Día desgarrador

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Eleanor, la descripción de ese día desgarrador.

Es un nuevo día, el ambiente se siente un poco frío y lúgubre, debe ser porque ayer azotó una gran tormenta en la ciudad. Antes de llegar a la universidad pase por mi casa a darme un baño y a cambiarme. Mamá no se encontraba, ya sabía esto, ayer me avisó que no estaría en casa ya que iría a cuidar a esa tía al hospital, es por eso que decidí quedarme a dormir con Caleb en la cabaña.

Recién llegamos a la universidad, Caleb se adelanta a entrar y yo espero un poco para ingresar. Paso la primera entrada y no sé por qué siento una punzada en el corazón y el porque tengo un nudo en la garganta, es como un mal presentimiento. Doy pasos lentos ya que los ojos de varios alumnos me miran con cierta nostalgia ¿Pero por qué? "No hagan eso", suplico en mis adentros. Avanzo más y el ambiente se siente tan pesado, un dolor papable en la atmósfera. Quiero retroceder y huir, es raro pero me niego a escuchar sea lo que sea que me quieran decir, puedo sentir que recibiré una mala noticia. Es extraño ¿Por qué me siento tan mal? Al fin llegó hasta el aula.

Caleb está conversando con el director Richmond en voz baja. En sus rostros puedo observar que algo no está bien. Me acerco a ellos lentamente.

—¿Pasa algo? —les pregunto con voz tensa cuando al fin llegó con ellos.

El director Richmond pasa saliva y Caleb se queda en un silencio oscuro.

—Ele lo siento mucho —me dice el director Richmond con una voz tenue.

—¿Por qué lo siente? —pregunto tajantemente. No quiero ser grosera pero en este momento siento mucha tensión en mi interior que no puedo modular mi voz.

—Eleanor —me habla Caleb, él baja la mirada—. No sé cómo decirte esto...—Aun no termina de hablar y mi corazón ya comenzó a acelerarse— Fátima fue encontrada está mañana muerta...

—¿Que? —Estoy en estado de shock y con la mente distorsionada, siento que pierdo la noción del tiempo y el espacio. No puedo darle crédito a las palabras que acabo de escuchar.

—Fatima lamentablemente murió —recalca el director Richmond.

Trato de mantener la compostura y ser fuerte.

—¿Cómo? ¿Le ocurrió un accidente? —Pregunto apenas en un murmullo. Yo me niego a imaginarme otra causa.

Pasa un breve silencio, miro que los alumnos abandonan el aula por petición de Caleb que les hizo una señal.

—Eleanor —Caleb me toma por los costados de mis hombros—. No te ocultaré la verdad, es mejor que te enteres por mí. Fátima fue encontrada muerta en los sembradíos que están cerca de nuestro vecindario apenas hace una hora. Es seguro que la asesinaron.

Todo es tan confuso, parece irreal está noticia.

Mi mirada está concentrada en Caleb pero lo cierto es que no lo estoy mirando, mi mente está divagando tratando de asimilar lo que acaba de escuchar. Mis ojos se quiebran. Aprieto mi mandíbula con fuerza tratando de ahogar el llanto que me amenaza con salir a flote. No quiero llorar ahora, no hasta que lo mire con mis propios ojos. Solo así podré salir de este estado de shock.

Sin pensarlo me suelto del agarre de Caleb en un movimiento brusco y salgo corriendo hacia los sembradíos. Fátima no puede estar muerta y menos de esa forma. Eso no puede ser. Corro lo más rápido posible sin importar que el aire frío golpee mi cara y haga arder mis mejillas.

Escucho los gritos de Caleb por detrás pero no me importa, no me detengo, lo único que quiero es llegar.

El aire de mis pulmones se me agota y un gran calambre me aflige las piernas, siento que se me engarran. Sin embargo no le prestó atención a mi agotado cuerpo. Sigo mi camino aunque ahora un poco más despacio pero a paso veloz trotando.

Caleb aún me sigue por detras.

Al fin llegó a los sembradíos, todo está lleno de fango, la tierra mojada está resbaladiza por lo que se me dificulta pasar. Mis tenis y pantalones se llenan de lodo, cosa que no me importa en lo más mínimo. A la distancia observo unas cintas amarillas abarcando un gran perímetro y agentes de la policía. Esas luces parpadeantes rojas de las patrullas me aterran. Todo luce tan triste, desgarrador, fúnebre. La presencia de Fátima la siento en el aire frío, llena de terror y dolor.

Llego hasta el extremo de las cintas, no puedo pasar más allá de ellas. Observo la terrible escena delante de mis ojos, el cuerpo de Fátima está tirado en el fango, no puedo verla claramente pues está cubierta con una manta que está manchada por una gran cantidad de sangre. Pero lamentablemente es seguro que es ella, conozco esos zapatos.

No sé como es que sigo de pie.

Pero mis piernas a los pocos segundos pierden el equilibrio cuando noto que un perito guarda una mano dentro de una hielera ¿Qué carajos? Esto no puede estar pasando. ¿Fátima fue torturada? Finalmente mis piernas se doblan y caigo en el fango. El ardor en mi garganta es insoportable, quema, se siente como cuando por accidente te atragantas con agua y está viaja por tus vías respiratorias. No, no, no puedo creerlo. Tan solo ayer ella y yo hablamos. ¿Cómo es que ahora está muerta? No, esto no está pasando. ¿Cómo puede ser ese su cuerpo? ¿Tirada en el lodo como si fuera solo un trozo de carne? Ella debe de estar viva, ella se graduará conmigo y cumplirá su sueño de viajar a Nueva York como me prometió. A ella la espera su padre en casa. ¿Cómo es que no llegara más? Mi cabeza duele como una fuerte migraña de tanto pensar, todo a mi alrededor da mil vueltas. No me imagino el gran dolor que le fue causado, todo el miedo que sintió. ¿Cómo es que no estuve cerca?

—¡¡Noooooo!! —Grito con tanta irá como nunca antes lo había hecho. Mis ojos estallan en lágrimas. Froto mi cara encajando las yemas y las uñas de mis dedos temblorosos en la cara, la rasguño con fuerza, cualquier dolor es mejor que este que siento en el pecho. Siento tanta impotencia, rabia, coraje, un dolor que me desgarra el alma. Miro hacia el cielo y vuelvo a gritar de impotencia— ¡¡¡Ahhh!!! —Lloro sin desenfreno y finalmente después de unos segundos bajo la mirada vencida por esas crueles emociones que me torturan. ¿Cómo carajos no pude evitar esto? ¿Es mi culpa? Mi mirada se oscurece. Mis labios se arquean hacia abajo. Esta amargura que siento en el corazón me está envenenando. Clavo mis manos en la tierra mojada y la empuño con tanta fuerza tratando de expulsar un poco de la gran rabia que me tiene sofocada. Rechino los dientes. Sea quien sea que haya hecho esto sufrirá mil veces un infierno mucho peor que este de que le hizo pasar a Fátima. No me tocaré el corazón así como ese bastardo no se lo toco cuando asesino a Fátima.

Mis lágrimas se corren sin cesar, una a una. Han ennegrecido a mi alma. La rabia y el dolor están reflejados en mi rostro. Por un momento siento que se apaciguan esos desgarradores sentimientos cuando Caleb se inclina para abrazarme por detrás con tanta fuerza aferrándose a mi cuerpo para no dejarme caer en esa profunda oscuridad. "Él es lo único cálido en este ambiente tan siniestro".

...

Después de unas horas hundida en la cama, mi mente no deja de pensar y pensar.

¿Qué hacía Fátima en los sembradíos que están cerca de mi vecindario?, tal vez iba a visitarme. No, es imposible, ella sabía perfectamente que yo no estaría. ¿Entonces porque pareciese que iba hacía mi dirección? Ella vivía en la dirección opuesta, muy lejos de aquí. ¿A dónde quería ir? ¿O alguien la habrá llevado hasta allí? ¿O no? ¿A dónde iba? Demonios, mi cabeza no deja de dar vueltas.

Si yo no hubiera ido a esa cita misteriosa, tal vez ella seguiría viva.

Todo eso me resulta extraño, que conveniente que me hayan citado justo el día que asesinaron a Fátima.

Mi Maestro Es Mi VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora