Pensé que estabas muerto

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—Eres tu Caleb —todo dentro de mí se quiebra, estoy pasmada, tratando de asimilar su imagen.

De inmediato me lanzó a él y lo abrazo. Él corresponde a mi abrazo. Suelto el llanto.

—He regresado canguro —extrañe esa voz. Me toma en sus brazos y me alza estrechandome con fuerza.

Respiro su aroma.

—Me enseñaste todo, menos a vivir sin ti... Fue duro despertar y saber que sería un día sin ti. No sé como he podido llegar hasta aquí. Pense que estabas muerto —mi voz se quiebra, pronunciar estás últimas palabras me costó mucho.

Me suelta y se aleja un poco de mí y toma mis mejillas entre sus manos, que acaricia con las suaves yemas de sus pulgares, extrañaba su toque...

—Lo has hecho bien, estoy orgulloso de ti. Perdoname. —Cierra los ojos lentamente y sus lágrimas también se corren.

El sufrimiento de nuestro distanciamiento es palpable. El sentimiento del dolor combinado con la alegría de volvernos a ver fluye en ambas direcciones.

Este amor fluye en ambos sentidos. Acortamos la distancia y volvemos a abrazarnos.

Desearía también poder besarlo...

...

Afueras de la universidad en los escalones nos encontramos sentados a lado uno del otro.

—Supe que acompañaste a mi madre en sus tratamientos. Después de todo eso era lo que me ocultabas.

—Hubiera querido decírtelo, pero tu madre se negaba —baja la mirada apenado—. Ella no quería preocuparte.

—Lose Caleb. Se que tú solo respetaste su decisión, después de todo eres un hombre de palabra. Estás aquí como lo decía esa nota, lo único que me dio la esperanza de que siguieras vivo.

—Lamento haberme desaparecido y hacerte creer eso hasta ahora. Estoy aquí Ele, respirando por ti.

Resoplo una risa.

—Tranquilo, ya sabía que estabas bien.

—¿Que? ¿Cómo lo sabías?

Tuerzo un poco la boca.

—Veras, el director Richmond.

Bufa indignado.

—Por supuesto, no todos saben el valor de la discreción.

—No lo culpes, prácticamente no le deje otra salida, era decírmelo o seguir soportando mi insistencia, al pobre ya hasta le aparecía hasta en la sopa —me encojo de hombros.

Se queda quieto mirándome fijamente, analizandome.

—¿Pasa algo? —pregunto desconcertada.

—Te miro y se que eres tú, pero al mismo tiempo no eres tú.

—¿Que? —pregunto confusa y frunzo el ceño.

Suspira con pesadez.

—Has cambiado, te noto diferente.

Bajo la cabeza cabizbaja y arqueo una media sonrisa. Recargo mis manos en los escalones.

—Tu también, luces diferente. Tienes una energía diferente. Igual te miro y eres el mismo Caleb pero al mismo tiempo siento que no te conozco, un desconocido.

Dios duele decir estás palabras, pues pareciera quien está a mi lado es Danilo y no Caleb el que yo conocía, con el que solía estar.

Siento su mano que toca la mía que reposa en el escalón, volteó hacia él enseguida.

Me observa con una mirada profunda, sus ojos griseazules brillan.

—Nos volveremos a conocer Ele. No importa si iniciamos desde cero, siempre y cuando sea contigo —se pone de pie y antes de marcharse me dedica una última mirada de reojo—. No importa en qué versión yo te parezca, Danilo o Caleb, en cualquier forma yo soy tuyo, solo de ti, siempre de ti.

Este tipo me lee la mente, me asusta.

Pero demonios ¿Cómo es que dice que es mío? ¿Aún seguirá casado? Y si no ¿Yo rompí su matrimonio? Dios no, no me perdonaría haber sido la causante de su declive. Ya, de cualquier manera, aunque no estemos juntos, estoy feliz de que se encuentre bien.

Mi Maestro Es Mi VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora