Turbulencia en Blanco (II)

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En el campo de entrenamiento a las afueras del Palacio. En la antigua Gea. Se podía escuchar con claridad los golpes de los metales chocar entre sí. Soldados recién inscriptos eran los que provocaban tan alboroto. Ese era el inicio de su entrenamiento, cosa que lograba entusiasmarlos. Habían distintas caras y ambas razas ahí. Neran y seres Astrales pasaban a ser compañeros en poco tiempo. Apoyandose mutuamente en el camino a recorrer. El polvo levantandose apenas por los movimientos que surgen al dar una estocada o un golpe para derribar al contrario. Esto siendo su distracción de lo que ocurría ahí mismo. Pues en la esquina del lugar se encontraba un tierno Elifas. Su edad apenas alvanzando los 8 años.

Un instructor y entrenador era lo que tenía en frente. Quien sin contemplaciones o demas cuidados, atacó al pobre niño con fuerza, mandandolo a volar varios metros lejos de él, chocando contra el suelo, haciendo que heridas antiguas se abrieran, mientras su pequeña boca comanzaba a derramar sangre. Esto valiendole poco a aquel ser Astral.

-¡Levantate! ¡No debes dejar que nadie te haga de esa manera! ¡Defiendete!-Exclamo a aquel niño tirado en el suelo. El cual poco a pocp se levantaba de aquel lugar. Tomando una espada un poco más grande que él. Alzandola con esfuerzo para defenderse. Tratando de esquivar un nuevo golpe en su contra- ¡Muevete! ¡Si solo me miras no tendras tiempo si quiera de despedirte!-Un nuevo golpe llego a sus costados. Uno que volvió a lanzarlo lejos. Ocasionando que su espada saliese volando también.

Elifas estaba realmente cansado de aquello. Sus manitas siendo apenas lo suficientemente fuertes para aguantar todo aquello. El odiaba esto. Odisba el uso de las armas. Odiaba tener que ser entrenado a la fuerza. Más callaba. Eran ordenes de sus padres después se todo. Sus rodillas tocaron el suelo, al igual que sus manos. Su respiración agitada solo era simbolo de los limites que ya estaba alcanzando. Aquel instructor le miro. Y dando una mueca molesta, fue que se acerco a él.

-No has avanzado mucho desde que comenzamos... ¿Puedo saber por que?-Cuestiono con dureza. Provocando que el niño bajara la cabeza. Dudoso por hablar. El ser Astral suspiro. Bajando sus armas. Ayudando a levantar aquel niño- Esta bien. Dejaremos el entrenamiento aquí. Pero quiero que sepa, que esto será reportado a sus padres. ¿Lo ha entendido?

Elifas solo asintió. Tomando su brazo con la mano contraria. Apretando un poco la tela con fuerza. Iba a ser castigado otra vez.

-En ese caso. Comenzaremos de nuevo mañana. Espero verlo puntualmente aquí una vez más-Termino aquel instructor. Llendose a quien sabe donde. Dejando atras al pobre niño que no paraba de sangrar.

Elifas odiaba esa vida. Odiaba todo lo que pasaba. Y odiaba verse envuelto en eso. Sin posibilidad de escapar. Dio una sonrisa triste. Melancolica. Y tomando aquella arma que le pertenecia, fue que se adentro al Plaacio. Dirigiéndose a su habitación. Encontrandose apenas con un par de sirvientes, quienes solo daban una reverencia en silencio antes de seguir su camino. Ignorando el dolor del infante.

Sus pasos una vez más sonando con ligera fuerza. Algo torpes. Pues seguía realmente herido. Así, con esfuerzo llegando a su habitación. Fue  donde pudo respirar. Encontrándose con uno de sus sirvientes. Uno recién egresado. Un ser Astral de piel oscura y joyas en su cuerpo. Al fin de cuentas. Su amigo. Aren era el encargado de curarle esta vez.

Sonrio. Realmente aliviado. Así que cerrando la puerta detras de él. Fue que paso a sentarse en la cama. Pasando a ser atendido con rapidez.

-Hola Elifas...-Saludo con suavidad Aren. Mientras pasaba a despoja r a su amigo de las ropas dañadas. Encontrando severas heridas debajo. Esto sacandole una mueca preocupada-No entiendo como permiten que te hagan esto.

Un paño humedo paso por el cuerpo del mayor. Quien solo apreto sus dientes ante el ardor. Derramando una silenciosa lagrima de dolor.

-No lo sé... Yo tampoco lo entiendo...-Admitio para el menor. Quien solo nego. Su mueca cambiando a una molesta. ¿Qué podía hacer él para ayudar a su amigo? La respuesta era sencilla. Nada. Esto causando una erorme impotencia. Él solo era un sirviente. No debía siquiera estar hablando con el príncipe. Pero aquí estaba. Desobedeciendo las normas. Jugandose la vida por su amistad.

Nueve Meses y Un Año [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora