59.

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- Angie, por fin, ya pensaba que no venías.
Sonreí levemente y la abracé después de tanto tiempo, pero ella parecía haberse dado cuenta que algo andaba mal y se separó rápido, confundida.
- ¿Pasó algo?
- Yo...
- ¡Angie!- su madre apareció de repente, abrazándome fuerte mientras yo seguía aún en lo que había pasado hace unos minutos.- No sabes lo que me alegro de que hayas querido venir.
- Bueno, una cena acá nunca se niega.
Sonreí lo máximo que pude y Sandra me agarró de la mano para llevarme adentro bajo la mirada de su confundida hija que no tuvo máss opción que seguirnos.
- Hola.
Saludé a su familia, que estaba en el salón hablando entre ellos. Les conocía a todos, pero no personalmente, tan sólo nos habíamos saludado algunas veces que mis visitas coincidían con algún tío o primo. Pero hoy, estaban todos.
- Bueno, dale, ya estamos todos.
Sandra me sonrió y toda la familia se comenzó a levantar mientras se reían y hablaban de sus propias conversaciones.
Le busqué con la mirada, no pude evitarlo tras verme sola entre aquella gente que no conocía de verdad. Me di por vencida y comencé a caminar hacia la salida.
De repente, mis ojos perdidos en aquella casa donde siempre había estado se fueron a la puerta de la cocina y de allá apareció él con un cigarro casi acabado entre sus labios. Subió su mirada hasta llegar a mí, que seguía caminando hacia la salida.
Me sonrió, pero yo ya había salido para devolverle la sonrisa o ir corriendo hacia él para al menos estar con alguien que conociese.
- ¿Vos sos Angie?
Me preguntó alguien de repente. Me giré a ver quién era y me encontré con uno de sus primos que me sonreía amablemente.
- Sí, soy yo.- respondí.
- Cande nos habló de vos.
- Y a mí de vos.
Él sonrió y cuando miré por encima de su hombro me encontré con los hermanos hablando. Cuando Candela me vio, se acercó a mí hasta ponerse a mí lado, sonriendo.
- No me dijiste que íbamos a cenar fuera, pensaba que era en su casa.
- Cambio de planes.- miró a su familia y de nuevo a mí.- ¿Vos todo bien?
- Ya te contaré.
Hice una mueca y ella asintió, seguramente pensando que con su familia delante no era buen plan hablar de otras cosas.
Me subí al auto donde iba Nahuel ya que era el único que tenía un asiento libre y además tenía a alguien que conocía.
Gracias él, pude presentarme mejor con uno de sus tíos y sus dos primos que nos acompañaban.
Paró un par de cuadras lejos de la casa de Sandra. Salí detrás de Nahuel y junto a él fuimos a un restaurante que parecía ser donde íbamos a cenar hoy.
- Si lo llego a saber no vengo en un simple buzo y pantalones.
- Venís con un cara tatuada, ¿Qué importa?- respondió él sonriendo y le sonreí de vuelta.
- Tenés razón.
Fuimos a la que parecía ser nuestra mesa, aunque aún no estaba llena porque faltaba el auto donde iba Mauro y Sandra con los demás. De los que conocía sólo estaban Sandra, Nahuel y si se puede decir así, el primo que me habló antes.
Me senté al lado de mi amiga, por supuesto, ya que así me sentía mejor. No tardaron en comenzar a preguntarme cosas para conocerme mejor y yo las respondía, olvidándome por un momento de la ruptura con Carlos.
- Por fin.
- Uno se tiene que hacer esperar.
Respondió Mauro sonriendo detrás de su madre, que se sentó a mi otro lado. Mauro, en cambio, decidió sentarse en frente de mí. Estaba observada por todos los Lombardo menos Nahuel en esta cena.
Comencé a hablar con dos de sus primos, uno de ellos el que me habló. Luego me moví hacia otra conversación con Sandra y la tía de Candela.
Por fin llegó la comida que habíamos pedido hace minutos y ahí paré de hablar para sólo oír.
No fue hasta ese momento donde pensé realmente en lo que había pasado. Había terminado con mi pareja y ahora estaba en una cena con  la familia del pibe con el que le había engañado.
No habíamos terminado por Mauro, sino porque él también me engañó. No sabía cómo serían ahora las mañanas en la facultad, tampoco que haría sin él cuando no me enterase de las cosas de clase. Seguro que mañana me duermo en clase sin su ayuda.
Lo único bueno que le veía era que por fin podía fumar más que antes. Pero, al final perdía más que ganaba sin él.
- Angie, ¿Me estás oyendo?- levanté mi mirada del plato para ver a Candela, que me sonrió confundida.- ¿De verdad qué estás bien?
- Sí, tranquila, todo piola.
- ¿Y cómo están tus viejos, Angie?- preguntó de repente Sandra, desviando mi atención de su hija.
- Bien, como siempre, te mandan saludos.
- Ojalá verles pronto.
La sonreí y asentí, bebiendo de la Coca-Cola que me había pedido. Entonces mis ojos chocaron con los suyos, que no habían pagado de verme aunque yo no me diese cuenta porque prefería estar pensando en el que ahora era mi ex.
Me sonrió levemente y yo le imité el gesto, siguiendo con la comida que ya estaba por terminarme. No habíamos hablado nada, sólo compartíamos miradas en la cena y aquella en su casa, pero parecía que junto a su familia no me buscaba tanto.
Aproveché que ahora yo era la intrusa en una cena familiar para hablar con todos tal como hizo Mauro con mis viejos, ganándome la amistad de algunos.
Terminé de cenar y dejé mi espalda en el respaldo de la silla, descansando mientras oía al primo que Mauro tenía al lado hablarme. Yo asentía y negaba según lo que decía, pero estaba tan llena que no tenía ganas de hablar.
De repente, en mi bolsillo comenzó a sonar mi teléfono. Pensaba que lo tenía en silencio.
- Perdón.
Sonreí algo tímida porque odiaba que sonase en público y lo agarré lo más rápido que podía, aceptando la llamada sin pensar en nada más que se acabase el sonido.
- Angie.
- Car...
- Perdoname, de verdad, yo no quería hacer nada de lo que ha pasado. Yo sólo me sentía solo, pensaba que no me comprendidas, que no me querías. Me sentí roto toda esta semana, no quise ir a la facultad por vos, sólo por vos. Me dejaste tan roto que tuve que ir con otra que al final no hacía más que recordarme a vos. Por favor, Angie, perdoname, soy un buen pibe, yo te quiero y sé que vos a mí también, sólo tenemos que olvidar lo que ha pasado y listo, ya fue. Una aventura la tiene cualquiera, ¿No?
Mi mirada se quedó fija en lo que tenía en frente de mí, es decir, Mauro, mientras él me contaba todo aquello. Oírle así de desesperado y como me echaba a mí la culpa de que me engañase me acabó por romper, sintiendo que de verdad había perdido a alguien que podía haber sido importante.
- Yo...
- Angie, ¿Todo pretty?- me preguntó él por fin y yo le miré confundida, sintiendo la mirada de Candela también en mí.
- Angie, por favor, respóndeme, sé qué querés volver. Lo de esta tarde fue porque te lo dijo Pedro, pero sé que me podés perdonar. Dale, te prometí que podías confiar en alguien de Córdoba, ¿Recordás?
- Lo...lo siento, te confundiste de número.
Dije rápido, tropezándome con mis propias palabras al terminar la llamada, dejando el teléfono en la mesa con la pantalla abajo.
- Angie.- levanté mi mirada para verle tan confundido como yo.
- ¿Todo bien?- preguntó ahora Candela.
Y de nuevo, el teléfono comenzó a vibrar porque por suerte lo puse en silencio antes de dejarlo. Mauro lo miró, yo también y Candela mantuvo aún los ojos en mí.
- ¿Pasó algo?
- Eh...creo que tengo que irme ya, lo siento.- miré a Candela a la vez que agarraba el teléfono para luego mirse su pantalla y terminar con la llamada.- Lo siento de verdad.
- Angie.
- ¿Todo bien?- preguntó ahora Sandra mientras echaba la silla hacia atrás para levantarme.
- Sí, sí...no tengo plata pero lo que vale lo que he pedido se lo doy a Candela, no te preocupes.
- Tranquila, no pasa nada, somos como familia.
Asentí confundida y acabé por levantarme, despidiéndome rápido de todos para salir corriendo de allá sin saber qué hacer ahora. Lo había conseguido, me había roto completamente.

Piensa En Mí (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora