aunque lo niegues porque tenés al otro pelotudo.
- Lo que digas.
- Y siempre cambias de tema.- dejé de mirar los platos para mirarle de nuevo a él.- Pero nada, todo pretty acá.
Me volvió a sonreír y volvió con mi familia, dejándome de nuevo sola. Agarré lo que tenía y fui junto a ellos, repartiendo todo con ayuda de mi hermano Santino hasta poder sentarme a cenar con ellos.
Ya que Mauro había venido, casi todo eran preguntas para él hasta que por fin terminamos la cena y Miguel decidió irse por fin, dejándonos de nuevo a los cinco solos.
- Bueno, yo ya me voy.
- Y yo.
- ¿Querés que te lleve?
- Por favor.- Santino sonrió y yo me levanté del sofá.
- Entonces yo también me tengo que despedir.
Mauro se levantó después que yo y nos despedimos todos de mi familia. Mientras Santino iba a su auto, yo esperaba en la puerta como Mauro, que se había ofrecido a ello, agarraba las bolsas de mi compra para llevarla al auto.
Después, nos subimos a el, con Mauro detrás y yo de copiloto, despidiendonos otra vez de mis padres con la mano cuando se quedaron en la puerta viéndonos ir.
- ¿Y vos Mauro dónde?
- Déjame en casa de Angie, ya me ocuparé de ir a mi casa.
- Ok.
Le miré, pero él sólo sonrió mientras Santino ponía rumbo a mi casa. Al llegar, nos despedimos de él y nos quedamos solos.
- Vos andá a tu casa, yo espero a unos amigos.
Asentí y sin saber cómo despedirme, le dejé solo en la calle y entré en mi casa.
Coloqué mis cosas y al mirar si se había ido, me lo encontré sentado en el suelo. Abrí la puerta y fui hacia él, algo no me dejaba quedarle solo.
- ¿Vienen?
- Parece que no.
- Entonces vení.- me miró y sonrió.- Pero dormís en el sofá.
Asintió y se levantó cansado. Entramos y yo le di un par de mantas, dejándole solo en el oscuro salón para irme a mí habitación.
Pero, en la oscuridad y soledad de mi habitación no pude dormirme pensando que él podría estar despierto también, en mi casa, a sólo metros.
Suspiré y no muy segura, me levanté y fui al salón. Le iluminé con el teléfono y como dije, estaba despierto.
- Mauro.
- ¿Pasó algo?
- ¿Venís a la cama?- me miró confundido.- Sólo dormir.
Y tras decir eso volvió a asentir para levantarse lentamente y seguirme a mí habitación. Nos acostamos, los dos mirando al techo con las manos él en su nuca y yo en mi vientre.
- Buenas noches.- susurré.
- Buenas noches.

Piensa En Mí (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora