Capítulo 165.

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— ¿Qué lees? — cierra el libro y lee la portada con total confianza.

De acuerdo. Paren. ¿De qué me perdí con esta chica? ¿Cuándo llegamos a este trato tan cercano?

— La isla del tesoro — hace una especie de pico de pato retorcido que puede ser buena o mala. Imposible definir. — Mola bastante, al parecer.

Creo que finalmente ella lee mi lenguaje corporal de “qué diantres ocurre aquí”.

— Eres uno de esos de pocas palabras — parece una pregunta aunque no suena como tal. — o te estáis preguntándote por qué te hablo.

— Bueno, sin afán de ofender, la segunda opción. — le digo y ella sonríe como si hubiese esperado esa respuesta.

— Oh, vamos. Ya hemos charlado antes.

— ¿Acusarme de mirar tu escote cuenta cómo charla?

— Vale, sí que eres sensible. Pero dime una cosa eh... — ella mueve su mano en ondas solicitando mi nombre.

— Ashton — le digo y ella continúa.

— Ashton, ¿Qué pensaríais tú si de la nada el desconocido de lado en el vuelo os queda mirando largo rato con dirección aparente a tu escote sin moverse?

— Algo parecido a que la desconocida del vuelo te grite y después quiera conversar amablemente contigo — le digo y ella ríe.

— Touche.

Ella me devuelve mi libro. ¿Cuándo lo tomó?

— Sí, sabía que no leías ese libro, jamás cambiaste de página. — En sus manos sostiene foto-separador donde estoy con ______.

— Oye... — digo casi estupefacto. No sé ni que decirle. Es de lo más extraña su actitud para mí.

—Ah… Pero que monada son. — dice con ternura.

— Podrías devolvérmela.

— Oh-ho — dice ella — tema delicado. Bip-bip-bip retrocedan bip-bip.

Tomo la foto de sus manos y la guardo en el bolsillo interior de mi abrigo.

— Perdona — me dice ella, su voz suena tímida ahora — a veces suelo ser muy muy muy impertinente. Os juro que no era mi intención... bueno... uhm... perdona.

— Descuida — le digo indiferente — no es nada.

— Sabéis, debería callarme ahora, pero me es difícil ignorar a alguien con unos ojos tan tristes como los tuyos.

Vuelvo a verla, parece realmente preocupada.

— ¿Mal de amores? — me pregunta.

— Más que eso. Es complicado.

—  ¿El amor o el más que eso?

— Realmente quieres saber ¿no?

— Lo siento, es que si veo un tío bastante majo como tú sufriendo por amor me parece un caso necesario e interesante de analizar, mira, es lo que yo llamo la  antítesis perfecta de que los sujetos al cumplir los estándares de belleza de la sociedad occidental actual no les asegura siempre la obtención de una supremacía de éxito y oportunidades con sus contrapartes menos estéticamente apreciables.

— ¿Qué?

— Es una manera menos cruel de decir que la gente guapa también fracasa.

— Suena bastante superficial — acuso.

— No os estoy diciendo que no lo sea, pero es uno de mis objetos de estudio, ‘Las implicaciones de los estándares de belleza en la vida cotidiana de los sujetos’. — lo dice como si lo estuviese leyendo de un espectacular — vale, aún trabajo en él, como dice el profe Marín "el título es lo de menos si no tienes nada a consistente a qué asignárselo".

— ¿Qué clase de trabajo es ese?

— Bueno, se está puliendo, pero buscaba algo interesante para mi tesis — se encoje de hombros — básicamente trabajo en ella desde que fui aceptada en Georgetown.

— ¿Estudias en Georgetown?

— Sí, estoy a un pelín de mi último año en el bachelor de antropología.

— ¿Tú? ¿Antropología? — la escudriño con la mirada. No había conocido hasta ahora a ningún antropólogo que luciera tan "a la moda".

— ¿Pensáis acaso que lucir como un hippie es requisito de mi carrera? — Me pilla en los pensamientos.

— No — le miento — es que... bueno, yo también voy a ingresar a Georgetown, para hacer un master en Historia.

— ¿Bromeas? — Pregunta con desconfianza pero yo niego con la cabeza — vale, esto sí que es de película.

— Pues yo estoy bastante acostumbrado — murmuro. He vuelto a pensar en ______ y todas las veces que dijimos lo mismo.

— No, sigo sin creérmela. Pero eso significa que ésta no es la última vez que nos veremos, Ashton.

—Es probable — le digo — aunque en realidad no conozco ni siquiera tu nombre.

Ella sonríe como si hubiese esperado a que preguntara por ello.

— Tara, 22 años, nacida en Jalisco la tierra de mi padre pero crecí en Galicia  la tierra de mi madre y si se te ocurre bromear sobre el hecho de que soy mitad Gallega juro que os torceré el pescuezo con mis propias manos gallegas y mi intensidad tapatía — sonríe con malicia — Futura antropóloga por la universidad de Georgetown, lo cual ya sabías. Hablo cuatro idiomas y puedo tocar mi cabeza con la punta de los pies — sonríe con satisfacción — ¿Te es suficiente de  mí por ahora?

— Mucho gusto, Tara — respondo.

— Ya sabes más de mí, ahora sí, es justo que yo sepa más de ti.

—  ¿Qué quieres saber?

— No sé, lo usual, quizá sobre por qué luces como si la vida te hubiese cagado encima y la historia de la chica de la foto que escondiste... lo básico.

Río negando con la cabeza. Al menos ella ya reconoce que es una persona muy impertinente.

— ¿Me vas a contar sobre ello?

— No. Lo lamento.

Creo que me agrada. Pero mi historia con _______ no es la telenovela de las 8. No iré por la vida divulgándola a desconocidos, específicamente.

— ¿Lo harás algún día?

— Es una posibilidad.

— Vale, respuestas correctas, creo que ya me agradas.

Y así fue como conocí a Tara en el mismo vuelo que me llevaba tan lejos de _________. 

Tara habla de muchas cosas más antes de caer dormida. Cuando el silencio llega me es casi imposible no pensar una vez más en _______ y en que la que está ocupando el asiento contiguo no es ella y que debo acostumbrarme a su ausencia.

mi profesor 》irwin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora