Caleb posesivo (Parte II), está vez no podré detenerme.

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Ya estando afuera.
—¿Feliz? —me pregunta.
—No, aún debes entregármela.
—Jamás tendrás algo así en tus manos, me la quedaré yo.
—¿Genio, olvidas que debo analizarla?
—Puedo analizarla yo mismo.
—Ah, sí, claro, es que tú tienes un laboratorio.
Se queda inmóvil con un rostro serio.
—Tengo contactos que me pueden dejar acceder a uno de sus laboratorios, es mejor que yo me haga cargo... ¿O tenías pensado analizarla en el laboratorio de la universidad, genio?
—Bueno, yo...
—Pueden expulsarte. ¿Cómo comprobarás que tú no eres consumidora o que las vendes si te ven con esto en las manos?
Debo aceptar que tiene razón.
—Ok... Pero me entregará los resultados, maestro.
—¿Maestro? Sabes que odio que me llames así cuando estamos a solas, dejo de sentirme tuyo.
Frunzo el ceño, no de enojo sino de rencor.
—Usted nunca ha sido mío, o eso al menos no  lo ha demostrado estos últimos meses, así que no siga diciendo ese tipo de cosas para que luego me decepcione. ¿Entendido? —Mi tono de voz es seco.
Cristian llega interrumpiéndonos justo en un momento tan tenso.
Caleb da un suspiro de desagrado.
—Eleanor, ¿estás bien? —Me pregunta Cristian.
—Sí, no te preocupes. —Le respondo.
—¿Quieres que te lleve a casa?
—Sí, sería una buena idea. —Quiero huir de Caleb antes de perder mi dignidad y lanzarme a sus brazos.
—¿Qué hay de mí? —pregunta Caleb— ¿Dejarás solo a alguien que no se encuentra en sus cinco sentidos?
Lo observo.
—Yo te veo muy bien. —Le digo.
—Te ayudo y ni siquiera me das las gracias... Qué falta de educación... Al menos deberías asegurarte de que llegue bien a casa.
—Estoy segura de que llegará bien.
De repente, Caleb comienza a tener dificultad para mantener los ojos abiertos, tiene la vista perdida, comienza a perder un poco el equilibrio y se sostiene de mi hombro. ¿En serio está ebrio? Hace un momento no lo pareció, bueno, a lo mejor los efectos del alcohol le llegaron tarde. Además, bebió demasiado.
Sin pensarlo, lo rodeo con mi brazo por su espalda para sostenerlo.
—Está bien, lo llevaremos a casa. —Accedo.
Cristian tiene el rostro desencajado.
—No puedo dejar mi auto aquí. —Dice Caleb con voz dificultosa.
—¿Se le olvida que está ebrio? —Le dice Cristian imposible.
—No soy tú, Eleanor puede conducir. —Le responde Caleb con voz fría.
Si Caleb me enseñó a conducir, también tengo licencia.
Después de todo, Cristian se fue solo. Por mi parte, ayudé a Caleb a subir al auto cuando el valet parking me entregó las llaves.
Estoy conduciendo a casa y Caleb está inconsciente.
El semáforo está en rojo y sin poderlo evitar, de reojo miro a Caleb, lo escaneo; su perfecta simetría facial con su quijada tan varonil, pestañas tupidas, hermosas cejas pobladas, esos labios tersos y suaves, todo en sí encaja perfectamente en él, sigue igual de atractivo como lo conocí, sino es que más bello.
—Deja de verme así o te haré el amor aquí mismo. —Me dice Caleb mientras sigue con los ojos cerrados.
Abro los ojos como platos.
¿Cómo se dio cuenta?
—No te estaba viendo, solo miraba los espejos laterales... Y no juegues con eso.
Un auto detrás presiona su claxon.
Diablos, ¿en qué momento cambió el semáforo?
Me pongo en marcha.
—¿Tan nerviosa te pongo?
—Deja de decir incoherencias y solo ya duérmete.
Gotas de lluvia comienzan a mojar el parabrisas, los demonios, se debe de estar acercando una tormenta. Las gotas cada vez son más abundantes, se arrecia la llovizna, pronto un relámpago ilumina la oscura noche, después se escucha un fuerte estruendo.
Me estremezco del miedo.
—Paremos aquí, Eleanor. No puedes seguir conduciendo en ese estado, yo tampoco puedo... Vayamos a ese hotel.
Al principio me opuse, pero no me quedó de otra, era un riesgo mejor evitar. Tuve que pedir una habitación con toda la pena del mundo, tartamudeé al hablar, yo estaba junto a un hombre, seguro el personal pensaría que haríamos cosas impuras.
Me entregaron la llave y después subimos por el elevador. Caleb tenía una sonrisa de diversión, lo cual me enfureció. Le advertí que borrara esa estúpida sonrisa o terminaría durmiendo fuera de la habitación.
Recién llegamos a la habitación, mis nervios se intensifican. No es que sea la primera vez que estoy totalmente a solas con Caleb, pero el hecho de estar en un hotel me hace imaginar cosas no precisamente decentes. Estoy a unos pasos de la cama y la observo. Las sábanas son blancas. Caleb se quedó cerrando la puerta, yo mientras sigo observando la habitación pero de repente siento los brazos de Caleb que rodean por detrás y me pega a él.

—Este es un abrazo Koala, sabes cuál es mi intención.

Me giro hacia él molesta y lo miro a la cara.

—Tú me engañaste, nunca estuviste ebrio.

—No me dejaste opción, no iba a permitir que te fueras con Cristian...

—¿Por qué me haces esto, Caleb? —La voz se me quiebra.

—Quiero tenerte conmigo.

—¿Para qué?

—¿No es claro? Te amo.

—No digas eso —le suplico.

—¿Tú ya no me amas?

—No... —Bajo la mirada— No hagas esa pregunta maldita sea, sabes mi respuesta... —Lo miro a los ojos— ¡¡Deja de jugar conmigo!! Deja de hacerme creer que me amas, eres un cínico. Me hablas de amor mientras te acuestas con otra... Tu amor no te duró mucho, tan pronto terminé contigo te buscaste a otra. ¿Qué tipo de amor es ese? ¡¡Te odio por dolerme tanto!! —No puedo controlar lo que siento, por lo que comienzo a lanzarle golpes en su pecho.

Él me toma con fuerza con sus brazos conteniendo mis golpes. Estoy atrapada.

—Te odio porque aunque ya no seamos nada, yo aún estúpidamente te sigo siendo fiel... "Aunque no lo quiera, una parte de mí siempre te pertenecerá, pues mi corazón es así de tonto... Una vez quiero a una persona, eso será para siempre sin importar qué pase" "Aunque ya no quiera quererte y lo odie, siempre estarás en mis recuerdos y por ratos te extrañaré, un pedazo de mi corazón siempre será tuyo, Caleb, te amaré siempre".

Mis lágrimas caen y mojan su camisa. Él se aparta. Acerca sus labios con los míos y toma mi rostro entre sus manos, la calidez y suavidad de sus palmas me transmite paz. Luego besa mis labios con delicadeza, y finaliza con un pequeño mordisco en mi labio inferior.

Con la yema de sus pulgares limpia mis lágrimas.

—Perdóname por guardar silencio y dejar que pienses todo eso... ¿Recuerdas que te pregunté si tenías razones para estar celosa?

Yo le abro mi corazón y él habla de celos.
—¿Sí? ¿A qué viene eso?
—Te lo explicaré.
—No tienes que explicarme, ya no somos nada.
—Te equivocas, nunca dejaste de ser mi novia. Una relación es de dos y, por lo tanto, las decisiones se toman entre ambos... Yo nunca lo acepté, no acepte terminar, solo te di tu espacio.
Frunzo el ceño desconcertada.
—Entonces me has estado poniendo el cuerno.
Resopla con frustración.
—Nunca me atrevería a hacer tal bajeza, sería un cobarde sin honor... Aclararé todas tus dudas mañana, haré todo lo que me ordenes... Pero ahora solo quiero que las palabras se extingan y demostrarte lo mucho que te he extrañado, pero con mi cuerpo.
Él me rodea con sus brazos levantándome y tumbándome en la cama, se posiciona encima de mí.
Siento que mi pecho se contrae y las mejillas me arden con su acción.
Me besa hasta robarme el aliento.
Un beso que por tanto tiempo anhelé.
Su confesión tranquilizó mi dolor, puede que sea estúpida por creer a la primera sus palabras, pero sus ojos no mienten, en ellos se refleja su honestidad.
—Eleanor, ya no quiero detenerme... —Su respiración es agitada.
—Yo tampoco quiero que te detengas...
Volvemos a unirnos en un profundo beso. Nos besamos con desesperación, él mientras va posicionándose entre mis piernas haciendo presión en mi intimidad, yo enredo mis piernas con fuerza por su cintura.
—Caleb —digo en un jadeo.
—Ele, yo no quiero que seas mía... Yo quiero ser tuyo, pertenecerte... Todo lo que soy, es de ti.
Caleb baja el cierre de mi vestido lentamente mientras va colocando besos húmedos en la piel que va quedando expuesta.
Aunque tengo la mente nublada, estoy segura de lo que estoy haciendo.
Quedo solo en mi ropa interior, su mirada es profunda, me acaricia las mejillas. Me estremezco con sus caricias.
Él termina por quitarse su camisa dejando su torso desnudo.
Me ruborizo.
Entrelazamos nuestras manos con fuerza.
Mi corazón se acelera cada vez más.
Besa mi cuello con intensidad, su lengua se siente caliente al igual que mi intimidad que palpita. Su piel está ardiendo.

Continuará...

Mi Maestro Es Mi VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora