9. La Habitación

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Theron bajó del techo del vagón con expresión seria, pero dicha cara cambió a preocupación en cuanto entró por la ventana por la que había salido. En el pasillo del vagón estaba el otro hombre clavado a la pared por el cuello, muerto, y dentro de la sala estaban Scott y Mike sentados. Mike tenía una herida grave en el hombro y Scott estaba totalmente en shock, no sentía ni padecía en ese instante.

- ¿Estáis los dos bien? - preguntó sin pensárselo dos veces.
- No lo sé - le respondió Mike en tono irónico. - Dímelo tú. Yo tengo un agujero en el hombro y Scott no responde. ¿Estamos bien?
En cuanto terminó la frase cayó al suelo inconsciente, había perdido demasiada sangre. Rápidamente el abuelo se acercó a Mike para curarle, pero fue frenado por su nieto. El abuelo miró a Scott, este estaba levantado del asiento, parecía que el estado de shock en el que se encontraba se le había pasado en un instante, pero se dio cuenta de que no era así, ese Scott al que estaba mirando no era su nieto exactamente. Tenía en el rostro una expresión seria y el iris marrón de sus pupilas se había tornado azul claro intenso, tan intenso que parecía que sus pupilas se iluminaban. Scott hizo un gesto suave con la mano con la palma hacia arriba, como si estuviese diciendo a alguien que se acercase, acto seguido el libro, que tenía guardado bajo su sudadera, salió y se quedó levitando al lado de él. Hizo otro gesto con la mano, el libro se abrió y empezó a pasar hojas hasta que se paró en una en concreto, Scott miró la página que había seleccionado y de repente la mano de Scott empezó a emanar una energía verde. El chico se agachó y posó la mano en la herida de Mike, en cuanto su mano tocó a Mike, la herida comenzó a cerrarse hasta curarse del todo. Después de curar a Mike se incorporó, el libro cayó al suelo y Scott cayó desmayado en su asiento.

Scott abrió los ojos, extrañado miró a su alrededor, se encontraba en una habitación blanca, totalmente vacía. Se fijó en una puerta de roble que contrastaba con el color blanco de la habitación. Caminó hacia la puerta inseguro, puesto que era su única salida. Abrió la puerta y lo que vio al otro lado lo sorprendió. Era una sala más grande que donde había aparecido previamente, la estancia era completamente blanca al igual que la anterior, pero esta vez el blanco era muy intenso, le dio la sensación de que estaba en un sueño. En el centro de la habitación había una mesa redonda con sillas ocupadas a su alrededor, ocupadas por personas totalmente desconocidas para él. Se dio cuenta de que no todas las sillas estaban ocupadas, había dos libres. Cada ocupante tenía una persona de pie detrás de su respectiva silla.

- No seas tímido, le estábamos esperando Guardián - le dijo un hombre joven con los brazos abiertos, como si le estuviese invitando a sentarse en la mesa.

Aparentaba tener alrededor de 25 años, vestía con una túnica blanca bordada con hilo de oro, peinado con un tupé, su pelo corto negro hacía contraste con sus ojos color miel y tenía las pupilas algo rasgadas, como los ojos de un gato.

"¿Cómo que me estaban esperando?" Pensó Scott. "¿Y comó sabe ese hombre que soy un Guardián?"
Scott asintió inconscientemente y se sentó en una de las sillas libres, estaba inseguro y confundido, no sabía quien era toda esa gente ni de que le conocían.

- Bien, comencemos - dijo un anciano con una gran barba blanca.
- Espera Gran Sabio - le cortó una persona de pelo negro con mechones rojo sangre. - Falta una raza.

Al anciano le cambió la cara por un instante, pocas personas de la sala se dieron cuenta.

- Lo siento, Rey Demonio - dijo el Gran Sabio mientras hacía una pequeña reverencia con la cabeza. - No podemos esperar más.

Scott se quedó de piedra.
"¿Acaba de llamarle Rey Demonio?¿Qué hace aquí?" Pensó.

- Dicho esto - continuó el Gran Sabio. - El motivo por el que estamos aquí reunidos es que, como podéis observar, el último integrante de esta asamblea está presente.

En cuanto acabó la frase, todas las miradas se dirigieron a Scott, este estaba sumido en sus pensamientos con la mirada fija en la persona a la que el anciano había llamado como Rey Demonio. Cuando le miró, Scott desvío la mirada rápidamente al suelo.

- Por lo tanto - continuó. - Como todos sabéis El Circulo puede ser hallado.

Toda la sala se quedó en silencio.

- Qué hace él aquí - dijo Scott entre dientes mirando de reojo al Rey Demonio.

El hombre de ojos color miel se le quedó mirando fijamente y rápidamente dijo:

- Por mucho que haya aparecido el octavo y último integrante de la asamblea, no es razón para que El Círculo se pueda hallar.

Su comentario provocó que nadie prestase atención a las palabras de Scott. Scott le miró algo furioso por ello.

- Está conversación ya la hemos tenido previamente Rey de las criaturas místicas. Es un hecho que una vez reunidos todos va a ser hallado, por lo que es un peligro - le contestó el Gran Sabio.
- Pero eso no se sabe con certeza, nadie conoce la existencia de El Círculo - le replicó un señor de ojos verde intenso con una corona de laurel dorado sobre su pelo blanco como la nieve.
- El Rey Dios tiene razón que haya aparecido el legítimo Guardián no es razón para que ahora todas las razas sepan de la existencia de dicho lugar por arte de magia - dijo una mujer de cabello color bronce, cuya piel parecía delicada.
- Además, ¿quién es un peligro él o tú? Eres de las razas más sabias y te asustas porque un par de frases escritas en un papel coinciden con la realidad. - dijo con un tono un poco desafiante otra persona de pelo color amarillo anaranjado, peinado hacia atrás, ojos color morado y de su frente salían dos pequeños cuernos.
- Vigila tu tono Rey Remoldán - dijo el anciano un poco molesto. - No tenéis ni idea del peligro que simplemente supone la idea de que lo puedan encontrar.

Scott no sabía nada de lo que estaba pasando, todos los presentes estaban discutiendo sobre algo que no entendía y además seguía un poco molesto con el llamado Rey de las criaturas místicas por haber opacado su comentario. Estaba en silencio observando la situación puesto que no podía opinar sobre nada. De repente la mujer de cabello color bronce se le acercó y le preguntó:

- ¿Sabes quién soy Scott?

Scott negó con la cabeza confuso y algo asustado, cómo es que sabía su nombre si no había hablado casi desde que había entrado en la sala.

- Veo que no te han hablado de mí - dijo un poco decepcionada. - Bueno, que se le va a hacer, soy la Reina Hada, un placer.

- Un placer - contestó Scott.

Dicho eso la Reina Hada volvió a su sitio y Scott intentó volver a meterse en la reunión, en la cuál no estaba participando. El ambiente de la reunión se había vuelto tenso, la discusión se había vuelto más intensa.
Hubo unos segundos de silencio incomodo hasta que el Rey Dios se levantó de su asiento y dijo:

- Si ya está todo dicho, no tengo motivo para quedarme más tiempo aquí sentado.
- Bien - dijo el anciano. - Entonces está reunión se da por finalizada.

En cuanto acabó la frase, todos se levantaron de su sitio, Scott se levantó también al ver que era el único que seguía sentado. Miró a su alrededor y vio que todos iban desapareciendo de la sala uno a uno, antes de desaparecer la Reina Hada se acercó nuevamente a él y le dijo al oído:

- No todo es lo que parece.

Scott, al escuchar esa frase, se quedó inmóvil en el sitio, totalmente pálido.

- Ten esa frase muy presente - dijo la Reina antes de desaparecer.

De repente la sala empezó a ponerse borrosa y comenzó a dar vueltas, a Scott le dio la sensación de que estaba dentro de una lavadora gigante, hasta que todo se volvió completamente negro.

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