90. Noreste

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Laya se dejó caer al suelo agotada. Elisa respiró profundamente.

- Ahora que todo ha pasado, puedo decir que llegué a tiempo - dijo Elisa aliviada.

Laya le dirigió una mirada de agradecimiento. Mientras tanto, Picara se acercó a Laya.

- Voy a curaros las heridas y a reducir vuestro cansancio - dijo Picara mientras le hacia un gesto a Elisa para que se acercara también. - Tenemos que deshacernos de los demonios que quedan en pie e ir a ayudar al resto.

Elisa y Laya asintieron a la vez. Elisa se sentó al lado de Laya, Picara se posicionó detrás de ellas, puso sus manos en la espalda de las chicas y comenzó a emitir una luz de color verde azulado. Tanto Elisa como Laya empezaron a sentir una sensación de calor muy agradable y empezaron a ver como sus heridas se iban cerrando y sanando.

- Ahora que tenemos un poquito de tiempo - empezó a hablar Laya, rompiendo el silencio. - ¿Cómo es que estás aquí Pícara?

La mujer respiró profundamente y sin dejar de emitir energía curativa sobre las chicas, les explicó todo lo que había pasado antes de que llegase a Hudisia junto con Theron sin entrar mucho en detalles.

- Cuando llegamos aquí, justo apareció Elisa desesperada pidiendo ayuda. Rápidamente nos explicó la situación en vuestra zona y la acompañé para ayudar - terminó la explicación Picara.
- Tuve mucha suerte al encontraros, la verdad - comentó Elisa. - ¿Verdad, Laya?

Laya permaneció callada, estaba pensando en todo lo que le acaba de contar Picara, analizando en su cabeza si habían descubierto o tenían la sospecha de algo de lo que les contó Scott a Leo y a ella en el reino de los dioses, pero a su vez buscó una respuesta en su cabeza porque no quería que Picara sospechara de ella al permanecer mucho tiempo callada.

- Sí, tienes razón - respondió finalmente Laya. - Gracias por ayudarnos Picara.

La mujer le dedicó una sonrisa y pocos segundos después sus manos dejaron de emitir luz. Las chicas se levantaron del suelo y empezaron a mover sus extremidades comprobando que no les dolía nada.

- Oye Laya, antes de lanzarnos al ataque, ¿qué es eso de la marca? Me lo dijiste antes de empezar la pelea contra Xenres. Era la razón por la que solo te atacaba a ti ¿no? - preguntó Elisa.

Laya se quedó paralizada unos segundos, Picara le miró intrigada esperando a que respondiera.

- Sí, como dije antes tuvimos un encuentro en el reino de los dioses. Después de un malentendido, nos enteramos que el Rey Dios le habia quitado la marca negra a un mago negro, ese era Xenres. Atacó el reino de los dioses para recuperarla pero se lo impedimos.
- ¿Dónde esta esa marca ahora? - preguntó Picara.

Justo en ese momento un demonio fue a atacar a Elisa por la espalda, estaba tan pendiente de la conversación que no estaba atenta a lo que le rodeaba. Picara, viendo de reojo que algo iba a atacar a Elisa, estiró el brazo hacia la joven e hizo un movimiento rápido con la mano, provocando que el demonio se desintegrara en el acto.

- Olvídalo por ahora, cuando acabe esto ya tendremos tiempo para preguntar y responder todo - dijo Picara con firmeza al darse cuenta que "su tiempo de explicación" había terminado.

Laya asintió y se puso en posición de ataque. Elisa miró en todas direcciones, procurando estar más atenta esta vez. La joven observó que se les estaban acercando cuatro demonios, dos a cada lado. Cerró los ojos, visualizó el terreno en su cabeza y se imaginó una distorsión en el espacio en varios puntos concretos.

- Hechizo de espacio: marea embravecida.

Cuando volvió a abrir los ojos, chasqueó los dedos y donde había imaginado que iban a estar las distorsiones, aparecieron unas pequeñas bolitas invisibles que empezaron a distorsionar el espacio que tenían a su alrededor, de tal manera que parecían olas. Uno de los demonios pasó muy cerca de una de las bolitas sin darse cuenta, su cuerpo se empezó a distorsionar mientras gritaba de dolor hasta que su forma corporal fue totalmente antinatural, incluso para un demonio. Pasados unos segundos, su cuerpo cayó al suelo sin vida, puesto que sus vasos sanguíneos habían sido obstruidos durante la distorsión. Laya, observando el hechizo de Elisa, juntó sus manos, con los dedos corazón apuntó a una bolita que había entre ella y la criatura que se acercaba y de sus dedos salió un hilo de oscuridad que envolvió a la bolita. Debido a eso, el espacio cercano a esta se oscureció, como si se hubiera hecho de noche. Separó las manos, señaló al demonio, haciendo que otro hilo de oscuridad saliera de la bolita agarrándole por el brazo y trayéndole por la fuerza a ese lugar. La criatura se intentó resistir como pudo, pero le fue imposible, corrió la misma suerte que el otro demonio. Mientras tanto, Picara observaba a los dos demonios que se acercaban por el otro lado. La mujer permaneció inmóvil un rato hasta que levantó la mano hasta la altura de su pecho y mirando a uno de los demonios comenzó a pronunciar un hechizo en remoldán.

- Bomba - terminó el hechizo con esa palabra.

Automáticamente el demonio al que estaba mirando explotó en mil pedazos, asustando a su compañero. El otro demonio vaciló un momento al ver como había acabado su compañero, pero se lanzó al ataque nuevamente. La mujer chasqueó los dedos mientras repetía la palabra bomba, provocando que el suelo que pisaba el demonio explotara y este saliera volando. Cayó violentamente contra el suelo, quedándose inconsciente casi al instante de estrellarse. Antes de que pudieran descansar lo más mínimo, una horda de demonios apareció rodeándoles. Al verse rodeadas, instintivamente las tres pegaron sus espaldas y sin decir nada, cada una sabía que se encargaba de la parte del terreno que estaba mirando. Hubo un breve pero intenso silencio, los demonios se les quedaron mirando y casi se echan a reír al ver que eran solo tres. Uno de ellos se acercó lentamente hasta las chicas con una actitud chulesca y burlona. Cuando estaba a mitad de camino, Laya puso los brazos al frente y de la palma de sus manos salió un rayo de color negro que le agujereó el pecho. El demonio cayó al suelo sin vida, hubo unos segundos de sorpresa antes de que todos se lanzaran al ataque. Rápidamente, Elisa creo dos portales: la entrada estaba delante de ella y la salida se encontraba a varios metros de altura. Antes de que alguna criatura entrase en el portal, agrandó la entrada de tal forma que todos los demonios que se dirigían a ella cruzaron el portal inevitablemente. En el momento que empezaron a salir por el portal que había en el aire, puso las manos en el suelo y deformó la superficie del lugar donde iban a caer, transformando la zona en un pozo con pinchos en movimiento que mató a todos los demonios que cayeron dentro. Laya alzó la mano y movió el brazo de lado a lado, creando sobre su cabeza pequeñas estrellas de luz, seguidamente chasqueó los dedos y estas se convirtieron en proyectiles de luz que impactaron contra los demonios, sin dejar a ni uno en pie. Picara envolvió sus manos en una energía luminosa, rápidamente las juntó y las separó lentamente mientras hacía el gesto de estar sujetando un látigo, provocando que la energía en sus manos empezase a tomar forma hasta convertirse en un látigo de luz. Agitó el látigo con fuerza, creando ondas de energía que cortaron por la mitad a todos los demonios que le fueron a atacar. Después de librarse de la horda de demonios, ojos de Laya y Elisa volvieron a la normalidad.

- Los pocos demonios que quedan podemos dejárselos al ejercito de las hadas - dijo Picara mientras analizaba el campo de batalla. - Venga, vámonos con el resto.

Las jóvenes asintieron y las tres se marcharon de allí.

El Libro EncantadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora