Las Dichas de la Vida

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Yuma, para este punto ya había vivido tantas cosas, que incluso se llegó a preguntar si seguía igual de joven y atento como lo era en un principio. Tantas experiencias acumulándose parecía que le mencionaban que ya debía tener al menos treinta años ya, y eso sin contar las veces en las que fue amenazado y obligado a actuar a favor o en contra de asuntos que realmente no le competían en primer lugar. Ahogándose en ellos una vez decidió seguir adelante por su cuenta y en apoyo a su compañero de vida, quien más tarde se convertiría en el amor más grande habido y por haber. Sin mencionar el hecho de que tiempo después, entre la emoción y el amor a flor de piel. La concepción del fruto de amor entre los dos se dio, sin pena ni gloria.

Impresionante, e inesperado a la vez. Pero felizmente siendo algo que se aceptó a su momento, pasando a ser celebrado de muchas maneras ante lo que representaba y como esto se fundía con lo que era su actual papel y su propia vida. Todo ello por supuesto, llenándose de aventuras y peligros que, para bien, fueron superados en conjunto con su amado y sus amigos. Quienes jamás le dejaron solo ni por asomo. Demostrándole su apoyo hasta el cansancio, y, aun así, reafirmando que no importaba que sucediera, ellos parecían seguir en deuda con él y Astral. Muy a pesar de que ellos enfatizaran que eso no era verdad.

Sus amigos seguían en su postura a pesar del tiempo. Sonriéndoles con cariño, mientras daban sus manos a tomar.

Y sinceramente, estaba demasiado agradecido por ello. Muy, muy agradecido. No se imaginaba estar solo como alguna vez se percibió de niño, en donde, recordando, incluso su Astral se le fue arrebatado por la mano del antiguo Rey del Mundo Astral. Alejándolo hasta que fue casi lo suficientemente tarde para hacer algo al respecto, pero con ello regalándoles una de las mejores experiencias que terminaron por unirlos mucho más de lo que habían estado desde un principio. Acercándolos tanto, que ahora parecía que en donde comenzaba uno terminaba el otro. El amor que se mantenían siendo suficiente para poder seguir con todo lo demás que fue surgiendo gracias a conflictos pasados.

Peleas que quedaron inconclusas, pero que fueron solo pauta para demostrarles lo fuertes que eran a pesar de no ganar abiertamente. Cada uno de ellos procurando siempre velar por el otro, mientras veían como es que el tiempo siguió pasando hasta que el nacimiento de su hijo llego. Lo cual, aporto mucha más felicidad a sus vidas de lo que alguna vez pudieron imaginar. Muy a pesar si ese bello y etéreo niño les robaba el sueño y la tranquilidad. Ese era su trabajo de todas formas, ellos cumplían su papel tan diligentemente pudieran para que Hoshiyomi no se enojara o entrara en angustia. Siendo calmado por el latir de sus corazones en conjunto o con la energía que podían proporcionarle. Prometiendo cuidarle de esa manera hasta que creciera fuerte y sano. Feliz con lo que le rodeaba, y con quienes le rodeaban.

Humilde como el príncipe heredero debía ser. Sin pedir más, pero tampoco pedir menos. Un balance que después se le implementaría por el bien de él mismo y el pueblo astraliano. Comprendiendo las responsabilidades que podrían pesar en él y en lo consiguiente, en su vida.

Y con todo ello. Yuma se seguía preguntando si no todo pasaba tan rápido. Tantos momentos vividos y guardados para siempre en su memoria, pero que poco a poco pasaban a ser recuerdos de algo que fue y que jamás regresaría. Ciertamente abrumándole hasta que podía sentir como es que Astral le tomaba de su mano para llamar su atención, trayéndolo de regreso a la realidad que vivía. A un tiempo presente en el cual le observaba con una infinita bondad y cuidado que, le hizo replantearse todo lo pensado. ¿Ese era el poder que tenía Astral sobre él? Algo un poco risorio en alguien que es un espíritu libre e independiente.

Rasgo que incluso Astral respetaba abiertamente. Y, aun así, le hacía anhelar volver a su hogar. A cada vuelo, a cada aleteo lejos. Su mente siempre se enfocaba a su amado y su hijo. El sentimiento seguía siendo abrumador después de tiempo sumergido en él. Siendo muestra de que el amor existía, que era real. Y, sobre todo, que era algo que él tenía la dicha de disfrutar y gozar.

Nueve Meses y Un Año [Editando]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora