Odio desearlo.

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Eleanor

El sol está resplandeciente, un día de tortura donde se me obliga a ver al hombre que me roba todo razonamiento y consciencia en esta vida, una parte de mí trata de hacerme entender que es un imposible la tal idea de ser novios, y otra parte de mí no quiere razónar, solo quiere experimentar esas emociones explosivas que él me provoca. He estado pensando en si verdad es tan descabellado ser su novia, tengo claro que me gusta y mucho, tanto que no dejo de pensar en él, no puedo decir que es la primera vez que me gusta alguien, pero esto es algo nuevo, es un gusto culposo y peligroso, pero sin duda la adrenalina que siento cuando lo tengo cerca, ese sentimiento es adictivo. Siento la necesidad de conocerlo, saber más de él, simplemente quiero tenerlo cerca de mí, tan cerca como solo una pareja lo está, de una forma tan única y especial.

El día ha seguido transcurriendo, es medio día, estoy sentada en unas de las escaleras en el jardín de la universidad, hoy por fortuna solo lo vi de lejos (hoy no me tocó cursar su clase). Este día fue un descanso para mí agitado corazón.

Comienzo a recordar de lo que me enteré.

Estoy de mal humor, me enteré por "casualidad" que algunas compañeras de clases se le declararon a mí profesor, ¿lo pueden creer? ¡¡A mí profesor!! Malditas lagartijas, hay ya nosé que digo, soy una tonta, eso es tan habitual, no es la primera vez que se le declaran, todos desean la más mínima atención por parte de él, lo odio, odio que sea tan perfecto, que tenga el don para llamar la atención de esa manera instantánea, estúpida personalidad fría y dominante que flecha a todas esas estúpidas chicas como yo. Pero en verdad, en verdad, ¿saben lo que más odió?, que por primera vez amo eso que todos aman, odio ser parte del montón.

Lo deseo.

—¡¡Maldita sea!! Que tonta eres. —Me recrimino a mi misma.

Escucho un carraspeo.

—Pero ¿Con quién hablas? —Es él, mi profesor, se sienta a lado mío.

—Solo pensé en voz alta —le digo molesta, mi voz es seca y dura.

—Bien, mmm, ¿te pasa algo?

—¿Le importa?

—Por supuesto, se trata de ti... De mi futura novia.

Siento que la sangre me hierve.

—¿Sigue con eso? —Lo miro con ojos entrecerrados, él solo asiente—. Yo no se porque insiste con eso, no le veo motivo alguno ¿Por qué no va con alguna de esas estúpidas chicas que se le declararon hoy? Le aseguro que estarán encantadas de aceptar.

Miro que sonríe coquetamente, lo cual me enfurece.

—¿Por qué se ríe? —Le pregunto, tengo el ceño fruncido.

—Me fascina que estes celosa.

—No diga tonterías, solo detesto que me siga molestando, si algo valoro de las personas es precisamente eso, que no me molesten. —Dejo de mirarlo, paso mi vista al frente.

—Entonces ¿Me odias?

—¿Apenas se da cuenta?

—Dime el por qué.

Exhaló con frustración.

—Es fácil, odio lo que suele amar la gente, todos te desean, yo te aborrezco.

—Osea que vas en la dirección contraria en la que gira el mundo.

—Si.—Digo con firmeza.

—Y si te digo que yo también lo odio, ¿me querías?

—¿Eh? —Este hombre me deja sin palabras.

Se pone de pie, levanto la vista, nos miramos fijamente.

—Te seguiré esperando Eleanor, puedo llegar a ser tan perseverante y testarudo como tú ¿No lo crees?

—Nosotros somos tan distintos, diferentes, hay tantos motivos para dejar de lado esa idea. —Le contesto abatida.

—Los límites los ponemos nosotros mismos, yo no tengo ninguno... Y si bien, somos diferentes, pero recuerda que los polos opuestos siempre se atraen...—Mira hacia el cielo estirando su cuello ancho y firme detonando sobre todo fuerza y viralidad, maldito, ¿sabrá lo tan atractivo que se mira con esa pose?—. Te dejo.

Sin más se marcha.

Mi Maestro Es Mi VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora