¿Le recetaron el cerebro?

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Eleanor

Encontrar un trabajo que tenga que ver con tu carrera es casi imposible. A todos los lugares que voy me piden experiencia laboral, que rayos, ¿que esperan esos imbéciles si acabo de terminar mis estudios? Requisitos idiotas. No pido mucho, me conformaria con un trabajo de secretaria o recepcionista, pero ni siquiera de eso me dan. Creo que seguiré trabajando en el cine, no me queda opción. Pero la verdad cada vez que vuelvo del supermercado me doy cuenta que el estupido dinero honesto que no alcanza para ni madres. Es agotador ser independiente, en serio nadie tiene envidia de mi código postal (pero aún así amo ese pequeño lugar donde vivo). Y no, no soy grosera, solo soy del vocabulario directo y claro.

Si Caleb conociera está nueva versión de mí, aseguraría que inmediatamente se regresaría por dónde vino.

En éste momento voy hacia la universidad, necesito ir al control estudiantil y recoger algunos documentos. Después de una larga espera al fin me libero.

Exhaló de alivio.

Voy bajando los escalones de la entrada principal de la universidad cuando de repente me topo con un ¿Un auto lujoso con una banda de regalo? ¿Que hace aquí él? Ruedo los ojos. Dios nunca se cansará de insistir.

—¿Que haces aquí? —pregunto tajantemente.

Caleb esta parado recargado en el auto de una forma tan seductora, ese traje hecho a su medida, uff lo hace ver tan... Dios ya, no tengas pensamientos impuros Eleanor, ese hombre no te pertenece.

Él sonríe sutilmente, esos pequeños hoyuelos no ayudan a aplacar mis instintos carnales.

—Porque eres mi mujer —expresa de una forma firme y segura.

—Ya no soy tu mujer —cruzo los brazos y bajo lentamente los escalones hasta llegar a él.

—Claro que si, se que sigues siendo mía.

—Te equivocas, durante este tiempo he besado a otros hombres y no solo eso, también me he acostado con ellos, ya no soy una buena mujer para ti Caleb, no soy pura y casta. —Se que es una completa mentira lo que estoy diciendo, pero se que eso funcionará para que se aleje de mí. Duele decir esto porque solo él ha besado a estos labios, y solo él ha conocido las zonas que ni siquiera el sol ha tocado.

Él tensa la mandíbula y respira hondo, exhala con frustración.

—No me importa, eso no te define como mujer... Yo te amo y te amare igual siempre.

Estoy atonita, pensé que iba a enfurecer y a despreciarme. ¿Dónde quedó el Caleb celoso y posesivo que conocía? ¿Le recetearon el cerebro?

Lo miro fijamente para cerciorarme de que en verdad no lo hayan operado del cerebro.

—¿No te importa que haya estado con otro hombre?

—Yo dije que seguías siendo mía porque solo yo sigo existiendo en tu corazón, él solo es mío. Lo que importa es el amor que nos tenemos.

Lo miro con los ojos entrecerrados ¿Tan seguro está de que me tiene en sus manos? Lo detesto, es tan arrogante.

—Yo ya dejé de amarte hace mucho tiempo, mi amor por ti murió.

Baja la cabeza abatido.

—Mutilaste mi corazón con esas palabras —su voz es suave.

¿Cree que le creo?

—Entonces ya entiendes que no puedes buscarme más.

—No, eso tiene arreglo... Volveré a hacer que me ames.

Estoy pasmada ¿Que este hombre no se rinde?

—Ahhh... —Cierro los ojos cansada.

—¿Te gusta tu regalo? —me entrega las llaves.

De inmediato abro los ojos de lo sorprendida que me tiene ¿Que no me conoce?

—Llevatelo, no lo quiero.

—Es tuyo, tienes que llevártelo, es tu regalo de graduación.

—Que no lo quiero.

—¿Por qué?

—No sirve...

—Está en perfectas condiciones, yo mismo me asegure de eso.

—Por supuesto que no. Observa.

Tomo una gran piedra que se encuentra en la jardinera del estacionamiento, y le hago una señal para que se haga a un lado. Sin más la arrojo con fuerza al parabrisas (admito que dentro de esa fuerza iba mi resentimiento por el dolor que me ocasionó antes, liberando un poco de mí rencor, era el auto o él). Cierro los ojos esperando el estallido de los vidrios rotos esparciendose, no obstante no escucho nada. Abro los ojos y él está ahí cruzado de brazos mirándome fijamente. Su mirada es imponente, me intimida un poco.

—¿Que haces? Ah ya entiendo, estás comprobando si es blindado. —Dibuja una sonrisa exponiendo su sarcasmo. ¿Por qué siempre me gana en todo?

Rechino los dientes y refunfuño enojada. Mejor me voy. Antes de irme le doy una gran patada al cofre del auto. "¡¡Ahhh duele!! Idiota"

Él se acerca a querer ayudarme, pero no lo dejo, huyó cogiendo de un pie.

—Ey no me ignores —me grita por detrás.

Me alcanza y camina por un lado de mí.

—Dejame en paz y regresa con tu familia.

—Eso hago, tu eres mi familia.

Ya no quiero escucharlo. Pero tendré que soportarlo, porque de nuevo lo tengo como vecino. Se mudó al lado de mí departamento. Es difícil verlo todos los días, encontraré la forma que se vaya. Se tendrá que abstener a las consecuencias.

—Si, si...

—Sabes que es así.

Caminamos por una larga distancia, mi pie punza por el golpe que me provoque antes. Sin previo aviso Caleb me sube en su espalda, me sorprendo por su acto, quedo boquiabierta.

—No digas nada, estás herida...

Obedezco, está vez decidí aguardar las palabras y disfrutarlo aunque sea un poco. Un pretexto perfecto para poder rodearlo con mis brazos, sentir su respiración y su caliente temperatura. Mis feromonas deben de estar a flor de piel y seguro él lo siente. ¿Podremos soportarlo?

Mi Maestro Es Mi VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora