Keyttlin ha escuchado con atención toda mis historia, la más loca y (desde mi parecer y sentir) preciosa que jamás haya tenido que contar. No me interrumpe más que para alguna pregunta ocasional hasta que llegó al punto que nos llevo a estar teniendo esta charla.
- Si hace un año alguien me hubiese dicho que viviría algo como esto… hubiera jurado que estaba loca. Pero ahora… - suspiro – ahora todo es, diferente.
Ella tiene cara de estar procesando todo pero muero por saber que piensa, bueno o malo, deseo saberlo ya.
- Y bien, ¿me vas a decir algo? – insisto.
Key comienza a reír, literalmente, sus mejillas se tornan coloradas y su respiración se corta por las carcajadas que suelta, se abanica con su mano, como intentando controlarse pero no lo logra. Diagnóstico preliminar: ya enloqueció.
- ¿Por qué ríes?... ¡Keyttlin!
Ella cobra nuevamente la compostura pero sigue riendo.
- Ay _____, es que no lo entiendes, sabes, todos cometemos locuras y esas cosas, pero tú no, nunca lo haces, así que esto es como si las hubieses guardado todas para cometerlas de una sola vez – Keyttlin vuelve a reír y aún no entiendo por qué.
- Es tan divertido – dice ella – ¡ahora lo entiendo! Por eso habías estado tan rara. Y esa cosa de la primera guerra mundial… ¿cómo no lo pude ver? bueno quizá porque nunca te había visto… enamorada. ¡Y te odio! Debiste contarme antes.
- Te dije que todos teníamos secretos.
- Claro, pero esperaba, qué sé yo, que durmieras en pijama de bebe o babearas la cama… No que le dieras sus besitos al señor Irwin.
- Ashton… - le digo – acá entre nosotras, no le digas Sr. Irwin, por favor.
- Sabes que esto es una bomba, ______
- Pero no puedes contárselo a nadie…
- Oh mi dios, esto es tan…. – Key hace una mueca como cuando los niños prueban limón, aprieta los labios y los ojos – ¡tan romántico! Es que… ¡Ay!
Esa es la Keyttlin que yo conocía, tan alocada y bizarramente funcional a comparación del común de las personas. Comienzo a creer que me agradan las personas que son así.
- Entonces no estabas rara por mi…
- Siempre quise que entendieras eso.
- Yo… - Keyttlin muerde su labio inferior – yo escuche lo último que hablaste con el Señ… con Ashton.
- ¿Estabas espiando? – acuso.
- No era mi intención, pero, ya, eso, a lo que voy es que me alegro mucho saber que realmente confías en mi.
- Eres como mi hermana, ¿cómo llegaste a pensar que ya no sería así más?
Keyttlin se incorpora de su silla y me abraza y yo la abrazo a ella.
- Esta es la locura más grande y estúpida que quizá puedas cometer – me dice abrazada a mí – pero si te hace feliz yo estaré allí para volverme loca contigo.
- Te quiero, no tienes idea de cómo me asustó creer que me quedaría sin tu amistad, eres mi familia. Eres la hermana que nunca tuve.
- Y tú la mía, yo solo tengo al loco de Itamar…
Keyttlin vuelve a su asiento y una sonrisa traviesa se pinta en su rostro. Ya decía yo que había sido demasiada dulzura para una sola charla.
- Y… mientras espiaba – contiene una risita – vi cuando se despidieron.
Otra forma de decir que vio cuando Ashton me besó.
- Ya vas a comenzar – me lamento.
- No seas mala, cuéntame, ¿qué tan buenos besos da?
- ¡Keyttlin! – mis mejillas comienzan a sentirse calientes, probablemente mi rostro completo se está tornando de colores.
- Deben ser muy buenos si te ponen así, ¡mírate!
- ¡Ya, no seas metiche!
- Sabes que no dejaré de insistir… - entona cual niña de 5 años.
- Si – admito – sus besos… - no puedo creer que esté hablando de ello – sus besos son… buenos.
- ¿Buenos? Por la sonrisa de tu rostro podría decir que son más que eso.
- De acuerdo, son grandiosos, más cuando… - me muerdo la lengua. Iba a comenzar a dar detalles.
- ¿Más cuando qué? – Pregunta Key – te toma entre sus brazos con esos brazotes que tiene – dramatiza ella.
- Estás loca – digo riendo por sus expresiones.
- ¿Qué es lo que más te gusta de él? – comienza a sondear, sé que muere de curiosidad.
- Sin dobles sentidos, _____ – bromea Key con picardía.
- ¡Keyttlin! Eres una sucia, yo no estaba pensando en nada de eso.
- Porque es probable que aún no lo conozcas – dice entre risas.
- ¿Cuándo te volviste tan sucia, señorita? – le acuso pero ella sigue divertida.
- Ya, en serio, dime…
- Bien, me gustan tantas cosas de él, a simple vista es muy atractivo…
- Mucho – interrumpe mi amiga.
- Pero es tan dulce, no lo sé, me encantan sus ojos, y las pequitas de su nariz.
- ¿Tiene pecas?
- Sí, de cerca se ven más.
- Y tu sí que le has visto de cerca – bromea y yo me ruborizo, pero ni como negarlo.
- A veces me hace enojar por ese sentido del humor que tiene, pero en el fondo es algo que amo de él, me gusta cuando se comporta tan lindo conmigo. Su sonrisa y como me hace sentir. Me gusta que sea culto, poder hablar con él por horas sin aburrirme ni un segundo y que me haga perder la concentración. Oír su voz por las mañanas con y ese mechón de pelo necio que cae en su rostro…
- Wow, de acuerdo, tú no eres ______ - dice – muere zombie – lanza un panecillo y me da en la cara.
- ¿Qué haces?
- Quería asegurarme que eras tú y no un zombie come cerebros.
- Esto no se va a quedar así… - le lanzo una servilleta y cual niñas chiquitas comenzamos a correr por toda mi casa, ojala todo pudiera ser así de fácil nuevamente, pero no me arrepiento de nada de lo que he hecho. Ashton es un riesgo, pero es el riesgo que podría tomar una y otra vez sin arrepentirme o dudarlo por algún segundo.