Caleb posesivo.

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Eleanor

Llegamos a la fiesta Cristian y yo. Es un gran salón que tiene mesas decoradas con arreglos florales. En el techo hay candelabros que iluminan el lugar. Todo es tan extravagante.
Pasamos por el recibidor donde se están tomando fotos a los invitados. Quiero pasar de largo, pero un fotógrafo nos detiene.
"Una fotografía para el recuerdo, se ven tan lindos juntos", dice el fotógrafo. Debe creer que somos novios, pero nada que ver. Además, esto no es un baile. ¿A quién se le ocurrió esta idea? Los ricos y sus extravagancias.
Niego con la cabeza, pero Cristian insiste: "Anda por favor, un recuerdo para nuestra amistad". Me da pena decirle que no y hacerle pasar una vergüenza. Después de todo, gracias a él estoy aquí, así que me tomo la dichosa foto.
Al fin, estamos en medio del salón. No sé por qué siento una mirada pesada, como si me atravesara el alma, muy filosa. Bueno, sí sé, pero no quiero mencionar al innombrable.
—Cristian, siéntete con la libertad de hacer lo que gustes. Yo estaré en la barra.
—¿No te sentarás junto conmigo?
Exhalo.
—Mmm... —No termino de hablar cuando siento que alguien me toma del brazo.
Me giro a ver. Es Caleb.
—No te preocupes, Cristian. Ella se sentará junto conmigo —dice Caleb con voz dura.
Lo veo con el ceño fruncido.
—Profesor, lo lamento, pero Ele ha venido conmigo... —le dice Cristian.
—Gracias por hacerme el favor de traérmela. Ya te puedes ir...
Pero qué cínico es.
—Ella ya no es nada suyo. Déjela en paz —le dice Cristian.
Caleb gira su vista hacia mí y me habla directamente.
—Eleanor, dile a tu AMIGO —recalca— que se vaya antes de que pierda los estribos.
¡Dios! Esta escena se mira muy mal. Lo último que quiero ocasionar es un escándalo aquí. Se supone que no debo llamar la atención.
—Cristian, por favor, déjame hablar con él... —le digo.
—Está bien, solo porque tú me lo dices.
Cristian se marcha, no sin antes dedicarle una mirada de odio a Caleb, la cual él le devuelve mil veces peor.
—¿Por qué has venido con ese idiota? —me pregunta Caleb.

Lo miro con indignación. ¿Cómo se atreve?

—A usted qué le importa, yo ya no tengo por qué darle explicaciones de nada... En lugar de estar metiéndose en mi vida, ¿por qué no se preocupa por la de su actual novia?

—Quieras o no, siempre me importará lo que hagas, Eleanor... Y si me tienes que dar explicaciones.

Sus palabras me causan tanta rabia.

—Si me permite, iré a sentarme junto con mi amigo.

—¿Quieres irte con ese idiota? ¿Lo quieres?

—No es ningún idiota, y sí, lo quiero mucho.

Veo su rostro enrojecido, con la vena de su entrecejo más que exaltada. También está tensando su mandíbula con fuerza.

—¿Más que a mí?

—Sí.

—Tú no quieres a nadie en este mundo más que a mí... Tú me perteneces, Eleanor. No te dejaré ir con Cristian nunca más.

—Hablaba de Esteban... —le aclaro, rodando los ojos.

Veo que su semblante cambia, se apacigua.

—Vamos a sentarnos.

—Claro, pero usted por su lado y yo por el mío.

—Te sentarás junto a mí.

—No.

—No te estoy preguntando, te estoy informando... Te sentarás junto a mí. No abuses de mi paciencia, Eleanor, que esta vez no pienso ser tan gentil contigo.

¿Qué piensa hacerme?

No me queda más opción que obedecer a este hombre. Me toma del brazo y me encamina a su mesa.

Mi Maestro Es Mi VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora