28. Capital élfica

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El primer grupo se encontraba atravesando un pequeño bosque, en la falda de una montaña.

- ¿Era necesario pararse a recoger tantas plantas mientras atravesábamos la llanura? Llevamos un día de retraso, tendríamos que haber llegado ayer a la capital élfica - dijo Mike algo enfadado, mirando a Elisa.

- Lo siento, los pastos élficos están llenos de plantas medicinales y plantas que sirven de ingredientes para pociones que potencian las habilidades físicas y mágicas. No me he podido resistir - dijo Elisa un poco avergonzada.

- Qué se le va a hacer, no la puedes echar nada en cara, sus plantas nos han sacado de un apuro más de una vez - dijo Rory suspirando.

- Tienes razón - dijo Mike desviando la mirada. - Pero la próxima vez, que no sea en mitad de una misión importante. Si hace falta, cuando estemos de vuelta, te acompañamos todos a recoger más plantitas.

- Vale, me gusta la idea - dijo Elisa ilusionada.

Pasaban las horas y el grupo avanzaba hacia la capital de los elfos con un buen ritmo. Cuando salieron del bosque Inés dijo:

- Vamos a descansar un rato ¿no?

- Sí, pero poco tiempo. Si seguimos con este ritmo habremos llegado en menos de una hora aproximadamente - dijo Mike.

Jack suspiró aliviado, estaba muy cansado y le hubiese costado bastante mantener el ritmo que llevaban.

- Siento corre agua por aquí cerca, debe de haber un riachuelo, ¿queréis que vaya a rellenar las cantimploras? - dijo Inés.

- Te acompaño - dijo Jack recogiendo las cantimploras del resto.

Inés asintió, cogió su cantimplora y se fueron a buscar el riachuelo. Cuando lo encontraron, Jack corrió a beber agua de él, pero tropezó y rodó por la tierra hasta acabar dentro del agua. Inés se echó a reír y Jack salió empapado del riachuelo, la camiseta mojada se le pegaba al cuerpo, marcando sus músculos que había desarrollado y potenciado gracias a todos los entrenamientos físicos y mágicos que había realizado con su amigo. Cuando Inés se fijó, se sonrojó casi tanto como su cabello pelirrojo y desvió corriendo la mirada. Jack la miró sin entender lo que estaba sucediendo.

- Anda ven, torpe, que te seco la ropa - dijo Inés sin mirarle a la cara.

- Oye, lo de torpe sobraba - le reprochó Jack.

Jack se acercó un poco a Inés, esta hizo un gesto con la mano y el agua empezó a salir de la ropa de Jack, acumulandose en una esfera de agua que levitaba encima del riachuelo. Cuando el agua dejó de salir de la ropa de Jack, la esfera cayó al riachuelo, devolviendo el agua que contenía al riachuelo.

- Es increíble, mi ropa está seca, gracias - dijo Jack palpandose la ropa.

- De nada, ahora vamos a rellenar las cantimploras que es a lo que hemos venido - dijo Inés.

Los dos jóvenes se aproximaron al riachuelo y comenzaron a rellenar las cantimploras.

- ¿No sería mejor rellenarlas así? - dijo Jack.

Acto seguido, empezó a levantar las manos despacio y el agua comenzó a levitar en el aire. Después giró las manos y empezó a moverlas de tal manera que el agua comenzó a meterse dentro de la cantimplora que estaba rellenando.

- No, porque podría pasar esto - dijo Inés chasqueando los dedos.

En cuanto Inés chasqueó los dedos, el agua saltó, empapando de nuevo a Jack. El joven miró con rencor a la chica, que había empezado a reírse, e hizo lo mismo que ella. El agua cambió de dirección y en vez de meterse en la cantimplora, mojó a Inés. Esta miró a Jack, sus miradas se encontraron y los dos jóvenes se echaron a reír un poco sonrojados. Terminaron de llenar las cantimploras, se secaron la ropa con el hechizo de Inés y volvieron con el resto del grupo. En cuanto llegaron con todos, recogieron sus cosas y reanudaron la marcha. Al cabo de una hora, el grupo llegó a una ciudad de piedra cincelada, construida en la ladera de una montaña. En el momento que entraron a la ciudad, un hombre de orejas puntiagudas, finos cabellos plateados y ojos levemente rasgados les dijo:

- Bienvenidos a la capital élfica.

Mike hizo un gesto con la cabeza, agradeciéndole la bienvenida.

- Lo primero es encontrar una posada donde pasar la noche, después podréis hacer lo que queráis hasta la hora de cenar. Mañana proseguiremos la marcha - dijo Mike.

Después de un rato, se hospedaron en un hotel. Alquilaron dos habitaciones, una para Mike y Jack y otra para Rory, Inés y Elisa.

- ¿Qué vas a hacer ahora? - le preguntó Jack a Mike tirado en la cama.

- Ahora intentaré hablar con los elfos del senado, para que se preparen por si los demonios acceden por su reino al reino de las hadas - respondió Mike.

- Pero... ¿no van a atacar el reino de las hadas?

Mike asintió y dijo:

- Sí, pero como te dijimos, el reino de las hadas se encuentra en el centro del Bosque Perdido, un bosque rodeado por otros reinos. Creo que los demonios arrasarán todo a su paso, no irán solo y exclusivamente a atacar a las hadas.

Jack fue a abrir la boca para decir que le acompañaba, pero fue interrumpido por Rory que se asomó a la habitación diciendo:

- Vamos Mike, que nos van a cerrar el parlamento.

- Voy, pero date cuenta de que también nos tienen que dejar pasar.

- Por eso se viene también Elisa, si no nos dejan pasar, alterará los recuerdos de los que estén para que nos dejen.

- Espero que nunca haga eso conmigo - dijo Jack metiéndose en la conversación.

Mike y Rory se echaron a reír.

- Mientras no la hagas enfadar... - dijo Mike con un tono burlesco.

Dicho eso, Mike salió por la puerta dejando solo a Jack en la habitación. El joven se quedó mirando el techo durante unos minutos, sin pensar en nada, hasta que decidió levantarse e ir a la habitación de la chicas para ver si se había quedado alguien. Salió de la habitación y justo se encontró con Inés saliendo de la habitación de las chicas.

- Veo que tú también te has quedado - dijo Inés. - Iba a dar una vuelta, ¿te vienes?

Jack asintió y los dos salieron del hotel.

Iban caminando por la calle, observando el decorado de esta y a las criaturas que caminaban por ella. Jack estaba maravillado, veía ángeles y hadas sobrevolar las calles, elfos, gnomos y duendes charlar en un bar o yendo de compras con su familia o amigos y a las ninfas jugar con las sirenas en las fuentes de las plazas. Inés esbozaba un sonrisa cada vez que veía la expresión de asombro de Jack.

- Parece que estoy metido en un cuento - dijo Jack.

- Pues no, esto es real - dijo Inés.

Jack no podía cambiar la expresión de asombro de su rostro, todo lo que estaba viendo era algo inimaginable de ver hace escasos unos meses, antes de que descubriera que todo esto existía de verdad. Al cabo de un rato, se sentaron en la terraza de un bar y pidieron un par de licores élficos.

- Sin pasarse, ¿eh? Qué seguimos estando en una misión - dijo Inés.

Jack asintió. Cuando trajeron los licores, el joven los probó y casi se lanza a por las botellas para beber más, pero fue frenado por Inés.

- Ya sabía yo que esto iba a pasar - dijo Inés. - Los licores élficos son un manjar, pero son peores que un vozka a palo seco, porque son tan dulces que cuando te quieres dar cuenta estás en el suelo borracho.

- Vaya, no creía que fuesen tan fuertes.

- Como te acabo de decir, su sabor engaña, te lo digo por experiencia - dijo avergonzada.

Jack la miró impresionado y se echó a reír.

- Eso sí que no me lo esperaba - dijo entre risas.

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