La Lluvia del Eclipse

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La vida sin duda era a veces impredecible, inquieta. No podías relajarte en ningún segundo antes de que te sorprendiera con algo nuevo, reluciente o maravilloso. Siempre había algo con lo que llegaba como regalo, pero otras veces, cada uno entendía que eso no era posible, pues justo como se presentaba de bellos colores ante ellos. También había momentos en los que era demasiado injusta, aparecía solo para arrebatarte todos y cada uno de tus logros, y esas veces, era casi imposible hacer algo para contradecirla. Era más como una prueba que debías superar si tenias la fuerza o el coraje para hacerlo. Y esto bien podía ser contraproducente, ya que, se abrían dos posibilidades, una de ellas era la victoria, la gloria que alcanzarías si lograbas superar cualquier cosa que se haya aparecido como un obstáculo, la segunda, la segunda destruía muchas vidas. El fracaso era lo que se esperaba, lo que mas era temido por todos, no había ni siquiera una excepción que les dijera que estarían felices de fracasar. Perderías todo, absolutamente todo. Y eso era lo mas aterrador.

No, mas bien, la vida misma siempre fue aterradora. Jamás sabias que es lo que ocurriría a menos que pudieras verla como un abismo ante ti. La mayoría se perdía en eso, los que más tenían suerte, podían lidiar con ella, pero nunca ganarle.

Esa es a regla, la única regla jamás escrita pero la mas seguida. Todo ser viviente era consciente de ella, no había nadie que no estuviese consciente de ello. Hotarando bien es una prueba de ello. Una pobre victima del abismo que represento su propia vida y existencia, la cual solo estuvo plagada de fracasos y malas jugarretas antes de que se le diera una segunda oportunidad. Donde tuvo que atravesar la muerte para ello, para ganarla.

Así era, y así debía ser, era el orden natural de las cosas, sin embargo, solo por esta vez, solo por un atrevimiento y arranque de valentía, el ser mas impuro que alguna vez piso la tierra o algún otro Mundo. Rogo a los cielos para una segunda oportunidad. Solo una. No desearía mas si solo obtenía aquello.

Un averió. Un gran averió en el universo mismo.

¿Pero qué es lo que lo hacia especial? ¿Qué hacia que las estrellas lo miraran con pena y angustia? ¿Qué?

La respuesta era nada. No había nada. Solo era él, él contra todo el universo. Contra la vida, contra las reglas. Y muy en el fondo sabia que eso era alzarse en blasfemia contra todo lo conocido y lo regulado.

Era una locura.

Pero eso era lo único que tenia para rogar, para que sus rodillas sangraran y su vida se fragmentara antes de volverse a unir y seguir con aquel pedido que solo era oído, pero no visto. Fue difícil, muy difícil. Pues incluso quiso ser un sacrificio para que algún poder le hablara, le consolara en su dolor. Pero eso no rindió frutos, era indigno. Era oscuro.

Sus gritos se ahogaron, y la vitalidad de sus ojos se apagaron. Al menos hasta que uno de esos seres vagantes le miro, y tendiendo su mano fue que lo llamo. La brillantes segándole ante su desesperación, su angustia; consiguiendo calmar un poco su alma, antes de que esta misma tuviera un precio. Uno muy alto. Tan alto que debió consultarlo con lo tambaleante, con su todo, con su Mundo. Al final consiguiendo la respuesta que esperaba, un milagro que costaría todo lo que el representaba, lo que el era.

Y sencillamente no le importo. No importaba. Después de todo, no había nada que no hiciera por su esposo, su amado esposo en cama, quien le esperaba cada noche antes de consolar su agonía con amor y cariño. Las caricias regresando la vitalidad antes de que la perdiese al volver, iniciando un ciclo que fue difícil de romper después, cuando todo empeoro.

Y cuando ese ser tendió la mano, en espera de un pacto. A cambio, otorgando el milagro. Milagro que no peso en ningún momento. Bien podía volver a hacer todo de nuevo, y si tuviera mas almas que vender, bien podía darlas todas solo para este propósito.

Nueve Meses y Un Año [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora