45. Presión

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Scott entró en la habitación donde se hospedaba con Leo, se acercó a su cama y dió un puñetazo a la almohada antes de hundir su rostro en ella.

- ¡JODER! - gritó con todas sus fuerzas, con la cara tapada por la almohada.

Apretó los dientes con rabia, aguantando las ganas de llorar. Sentía que tenía un nudo enorme en la garganta. No sabía si era por el agobio de no poder salvar a su amigo o por la ración de realidad que le había dado Zarut en forma de palabras tan duras como piedras. Despegó la cara de la almohada, estaba cabreado pero sabía que Zarut tenía razón, era muy frustrante, se sentía muy impotente, pero tenía razón. Se sentó al borde de la cama, se puso las manos en la cara y respiró hondo, intentando tranquilizarse. Meditó lo que acababa de pasar: Leo estaba en la enfermería con Rita y Luxus, por lo tanto, estaba en buenas manos, su vida ya no corría ningún peligro. Ya no tenía de que preocuparse, su amigo estaba a salvo, entonces, ¿por qué sentía como que había fallado?.
"Desde que aprendí a utilizar la magia, he querido ser un buen líder de los guardianes. Fui elegido por ese maldito libro e intento hacerlo lo mejor posible. No tienes derecho a hablarme de ese modo solo porque seas un Rey y tengas más experiencia que yo" pensaba mientras recordaba las palabras de Zarut.

- No todo el mundo sabe manejar las situaciones como tú. Para ti será un mero compañero, para mí no. Veo que para ti, nosotros seremos solo compañeros - se dijo para sí mismo con la voz tambaleante, mientras apretaba los dientes. - Entonces... por qué demonios me siento así.

Se separó las manos de la cara, se tapó la mirada con una mano y con la otra se agarró la camiseta por la zona del pecho, mientras una lágrima de rabia recorría su mejilla. Sentía que no era capaz de manejar eficazmente ningún tipo de situación, sobretodo después de lo que le había dicho Zarut.
"Él es miembro del consejo y era un Rey, seguramente tiene experiencia de sobra, pero yo no. Sí que soy miembro de ese consejo, pero no tengo apenas experiencia. Apenas han pasado dos o tres meses desde que llegué aquí" pensó Scott.

- ¿Por qué lloras pequeño?

Scott botó del susto al escuchar la voz, se secó la lágrima y miró hacia todos lados.

- Quién hay ahí - preguntó Scott.
- ¿Te has asustado? - dijo la voz.

Scott dirigió su mirada a la esquina de la habitación, donde le había parecido escuchar la voz.

- Quién eres - preguntó Scott serio.
- Lo siento, no era mi intención asustarte - dijo la voz.

Scott miró hacia otra esquina de la habitación, pensaba que se estaba volviendo loco, escuchaba la voz en todos los rincones de la habitación.

- No has respondido a mi pregunta - dijo Scott.
- Tú no has respondido a mi pregunta inicial - le reprochó la voz.

Scott se calló y miró hacia todos lados.

- No estaba llorando - dijo finalmente. - Además, no es asunto tuyo.
- ¿Por qué? - dijo la voz. - Solo quiero ayudarte. Noto tu frustración y agobio. Noto tu tristeza.

"¿Tristeza?" Pensó Scott "¿Por qué notará tristeza?".

- ¿Te sientes desconcertado porque he acertado? - dijo la voz con un tono levemente juguetón. - Ya te he dicho que lo percibo.

Scott permaneció callado. La voz se rió levemente.

- ¿Qué es lo que te produce esos sentimientos pequeño? - dijo la voz.

Scott estaba cada vez más tenso, no sabía de dónde procedía esa voz y no le transmitía seguridad.

- Puedes confiar en mí - insistió la voz.
- Aún no has respondido a mi pregunta - dijo Scott. - ¿Quién eres?

La voz se echó a reír y dijo:

- Eres duro de mollera ¿eh?

Scott se limitó a asentir. Se oyó como alguien respiraba profundamente, como si acabase de perder una discusión.

- Bien - empezó a decir la voz. - Soy una persona que ha estado observándote y velando por ti desde que naciste.

Scott sintió un escalofrío al oír esas palabras. De repente la voz se echó a reír.

- Era broma muchacho - dijo la voz entre risas. - Simplemente pasaba por aquí y tus emociones negativas han despertado mi curiosidad. Soy Lelanto, un placer.

El joven frunció el ceño extrañado, ¿de qué le sonaba ese nombre?. Se quedó unos segundos dándole vueltas al tema antes de rendirse y restarle importancia.

- Yo soy Scott - dijo el muchacho.
- Eres de pocas palabras, por lo que veo - dijo la voz que se había presentado como Lelanto.

Se escuchó nuevamente un suspiro al ver que Scott no abría la boca.

- Entonces... ¿me vas a contar por qué estas triste? - dijo Lelanto intentando sacar la respuesta a su pregunta inicial. - Yo he respondido a tu pregunta, lo justo es que me respondas.

Scott parpadeó lentamente, miró al suelo y dijo:

- No estoy triste, estoy enfadado.
- Eso no es lo que yo noto - dijo Lelanto.
- Qué vas a saber tú.
- La frustración y la impotencia supongo que vienen de tu enfado, pero la tristeza no.
- Le estoy hablando a la nada - dijo el joven medio riéndose, ignorando a Lelanto. - Creo que me estoy volviendo loco.
- Soy muy real, más de lo que crees - se quejó Lelanto. - No me ves si yo no quiero.
- ¿Qué pasa?¿Eres invisible?
- Sí, pero ahora eso no es lo importante. ¿Puedes decirme qué es lo que te hace sentir así?
- Por qué te interesa tanto saber cómo me siento.
- Porque quiero ayudar.
- A mi me parece que, en realidad, quieres sacar información de algo.

Se produjo un silencio.

- Te vuelvo a repetir que es porque quiero ayudar - dijo Lelanto.
- Y yo te vuelvo a repetir que a mí me parece que no - dijo Scott.
- ¡Te digo que me respondas! - gritó Lelanto. - Por qué ha estado aquí.

Scott se desconcertó al escuchar la última frase de Lelanto.

- ¿Quién? - preguntó el muchacho.
- Xenres - respondió Lelanto.

Al joven se le heló la sangre al escuchar ese nombre.

- Cómo sabes eso - dijo Scott. - ¿Estás de su lado?
- Percibo residuos de su magia en el ambiente - dijo Lelanto. - Hace poco que se ha marchado ¿verdad?

De repente la temperatura de la habitación comenzó a bajar drásticamente y el iris de los ojos de Scott se volvió de color azul. El joven observaba como se formaban placas de hielo en el suelo y en las paredes. Se fijó que, en mitad del suelo, aparecieron unas huellas, subió la mirada y vio que de la nada aparecía vaho. Gracias a eso, Scott sabía perfectamente dónde se ubicaba Lelanto.

- Por lo que veo, sí - dijo Lelanto viendo cómo se congelaba el ambiente. - Y ha causado varios estragos, tanto físicos como emocionales ¿verdad mago enfadado?
- Fuera de aquí - dijo Scott levantándose de la cama.
- Aún no me has respondido - dijo Lelanto.
- ¿Alguna vez te han dicho lo pesado que eres? - dijo enfadado Scott. - Me importa muy poco quien seas, si pasabas por aquí o si eres invisible. Eres un mero transeúnte al que no le tiene que importar mi vida, ni como me siento. No sé qué quieres o qué buscas, pero vas a desaparecer de mi habitación si no quieres que te mate.

Acto seguido, una presión abrumadora inundó la habitación. Lelanto supo que Scott iba en serio al sentir la gran cantidad de energía mágica que desprendía. Pasados varios segundos, que parecieron interminables, Lelanto se echó a reír y dijo:

- Hasta la próxima, Scott.

Dicho eso, desapareció de la habitación. En cuanto Scott dejó de notar su presencia, sus ojos volvieron a la normalidad y respiró aliviado. Miró a su alrededor, la habitación estaba casi congelada. Se llevó la mano a la cabeza y rascándose la parte de atrás de esta se dijo para sí mismo:

- Puede que me haya pasado un poco.

En cuanto acabó la frase, Scott oyó el pomo de la puerta, giró la cabeza para ver cómo esta se abría y le sorprendió bastante ver a la persona que había al otro lado.

- Scott, ¿qué ha pasado? ¿Estás bien? - dijo Zarut entrando a la habitación.

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