Capítulo 159.

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____.

 Bajé del coche y ajusté mi abrigo alrededor de mi sin detenerme, era una madrugada muy fría. Escuché a mi papá hablarme pero no presté atención a sus palabras, es probable que fuese más parecido a correr lo que hice, no me detuve hasta que escuché el portazo de la puerta de mi cuarto cerrarse tras de mí.

Me deshice de todo y entré a la ducha. Al verme en el espejo me sorprendí de dos cosas: la pequeña mancha magenta en mi mejilla evidencia física de lo que ocurrió y también estaba el hecho de que jamás me había sentido mal por mí por lo triste que parecía y eso me llenó de rabia. No quería estar triste por él, ni por nada. No valía la pena. No esperé a que el agua de la regadera se calentara y me sentí el líquido helado calando mi piel. Poco a poco el agua se fue entibiando y mi furia también, ¿por qué estaba furiosa? Me pregunté y me sentí aún más tonta. Claro que Ashton no podía llevarme con él. Eso no hubiese sido positivo en ningún modo. Sin embargo reconozco que a mí eso no me importaba, yo quería estar con él y punto. Lo necesitaba y no pensé en nada más. Pero él aparentemente si lo hizo.

Salí de la ducha y me tumbé en la cama, aunque no pude dormir, mi mente no me dejaría las cosas tan fáciles. Comencé a preguntarme ¿Y ahora qué? Y no fui capaz de conseguir una respuesta, al menos no una que me hiciera sentir bien.

Tire de mis pies hacia mi pecho y acomodé mi mentón sobre las rodillas. Aún se escuchaba que por la calle había gente celebrando el año nuevo. Yo llevaba unas horas y no tenía nada que celebrar.

Hice varios intentos por dejar mi mente quieta y en blanco. Por matar la necesidad de Ashton y de preguntarme qué era lo que hacía en este momento, de esperanzarme en que estuviera pensando en mí y deseando que se arrepintiera por haberse ido.

Aparentemente iba a ser un día gris y húmedo. Queso salta a mi cama y me rastrea para acurrucarse cerca de mis piernas. Con los dedos acaricio su espalda y él comienza a ronronear.

Cuando levanto la vista veo a mi papá recargándose en el marco de la puerta y agacho la mirada. Se acerca a mi cama y Queso lo nota, se coloca en posición de acecho y salta cuando él se sienta en la esquina del colchón, sus saltos parecen más brinquitos, ha salido al pasillo por la puerta.

 - Cuanta energía tiene siempre – me dice mi papá y yo asiento con la cabeza.

 Allí está otra vez el nudo en la garganta. Ganas de estallar.

 -______ - al escucharlo decir mi nombre hundí mi cabeza entre las rodillas – ¿te duele?

 Era una pregunta tramposa, había muchas cosas que me dolían en este momento, pero estaba segura que él se refería al moretón de mi mejilla.

 - Sabes que no era mi intención, jamás te pondría una mano encima incluso si…

 Dejó su frase en el aire, me envalenté a terminarla.

 - ¿Incluso si…? – Insistí – si de repente… no soy la hija que  esperabas que fuera.

 - No eso, ______, no te miento, todo esto me sobrepasó, uno no se prepara emocional ni mentalmente para afrontar algo así, pero eso ya no es ahora el punto, yo soy tu padre y si voy a exigir responsables por  esto, pues debo comenzar por aceptar la parte que me toca…

 - ¿Ahora te echarás la culpa de mis actos? – le pregunto sincera, más mentiras no funcionaran entre ambos.

 - No, te equivocas, pero sí sé que mi primera reacción no ha sido la más civilizada… sabes que jamás estaré favor de la violencia pero…

 - … la cara de Ashton fue la excepción.         

- No es de él de quien vengo a hablar – me reprende enseguida.

- Obviamente, él ha dejado de ser de tu agrado.

- Bueno, eso ocurre a veces cuando descubres que a pesar de ser el profesor de tu hija no le impide sostener un romance con ella.

- Me haces ver como una colegiala tonta víctima de la seducción de su profesor.

- Él es el adulto.

- Yo también lo soy. Hablas sobre responsabilidad, deja que yo acepte la mía.

- Basta con eso _______.

- Mira papá, sinceramente  no tengo fuerzas para discutir y no quiero ¿sabes? Así que por qué no mejor me dices cual es mi condena y nos evitamos todo esto.

Mi papá se levanta de mi cama de golpe y me sobresalto.  Pero solo lo hace para acercarse más a mí.

- ¿Recuerdas cómo te hiciste esta herida? – dice señalando a la tenue cicatriz pálida cerca de mi rodilla.

Lo miro extrañada, ¿a qué viene esto ahora?

– Fue en uno de mis cumpleaños, con los patines, ¿no?

- Fue en tu cuarto cumpleaños – me dice él – deseabas unos patines más que nada en tu corta vida, pero tu mamá había dicho no. Entonces tú tuviste esa mirada de decepción que provoca a uno vender su alma por hacerte feliz de nuevo… Te los compré.

- Desobedeciste a mamá, no te creo.

- Fue ahí cuando aprendí que ella siempre tenía la razón – hay un esbozo de sonrisa que no llega a sus ojos - el no seguir su consejo porque yo solo quería hacerte feliz resultó muy caro, te di los patines sin preocuparme de nada que no fuera tu cara de alegría. Nunca me puse a pensar que antes de dártelos debía asegurarme que los supieras utilizar… o que a ti se te podría ocurrir bajar por las escaleras usándolos…

Ruedo los ojos.

– Tenía cuatro años.

- Uno no nace sabiendo cómo ser padre – me dice –  se va aprendiendo, y aunque lo de tus patines parezca un ejemplo tonto y simple aprendí mucho de ese día. Con cuatro años o con dieciocho, yo sigo siendo tu padre. No soy un monstruo, te amo hija cómo no tienes idea, y por eso quiero que sepas que no voy a decir que si solo para hacerte feliz… cuando sé que vas a salir lastimada.

Se acerca a besar mi frente y no dice nada más, yo tampoco, no porque no quiera, sino porque no es adecuado. Él se va y el sueño sigue sin venir a llevarme, la lluvia ha comenzado a golpear el cristal de mi ventana como dedos tamborileando y un par de lágrimas se me escapan sin que pueda hacer algo por evitarlo. 

mi profesor 》irwin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora