Entrenamiento

292 18 0
                                    

Eleanor

Estos días Caleb me ha estado entrenando con ejercicios de autodefensa personal, dice que aprendo rápido y que además la mejor forma de protegerme es enseñarme a como protegerme a mí misma. Concuerdo con sus palabras, no siempre él estará a mi disposición como una niñera, tengo que aprender a cuidarme y no depender de él y ni nadie. Aunque soy consciente de que habrá veces que necesitare la ayuda de él o otros y eso tampoco me hace frágil o débil. Saber aceptar la ayuda de los demás es importante, no siempre lo sabemos todo.

Lo que me ha sorprendido es que también me ha mostrado cómo usar diferentes tipos de armas y en qué lugares apuntar o herir.

Él ha traído de su laboratorio una droga especial que ha creado, una que te causa paraplejia: parálisis de la mitad inferior del cuerpo, que afecta a ambas piernas. Me la ha obsequiado como método de prevención, podré usarla solo en caso extremo si alguien quiere hacerme daño. Creo que está exagerando un poco.

La verdad es que su comportamiento me parece extraño, como si se estuviera preparando para su partida, despidiéndose.

Mañana saldrá el informe de balística que me comentó la detective Campbell. Al fin después de tanto tiempo se revelará, no sé porque se tardó más de lo que dijo ella, a lo mejor debieron llevar una investigación extra. Estoy nerviosa, puede que esto arroje un dato importante o pueda que no. Todo puede ser.

Durante la espera he estado investigando por mi cuenta ayudándole al padre de Fátima, al señor Jorge. Él no está bien. No ha podido tener un solo día de paz desde la muerte de Fátima. Hemos estado preguntando en la universidad a los alumnos si miraron a Fátima ese día y si la observaron irse con alguien. Nadie parace saber nada o lo niegan como siempre. El señor Jorge no descansará hasta no hacerle justicia a su hija. En su mirada se refleja la impotencia, la ira, el dolor desgarrador que tiene un padre al perder a un hijo y más en la forma en que lo perdió.

Estamos regresando a casa Caleb y yo después de practicar técnicas de tiro en el bosque. Estoy algo sudada, es mejor que vaya a casa a darme un baño y para poder estar con mamá.

—Ire a casa Caleb —le menciono.

—De acuerdo, te veré luego canguro.

Cada uno toma su camino a casa "El corto camino de unos metros"...

Entro a casa y busco a mi madre pero no está, debió de haber salido. Bien, por ahora me daré ese baño que me urge.

...

Caleb

Recién regreso de una exhaustiva práctica de tiro con Eleanor, ella prefirió irse a casa. Por mi parte yo a la mía.

La muerte de Fátima ha retrasado mi partida de esta ciudad, era imposible dejar a Eleanor en ese estado y mucho menos con un asesino en serie cerca. No podré irme hasta que al menos ella esté a salvo.

La cruel muerte de Fátima me ha tenido con un mal sabor de boca, esa chica era una gran amiga de Ele, una verdadera amiga. Siento nostalgia al recordar la última conversación que tuvimos ese día en que murió: "Profesor deseo que por favor cuide a Ele, ella es una chica muy precipitada, suele meterse en peligro con facilidad, cuídela por mí, confiaré en usted", resople con gracia al leer el mensaje y le respondí "No tienes que pedirmelo, yo siempre protegeré a Eleanor, ese es mi trabajo, ya no te preocupes", y finalmente a los segundos respondió el último mensaje "Entonces estaré tranquila... Ya casi llegamos". Su mensaje en ese momento me pareció normal acordé a la situación, pero ahora en esta retrospectiva me desconcierta. No dejo de pensar en ello. Me pidió algo que sin saberlo sería su último deseo. Realmente yo deseo que Fátima donde quiera que esté, que ella sepa que cumpliré con mi palabra y no es una promesa, es un hecho. He estado entrenando con clases de autodefensa personal a Eleanor. Soy consciente de que retenerla a mi lado no es cuidarla, es sobreprotegerla. La mejor forma de protegerla es enseñarle a protegerse a sí misma. No quiero volverme su cárcel, tampoco quiero que el miedo la custodie o controle. No podemos depender de las acciones de un asesino, no nos detendrá a vivir nuestras vidas.

Entro a casa y camino hacia la cocina, necesito beber agua. Pero cuando entro a la cocina me sobresalto al ver a la señora Imelda.

—Hola hijo, por favor siéntate. ¿Quieres un vaso de agua? —me pregunta amablemente mi suegra.

—Si, por supuesto —respondo algo confuso y tomo asiento.

Ella se gira y me sirve el vaso de agua.

—Espero no te moleste que haya entrado a tu casa, he venido a cumplir con mi trabajo. Se que simulamos como que lo hago a los ojos de Ele, pero está vez quise realmente hacerlo. —baja la mirada avergonzada— es la única forma que encuentro para agradecerte. He recibido esos tratamientos tan costosos y he obtenido mi residencia despues de tantos años que llegue a este país, todo gracias a ti. Pero sobre todo por amar a mi hija como lo haces, eso es invaluable.

—Por favor no me agradezca... Yo la estimo como a una madre y en todo caso yo le doy las gracias por criar a una hija maravillosa. —hago un breve silencio y se me tensa un poco la voz— Disculpe por mencionar esto pero aprovechare que estamos a solas. Ya no puede seguir retrasando mas la noticia, debe decirle a Ele, se que quiere evitarle un dolor pero creo que al final ella resultará más lastimada y se culpara por no haber estado con usted. Además me siento pésimo por ocultarle algo tan importante de su madre, he tratado de ser respetuoso con su decisión pero no sé hasta cuando podré seguir siendo discreto.

—Pense que no necesitaría contárselo porque probablemente saldría de esta enfermedad pero ahora se que no será así, al menos que reciba ese trasplante. El tiempo y las opciones se me acaban. No le digas nada a Ele, yo sé lo diré. Solo dame unos días hasta que regrese.

—Esta bien, cuente con mi apoyo.

—Bueno me iré al hospital ahora, volveré en dos días.

—Ok.

Ella se gira y se marcha, por mi parte me siento a la mesa pero de pronto que alguien me toca el hombro por detrás, al escuchar la voz se que es la señora Imelda de nuevo...

—Ah por cierto ya les dejé unos nuevos preservativos en la habitación.

Palidezco y siento mi cara explotar de la vergüenza. ¿Cómo le digo que Ele optó por otro método? Pero en qué estoy pensando ¡¡¿En tener una charla sobre sexualidad con mi suegra?!! He enloquecido. Es mejor permanecer en silencio.

—No pongas esa cara... Hash en serio ustedes los jóvenes piensan que nací ayer... Mmm hacer el amor es un buen tratamiento para la depresión.

Sin más se marcha pero vuelve a regresarse.

—Que esperas, ven a despedirme —me ordena.

La sigo por detrás, estoy mudo.

Una media hora más y estoy junto a Ele despidiendo a su madre quien se sube a un taxi.

—Cuidense —nos despide con la mano.

Ele me observa extrañada.

—¿Que te pasa? ¿Por qué traes esa cara?

—Nada —respondo tenso.

Mi Maestro Es Mi VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora