8.

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- Angie.
Me giré y le vi corriendo hacia mí. Sonreí levemente a Carlos y una vez llegó a mí comenzamos a andar juntos.
Había pasado un día desde aquel mensaje y nunca me contestó, supongo que tenía demasiados mensajes como para fijarse solo en el mío, pero no me importaba.
Era cierto que me había gustado, pero tanto tiempo lejos hizo que esos sentimientos fueran yéndose poco a poco, aunque siempre me queda la curiosidad y tengo que preguntar a su hermana por él. Al fin y al cabo, desde los doce a los diecisiete me gustó realmente, después todo fue más fácil.
- ¿Pensás en algo? ¿En el examen de dos días?
- ¿Hay examen?- le miré preocupada y sonrió.
- Me parece que te dormiste otra vez.
Resoplé y él rió, negando con la cabeza. Entramos en la facultad y fuimos a donde era la primera clase, sentándonos juntos como hacíamos desde que éramos más cercanos.
Aunque al principio me parecía un pelotudo que se interesaba en la vida de los demás sin permiso, al conocerle lo veía de otra forma.
Realmente era gracioso, al menos se reía de mis chistes. Me ayudaba cuando me veía dormida y me entretenía siempre que podía, aunque algunas clases estábamos separados. Me sentía bien a su lado, era una buena compañía después de estar sola acá desde principio de carrera.
La mañana pasó cómo siempre, lenta. Me dormí un par de veces pero, como dije, siempre estaba él para chasquear sus dedos o moverme, riéndose después de mí, obviamente.
- No sé que voy ha hacer.- dije subiendo a su auto. Desde que somos amigos él me lleva a casa, así que me ahorro la plata del colectivo.
- ¿Con qué?
- Con mi sueño, no sé si es por mí o las clases.
- Igual las dos. Las clases no son muy divertidas, pero al menos yo no me duermo.
- Eso me pasa por quedarme con el celular hasta la madrugada.- me sonrió y giró la llave de contacto, encendiendo el motor.- Además, ahora hay un examen que desconocía y de la peor asignatura.
- Bueno, me parece que entonces vas a tener que dejar el celular por un tiempo.
- No sé, es algo complicado eh.- sonrió de nuevo, ya manejando hacia mi casa.
- Bueno, si querés te ayudo.
- ¿Lo harías?
- Obvio, además, sólo nos vemos en la facultad. Así veo tu casa por dentro.
- Bueno, pero ya sabes que no confío mucho en los cordobeses.
- Pensé que estaba en esa oportunidad.
- Lo estás, por ahora.
Me miró unos segundos y como solía hacer, sonrió antes de comenzar a reír ya mirando a la carretera para evitar un accidente. No quería morir joven.
Llegamos a mi casa y quedamos en que esta tarde se pasaría a ayudarme con el examen, después, se fue y yo entré en mi casa.
Miré el celular ya sin miedo de que algún profesor me molestase por usarlo, pero no tenía ningún mensaje.
Lo dejé tirado en el sofá y me fui a la cocina a buscar algo rápido en la refrigeradora antes de sentarme con las piernas cruzadas como los indios y comer con el televisor de fondo.
Después, arreglé un poco la casa para cuando viniese Carlos y subí a mí habitación a comenzar a estudiar allá aunque él y yo estaríamos abajo, en la sala.
Dos horas después, cansada de que no aprendiese nada de lo que leía, sonó por fin la puerta que me dejaba ver un rayo de esperanza.
- Al fin.
- ¿Qué pasó?- preguntó entrando.
- Nada, no me entero de nada.
- Bueno, para eso estoy acá.
- Aleluya, god saves Carlos.
Rió viéndome subir las escaleras y desaparecer. Fui a mí habitación, agarré los libros y bajé de nuevo para encontrarmelo en el sofá mirando su celular con su mochila en el suelo.
- Bueno, allá vamos.
Me miró divertido y dejó lo que estaba viendo para acomodarse en su asiento mientras dejaba los libros en la mesa. Lo abrí y comenzó a explicarme las cosas lentamente.
Aunque era una forma de estudiar lenta, al menos me enteraba y me dejaba media hora para estudiarmelo de verdad después de resolver mis preguntas del temario, que solían ser muchas.
Poco a poco, tuvimos hambre y dejamos de estudiar para ir a un Burguer cerca de mi casa. Comimos allá, conociéndonos un poco más porque entre clase y clase no podíamos hacernos preguntas personales, no había tiempo a todo.
Después, volvimos y me siguió ayudando hasta hacerse de noche. Cerré todos los libros y con mi cabeza a punto de explotar, subí los libros de vuelta a mí habitación. Después, seguí a su lado ya sin nada relacionado a la carrera.
- ¿Una película?
- Yo me tendría que ir ya, ¿No?
- ¿Viniste en tu auto?- pregunté y negó con la cabeza.- Bueno, entonces quedate a cenar ya.
- Como mandé la jefa.
- La jefa es una pelotuda, mejor sos vos el jefe.
Rió negando con la cabeza y sonreí echándome en el sofá, dejando mis piernas apoyadas en las suyas al quedarse él sentado al otro lado.
Pedí a domicilio porque ninguno parecía querer cocinar y al llegar la comida me coloqué mejor para seguir charlando y riendo.
- Y todos corrimos calle abajo con los diez pelotudos atrás.
- Culpa tuya, ¿Cómo le decís al pibe que te garchas a su novia? Tengo un amigo pelotudo.
- Y bueno, era joda, pero él no la entendió.
- Ya claro, joda.
Sonreí y él rió. Seguimos contándonos anécdotas hasta que se hizo demasiado tarde y él decidió irse.
- Deberíamos ir de fiesta algún día, vos y yo solos.
- Cuando quieras, pero en el boliche ni se te ocurra hablar de la facultad eh.
- No, no, no lo haré.
- Ni busques bronca con algún pibe.
- Tampoco. Pero vamos eh.
- Sí, sí, vos me decís cuando y yo voy, de una.
Sonreí y nos despedimos en la puerta con un corto abrazo antes de que se fuera a su auto y desapareciera de mi vista. Suspiré, cerré la puerta y oí desde la entrada una notificación en mi celular.
Fui hacia él pensando en quién podría ser. Su nombre apareció en mi mente segundos después de llegar a la sala. Agarré el celular y con una leve esperanza miré el mensaje.
Miguel😑
No te olvides que el sábado comemos en casa todos eh.
Mierda.

Piensa En Mí (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora