Acta de divorcio

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En un gran restaurante se encuentra Caleb conversando con unos empresarios, allí mismo pero a las afueras del restaurante está Eleanor, sabe perfectamente los lugares que él frecuenta. Ella aunque sea lo quería ver por última vez, mañana él viajará de vuelta a Nueva York.

Caleb sale del restaurante y se dirige a Eleanor, ella finge estar distraída.

—¿Has venido a verme? ¿Me extrañaste?

Se gira a verlo.

—Ah eres tú, que casualidad —ella dice con desgana tratando de disimular.

—Ah si como también te he encontrado en el ascensor está mañana y después en el supermercado. Gracias, extrañaba a mi novia posesiva.

"¿Obsesiva yo?", piensa Eleanor.

—Aja, si bueno, ya me voy. No hay nada interesante aquí.

Eleanor se adelanta para irse pero Caleb la toma del brazo y la retrae hacia él tomándola con fuerza de la cara, estalla un candente beso en sus labios profundizando con su lengua, (un beso que le roba todo aliento a ella).

Se separa.

—Nos vemos en la noche mi amor.

Eleanor se ruboriza, pues hay muchos hombres de traje alrededor de ellos que se quedaron pasmados.

Huye lo más rápido que puede.

...

Eleanor

Apenas llegó al edificio, subo por el ascensor y llegó hasta la puerta de mi departamento, inserto la llave y abro.

Al entrar me sobresalto al ver a un hombre sentado en mi sala. Mi corazón está agitado.

—¡¡Demonios!! ¿Por qué todos entran a mi departamento sin permiso?

El hombre se pone de pie y saluda.

—Hola Eleanor.

—Que tal Edwin, ¿que haces aquí?

—Lamento entrar así, es que tardaste mucho tiempo y tenía hambre —echa su brazo hacia atrás tocando su nuca, miro hacia la cocina y me percató que efectivamente tenia hambre, se preparo un Sándwich, ah qué atrevido. —Me sentí en confianza ya que somos casi familia.

—Si no hay problema, solo no te olvides de lavar lo que ensuciaste —lo digo en broma.

Él rie.

Nos sentamos en la mesa a charlar.

—¿Que te trae por aquí? —aun no me ha dicho— Ah ya se, tu padre pedirá la mano de mi madre.

—No, no se debe a eso mi visita. En realidad ya me arte de sus juegos tontos y me he visto en la necesidad de intervenir.

Ya se a que se refiere, siento que mi presión arterial disminuye, esa leve preocupación que siempre me invade a mi estómago tiene nombre y apellido, Danilo Roosevelt, o más bien Caleb.

—No te preocupes, pronto ustedes volverán a Nueva York, ya no habrá más juegos tontos —digo cabizbaja.

Él rueda los ojos y resopla con frustración.

—¡¡Ahh que exasperantes son!! —niega con la cabeza—. Lo siento por Danilo, pero me tengo que adelantar a darte esto. —Desliza un sobre amarillo por la mesa hasta a mí—. Ábrelo.

Frunzo el ceño extrañada.

—¿Que es? —él vuelve a indicarme con un gesto que lo habrá. Decido hacerle caso.

Mi Maestro Es Mi VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora