Capítulo 3: ¿Y ahora qué...?

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Yuma y Astral, juntos tomados de la mano, se dirigieron a lo que serviría como comedor. Lugar antes adaptado para Yuma, ya que ellos como seres Astrales no tenían la necesidad de comer. O al menos no algo enteramente físico. Contrario a los humanos u otras razas.

Los pasillos parecían recibirlos con más alegría que antes, las paredes blancas, azuladas o cristalinas parecían adquirir un brillo propio. Yuma apostaba a estar en un palacio como en los cuentos de hadas que tanto le gustaban a su hermana. Y junto a él, el príncipe Azul que se supone sueñan todas las princesas.

Aunque pesándolo bien. El palacio del Mundo Astral no podía ni compararse realmente a la verdadera belleza que irradiaba por sí mismo. Los cuentos eran una blasfemia con solo narrar algo parecido a donde estaba ahora.

El príncipe Azul que muchas y muchos anhelaban. Se le cumplió, aunque de una manera algo literal. Su amado Astral por sí mismo ya era azul. Así, que. Bueno, eso lo hacía cumplir con el requisito, ¿no? Sin embargo, dando la situación actual. El ser Astral ya no era un príncipe. No, señor. Él ahora era en toda regla un Rey.

Si mal no recordaba, Astral le mencionaba ahora todo lo que hacía en su Mundo. Entre montañas de papeleo, revisiones de ciudades cercanas, así como la principal. Nuevas reglas y leyes. Ya que las antiguas leyes eso eran. Antiguas y obsoletas a este punto, por ende, necesitaban ser actualizadas. Y muchas otras cosas más que ahora no podía rememorar. Pero que eran igual de importantes y valiosas.

El tener a un ser como él a su lado. Era mucho mejor que sus sueños. Por favor. Los príncipes de los cuentos quedaban obsoletos ante tal maravilla de ser.

Y al final. Él no era una mujer. No era una chica esperando a que el príncipe azul viniera y le rescatara de una vida que ella misma pudo haber evitado siguiendo un camino independiente y valiente. No. Él era un hombre, joven por su edad marcada de 16 años. Casi 17. Y a su corta edad estaba agradecido con ello.

Ya había casi muerto dos veces si no fuera por Astral, y viceversa. Vivió y triunfo. Había pasado por tantas cosas en tan poco tiempo, que su mente y alma habían evolucionado casi a la altura de su compañero. (Aunque sinceramente Astral le rebasaba con milenios). Pero volviendo al presente. Gracias a ello. Se sentía listo y dichoso de poder continuar con el siguiente reto que alegraría sus vidas. Su pequeño o pequeña niña.

Yuma sonreía sin parar. La luz en sus ojos irradiaba amor y esperanza. Los sirvientes y habitantes del palacio lo notaron. Y los rumores no esperaron.

Las Doncellas en sus deberes comenzaron a susurrar. Los guardias comenzaron con apuestas y uno que otro reto en Duelo. Los ayudantes más directos del Rey solo se dedicaban miradas cómplices. Pronto el Mundo Astral se enteraría de la verdad. Pues el tan solo ver a su majestad en busca de Ana, era una prueba irremediable de que ahí pasaba algo.

Astral en su propio Mundo apenas y lo notaba, y sinceramente poco le importaba. Estaba feliz. Yuma de igual manera. No había por qué preocuparse. O quizá no ahora. Su objetivo principal por ahora era aquel comedor. El cual doblando una esquina comenzó a hacerse notar.

Sirvientas iban de aquí allá. Haciendo cada una con esmero sus mandados. Astral y Yuma se las toparon en los pasillos, y ellas solo se limitaban a sonreír, e inclinarse en señal de respeto. Y eso sucedió hasta llegar al lugar, en donde su único obstáculo eran las puertas blancas y enormes, las cuales fueron abiertas para ambos por dos guardias, quienes no dudaron en imitar un poco a las sirvientas en cuanto a su saludo a ambos monarcas.

Astral se mostró satisfecho. Yuma, por lo contrario, no estaba acostumbrado a tanto respeto y mucho menos atención. Pero al ver a Astral actuando con normalidad, supuso que todo andaba bien. Y decidió pasar con su pareja.

Nueve Meses y Un Año [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora