Caleb se marcha dirigiéndose a la dirección, entra.
—No era necesario que las llamaras Richmond, te dije que lo podría resolver solo.
—Estaba preocupado, sabes porque. Solo buscaba ayudarte.
—Deja de querer ayudarme.
—Veo que nunca dejaras de ser ese hombre engreído y renuente que se rehúsa aceptar ayuda, créeme eso no te hará débil. Te haces el duro pero se que dentro de ti aún queda un poco de aquel chico que conocí.
Caleb exhala con ironía.
—Ese chico murió, está persona que tienes en frente es una totalmente distinta a quien no conoces en absoluto. No soy tan bueno como crees. Te decepcionaría saber en quien me he convertido.
—Digas lo que digas no me harás cambiar la percepción que tengo de ti Danilo.
—No me llames así que esa persona está muerta... Tu amor te impide ver quién realmente soy, el amor te ciega Richmond.
Richmond exhala.
—Me cansas —. Frota sus sienes.
Mientras tanto afuera de la dirección se desata una discusión entre madre e hija...
—Sabes que una acusación así puede manchar la reputación de tu maestro para siempre ¿En qué te basaste para señalarlo Eleanor?
—Yo no pensé bien las cosas, me deje llevar por mis impulsos mamá.
—No has respondido a mi pregunta.
Eleanor tiene la cabeza agachada.
—Esa noche lo vi hablando con Melanie... Yo sentí rabia porque durante dos semanas lo seguí a todas parte —levanta la vista— y tan solo esa vez...
No termina de hablar cuando su madre alza la mano aterrizando la en su mejilla, fue tan fuerte que el aire de su palmada se extendió por todo su rostro, su mejilla arde y punza.
—¡¡Estoy cansada de ti!! Te pedí que dejaras ese maldito asunto y mira hasta donde han llegado las cosas por tus estúpidas suposiciones... ¡¡Me has decepcionado!!
La mala suerte de Eleanor se hace presente, justamente en ese momento Caleb y el director iban saliendo de la oficina, lograron presenciar tan bochornoso momento y no solo eso, para rematar es que también en ese instante sonó el timbre, muchos alumnos vieron tal escena, mismos que sienten pena ajena por ella.
Eleanor siente un hueco dentro de ella, está pasmada, no puede creer lo que acaba de suceder, mira con ojos muy abiertos a su madre. Después mira alrededor, todos la observan fijamente, tener tantos ojos encima la estruja, la hace sentir una vergüenza innumerable nunca antes vivida. Su respiración esta agitada, solo quiere que la tierra se la trague.
Imelda se da cuenta de lo que ha hecho, un terrible error, pero tarde.
—Hija yo... —Sus ojos se quiebran.
Eleanor vuelve a ver a su madre, los ojos de ella también se han cristalizado, sus labios están temblorosos, está a punto de romper en llanto, pero antes de que eso pase corre, corre lo más rápido posible.
Eleanor al correr pasa por un lado de aquel armario que alguna vez con desesperación quería salir, ahora solo quería esconderse allí y nunca salir del lugar, en este momento no le importaba si había ratas.
Entra y se sienta en el piso haciéndose bolita, dejando salir todo el llanto retenido, llora sin cesar.
...
Caleb al ver a Eleanor correr decide ir detrás de ella, pero en un descuido la perdió de vista. La busca por toda la universidad, casi se da por vencido pero un llanto llama su atención, sigue el sonido que lo conduce al armario. Pega el oído en la puerta, está seguro que se trata de Eleanor, abre la puerta.
Justamente ahí está, la encuentra hecha bolita con el rostro escondido en sus rodillas.
Se pone en cuclillas.
—No seas llorona, te miras muy fea.
Eleanor levanta la vista al escuchar esa voz que sabe perfectamente a quien le pertenece, la cara de ella está roja y llenas de lágrimas, la luz tenue que entra por la puerta que está un poco abierta hace que logré ver a su maestro.
Sin pensarlo se abalanza sobre él abrazándolo, hunde el rostro en su pecho, no deja de llorar.
Caleb agranda los ojos sorprendido, pero instintivamente también la abraza y le da suaves palmadas en la espalda. Un gesto genuino de protección.
—Perdone me yo fui quien lo señalo, estoy muy arrepentida —dice Eleanor entre medio del llanto.
—Lose... —se limita a decir Caleb.
—Usted podría estar preso por mi culpa, lo lamento —. Sigue llorando.
—Mirame, estoy bien, estoy libre, no hay motivo para que llores, luces muy fea.
Eleanor no le hace caso, él se da por vencido.
—Esta bien llora todo lo que quieras, estoy contigo—. No deja de abrazarla.
Pasa al menos una media hora, Eleanor logra tranquilizarse un poco, suelta su agarre de su profesor para verlo a la cara.
—¿Por qué hace esto? Debería de odiarme.
Él tiene una sonrisa dibujada en el rostro, al parecer de Eleanor una sonrisa dulce, la primera vez que lo ve así.
Él la mira con ojos profundos.
—Necesitaras más que eso para que te odie, sinceramente lo veo imposible —su voz es suave, pasa un mechón de cabello por detrás de la oreja de Eleanor.
El roce de sus dedos hace a qué Eleanor se le erize la piel.
Ella lo mira fijamente.
—Pude condenarlo a estar en la cárcel —. Su voz está apagada.
—¿Lo hiciste para deshacerte de mí? Porque si es así, déjame decirte que ni siquiera la cárcel hará que te deshagas de mí... No te librarás tan fácilmente de mí.
Él extiende sus brazos y atrae hacia él, vuelve a abrazarla, ella se deja...
Los brazos de él, sus musculosos brazos son tan cálidos, ella siente que el pecho de él hierve en temperatura... Ella finalmente desliza sus manos por sus costillas, posicionando las en su espalda, cierra los ojos para deleitar su toque.
Ese abrazo es tan reconfortante, tanto para ella como para él.
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Mi Maestro Es Mi Vecino
Misterio / SuspensoEleanor se esfuerza en sus estudios, cursa su cuarto semestre en la universidad. Hace unas semanas ha llegado un nuevo maestro a impartir clases, quien le desconcierta, sus actitudes misteriosas han despertado su interés sobre él. Y por si fuera poc...