Sin esperanza de vida.

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Caleb llega a casa, al entrar por la puerta se encuentra con Imelda.

—Hola profesor, ya estoy por terminar —saluda Imelda.

—Que tal señora Douglas. —Dice Caleb.

Imelda se cohíbe un poco.

—Oh por favor no sea tan formal conmigo, soy solo su empleada —le dice avergonzada Imelda.

—Usted merece todo mi respeto... Mi respeto hacia los demás no se define por lo que hacen. —piensa Caleb "También porque además usted es mi suegra"

—Esta bien, entiendo. Iré a la cocina a terminar.

—Adelante.

Pasan unos minutos más e Imelda termina de limpiar la cocina, que prácticamente siempre está limpia gracias a los buenos hábitos de Caleb de siempre mantener todo ordenado.

—Este muchacho prácticamente paga mi sueldo por no hacer nada. —Se dice Imelda.

Ella se dispone a servirse un vaso de agua, de su bolso saca un frasco de pastillas, de este toma una.

Cuando se dispone de nuevo a guardar el frasco en su bolso, Caleb aparece por detrás.

—¿Cuando se lo dirá a Eleanor?

Su inesperada presencia hace que Imelda se agite del susto.

Imelda siente un gran nerviosismo, su corazón está agitado, trata de fingir tranquilidad.

—¿Que cosa?

—Sobre su estado de salud.

Imelda tensa una sonrisa tratando de disimular su nerviosismo.

—Mi estado de salud es perfecto, no hay nada que decir.

Caleb toma el frasco que Imelda sostiene en sus manos.

—¿Y este frasco?

—Son solo vitaminas.

Suspira Caleb.

—Es en vano tratar de engañarme señora Douglas, tengo una especialidad en químico farmacéutico, se con certeza para que es este tipo de medicamento... Además me he percatado de sus síntomas.

—Tengo que irme.

Imelda está a punto de irse pero antes Caleb la detiene, la toma de su brazo con delicadeza.

Imelda está a punto de irse pero antes Caleb la detiene, la toma de su brazo con delicadeza

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—Por favor espere... Quiero ayudarla... Si teme que le diga algo a Eleanor, no se preocupe por ello, no soy quien para decírselo, eso le corresponde solamente a usted y lo respeto.

—Te agradezco que guardes silencio... Pero dudo mucho que haya una manera de ayudarme, igual te doy las gracias por querer hacerlo.

—Siempre hay una forma... No se resigne tan pronto.

—Los médicos no me dan mucha esperanza, de hecho son casi nulas.

—Confie en mi por favor.

Imelda regreso a su casa después de conversar de su enfermedad con Caleb, ella finalmente le contó todos los detalles, para él resultó más grave de lo que había previsto. En estos casos cada día era más que valioso, tan solo en un día se podía determinar el tiempo de vida que le quedaba a Imelda. Caleb reviso todos los estudios, los datos que arrojaban estos eran desalentadores, como dijo Imelda no había mucho que hacer, pero aún así, si quedaba una esperanza, y él se encargaría de hacer todo lo posible por llevarla a cabo. Realmente cuando Imelda escucho que todavía se podía hacer algo, esto le regreso el alma al cuerpo, esa esperanza que tanto necesitaba para retomar fuerzas y luchar con esa horrible enfermedad, él se la ha dado ahora. Imelda salió rebozando chispas de alegría, eso solo significaba una cosa, Eleanor no sufrirá su temprana muerte.

Mi Maestro Es Mi VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora