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Sentí peso encima de mí que comenzaba a molestarme a la vez que comenzaba a despertarme.
Estaba dormida boca abajo, mirando a una pared que no era la mía pero me parecía conocida.
Rápido recordé que ocurrió ayer mientras sentía que estaba desnuda en una cama que tampoco era la mía, obviamente.
Apoyé mis codos con cuidado para levantarme levemente intentando no moverme mucho, lo suficiente para despegar mi cara de la almohada y girarme a ver lo que me confirmaba que ayer pasó lo mismo que mi cabeza me hizo recordar.
Estaba dormido, también boca abajo con todo su pelo desordenado y su brazo alrededor de mi cintura. El peso que sentía era una pequeña parte de su cuerpo que seguramente al girarse dormido acabó encima de mí espalda.
No pude evitar sonreír al verle así, tan tranquilo sin ninguna de sus sonrisas burlonas o sus hipnotizantes miradas. Por unos segundos me olvidé que no éramos nada, que yo acaba de romper con mi novio y que la luz del día hacía que mi cabeza estuviese a punto de explotar de dolor.
Aún así, una pequeña parte de mí dio las gracias al de arriba por hacerme recordarlo todo, sin ninguna escena borrosa o simplemente olvidada por el alcohol.
Estaba demasiado cansada y no tenía ni hambre no prisa por irme, así que volví a apoyar mi cabeza en la almohada y cerrar los ojos para volver a dormir hasta que mi cuerpo volviese a decidir despertarse.
Pero, no fue él quien decidió, sino el sonido de la puerta. Abrí mis ojos al pensar que podría ser alguien de su familia y lo difícil que sería hacer una escusa de esto.
Volví a levantarme con mis codos en el colchón para ver qué él seguía durmiendo como si nada. Suspiré y pensé que no tenía por qué abrir la puerta porque no era mi casa, así que fuese quién fuera se pensaría que estaba dormido y se iría.
Dejé mi cabeza de nuevo en la almohada y volví a suspirar. Al segundo, mi teléfono comenzó a sonar. Pensé que estaba en silencio, pero no, estaba en el suelo entre mi ropa y la suya.
Fui a por él mientras le oía resoplar atrás de mí y leí el nombre de mi hermano José. Pocas veces me llamaba, sólo cuando pasaba algo, como aquella vez que me llamó para decirme que nuestro viejo tuvo un leve accidente laburando. Por un momento, pensé que podría ser algo así, por lo tanto no dudé en contestar aunque eso le hiciese despertarse.
- ¿Pasó algo?- pregunté directamente.
- ¿Buen día?
- Dale, José, pocas veces me llamás, ¿Pasó algo?
- Nada, vamos a tu casa y quería saber si estabas despierta antes de tener que esperar fuera.
- ¿A mi casa?
- ¿No sabés qué día es hoy?
- No.
- Hoy venían nuestros abuelos con uno de nuestros primos de España, ya sabés, la familia de nuestra vieja.
- ¿No se acordó?- de fondo oí a Manuel, mi primo de la misma edad que yo.
- Angie, teníamos una comida en tu casa, te lo dijimos hace unos días.- oí ahora a Santino.- Que pelotuda.
- Yo...no estoy.
- ¿Me estás cargando? Dale, Angie, que se enfría la milanesa de nuestra madre, la concha de la lora.
- Voy, ¿Sí? Voy ya.
- Eso espero.
Y terminó la llamada. Miré la pantalla, más bien la fecha. Y sí, era verdad, tenía un recordatorio por parte de mí calendario que era hoy esa comida familiar. Mierda.
- Buen día.- miré hacia atrás y él sonreía después de saludarme con su voz ronca mañanera.- ¿Ya te vas?
- Mis hermanos, comida familiar.
- Si querés voy.
- Ja, ja, muy gracioso.- y la puerta volvió a sonar.- A dónde tenés que ir es a ver quién está rompiendo las bolas a estas horas.
- Es casi la hora de comer, pensaba que vos te despertabas pronto.
- Sí, pero justo hoy quería dormir más.
- Conmigo eh.
De nuevo su sonrisa con sus ojos achinados y todo el pelo revuelto. Se me hacía una imagen inolvidable.
- Dale, andá, yo me visto y me voy a mi casa.
- Está bien, está bien.
Levantó sus manos antes de dejarlas caer en el colchón porque aún estaba ahí tumbado boca arriba con las sábanas tapándole de pecho hacia abajo.
Intentando no destaparme con el pequeño trozo de sábana que yo tenía, agarraba desde la cama la ropa que había en el suelo para tirarle la suya y guardarme a mi lado la mía.
Después de unos segundos en los que vio que iba en serio y ya me había levantado para ponerme el pantalón, él decidió vestirse acabando por ir a abrir la puerta con sólo un boxer y una remera que lo tapaba un poco.
Acabé por ponerme mi top y agarré mi bolso a la vez que me colocaba los tacones. Terminé por guardar mi teléfono en el bolso y al oírle reír desde el salón con una voz masculina, supuse que era algún amigo suyo, así que no me importaba salir para evitar que toda mi familia me odiase.
- Angie.- y me tocó ver a Alejo, que me sonreía.- Por un momento pensé que serías vos.
- ¿Yo qué?
- Dale, ¿Te lo tengo que explicar?
- ¿Qué onda con Diana?- pregunté rápido, haciendo sonreír a Mauro a la vez que desviaba su mirada al suelo.
- Nada, se fue rápido de mi casa, decile si la vez que si quiere otra vez que me llame.
- Sí, ya, bueno yo me voy antes de que se me haga tarde.
Miré a los dos y Mauro volvió a levantar su mirada. Alejo sonrió aún más mirándonos y yo decidí cruzar entre ellos para llegar a la salida, comenzando a caminar sin más hacia mí casa.
- ¡Angie!- cuando me di la vuelta tenía a Mauro justo en la puerta de su casa. Suerte que no salió casi desnudo a la calle.
- ¿Qué?
- Llámame también si querés repetir.
Puse los ojos en blanco, él rió y yo comencé a andar hasta llegar a la parada del colectivo. Esperé hasta que llegó el mío y minutos después ya estaba en el barrio con el teléfono vibrando en el bolso por los mensajes de mis hermanos.
- ¡Llegué!- avise gritando a la vez que intentaba correr hacia ellos cuando les vi.
- ¡Al fin!
- ¡Angélica!
Mi abuela por parte de madre, junto a mi abuelo, vinieron hacia a mí para abrazarme. Ella se llamaba María, él Pedro cómo mi hermano.
- ¿Cómo fue el viaje?
- Angélica, tengo milanesas acá, si me abrís la puerta te lo agradecería.
- Perdón.
Dejé de mirar a mis abuelos para mirar a mi madre y sonreírla antes de ir a la puerta y abrir. Pasaron ellos primero, dejándome a mí la última con Santino.
- ¿Dónde estabas?- preguntó sonriendo y casi susurrando.
- Con Mauro.
- ¿Otra vez?
- Dale, comida familiar, dejá de hablar de mí.
Me miró con los ojos abiertos mientras veía como le adelantaba para ir a la cocina a ayudar a mi hermano Miguel y mi madre, que eran los que se habían traído la comida.
Luego, les dije a todos donde estaban las cosas y ellos prepararon la mesa a la vez que yo me inventaba cualquier escusa para que a mi madre se le pasase el estar molesta con su única hija.
- Ché, ella te cree, yo no.- miré a Miguel cuando nuestra vieja ya se había ido de la cocina, dejándonos solos.- Siempre estás por ahí, pero ya no está Carlos, ¿Lo dejaste por otro?
- Lo dejé porque él se fue con otra.
- Bueno, pero no me has desmentido que estés con algún pibe.
- Son cosas mías, Miguel, sólo te lo diría si hubiese algún problema.
- Con vos son todas soluciones, Angie.
Dijo con ironía, sonriendo más antes de dejarme sola en la cocina. Agarré entonces un vaso con agua y una pastilla que calmase todo el dolor de cabeza que seguro se amplificaria en una comida así.

Piensa En Mí (Duki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora