Remordimiento (Parte II).

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Eleanor llega a la dirección, toca la puerta al escuchar que le dan el pase, entra.

Abre lentamente la puerta, adentro se topa con su madre, a su percepción molesta con el temple frío pues ella tiene los brazos cruzados, y detrás del escritorio está el director.

Eleanor se queda inmóvil en la entrada de la puerta.

—Pasa Eleanor —dijo el director, un hombre ya mayor cubierto de canas.

Ella se acerca.

—Hola ¿Por qué me ha mandado a llamar? Director Richmond —esta nerviosa.

—Te explicaré en breve cómo le conté a tu madre. Hoy muy temprano por la mañana, los detectives se llevaron al profesor Caleb por una grave acusación, ellos creen que él tuvo algo que ver con la muerte de Melanie. Yo lo que estoy buscando es tratar de ayudarlo, se que él no sería capaz de algo así, estoy seguro de eso. Es por eso que te llame, tengo entendido que ustedes son vecinas de él.

Eleanor está pálida, mira al director realmente preocupado y tenso.

—Si es así ¿Que pasa con eso?

—El asunto es, que tal vez ustedes podrían testificar a favor de él. Un testimonio positivo de personas que permanecen cerca de él, eso le ayudaría mucho —hace una pausa—. Esto no se los pido como director, esto más bien se los pido como un padre que intenta irremediablemente salvar a su hijo.

Eleanor piensa “Si el director supiera quién lo acuso, creo que ya me hubiera sacado a patadas de aquí” “Esto debe ser un castigo de los espíritus” “Me siento pésimo, culpable de verlo así”.

—Comprendo —dice Eleanor.

—El director ¿Es su hijo? —pregunta Imelda.

—Es cómo si lo fuera, aunque no es mi hijo de sangre, lo quiero como tal... Lo conozco desde pequeño —respondió el director melancólico.

—Cuente con ello director —Dijo Imelda convencida—. Él es un buen hombre, no merece estar en la cárcel por una falsa acusación.

Exhala el director de alivio.

—Se los agradezco mucho.

Todo este tiempo Eleanor permaneció en silencio, se sentía como una doble cara, una hipócrita, demostrando su compasión al director cuando en realidad ella era la culpable de su preocupación y estrés.

—Si nos lo permite, ahora nos retiramos, necesito hablar con mi hija —dijo Imelda.

—Adelante.

Imelda toma del brazo a su hija apretándola con fuerza, la jala dirigiendo la hacia fuera.

—Contigo hablaré muy seriamente jovencita —Imelda dice entre susurros a Eleanor.

Eleanor siente mucho temor, su madre está realmente enojada y cuando lo está es una persona totalmente distinta de la que suele ser, sabe que le espera una severa reprensión.

Estando ya afuera a unos pasos de la dirección.

—Dime que tú no fuiste quien acuso al profesor —. El temperamento de Imelda está más que hirviendo, está tratando de controlarse.

—Mamá yooo... Puedo explicártelo.

—Eso quiere decir que si fuiste tu —. Las fosas nasales de Imelda están dilatadas ante la furia que siente, su cara está roja.

Pero antes de decir algo más, mira a Caleb quien viene hacia su dirección, pasa por un lado de ellas, Imelda lo detiene.

—Profesor ¿Usted se encuentra bien? ¿Lo han dejado libre? Disculpe mi intromisión —Imelda muestra genuinamente su preocupación.

Caleb se detiene por educación, su temple es frío, su aura transmite irá, antes de contestarle a Imelda primero le dirige una mirada de odió a Eleanor, de cierta forma está casi seguro que ella fue quien lo acuso.

—Estoy bien...

—Siento que haya tenido que pasar por ese difícil proceso... —dice Imelda con voz tenue.

—En realidad no, esto no es nada, quien quiera que me haya acusado necesita más para destruirme, si esa es su clara intención —escupe con furia.

Eleanor solo mantiene la mirada abajo, su vergüenza es tan grande que no le puede sostener la mirada a ninguno de los dos.

—¿Entonces ya comprobaron que usted no tuvo nada que ver? —pregunta Imelda.

—La investigación sigue en curso y por ende yo sigo bajo investigación... Si me disculpa debo de hablar con el director.

Caleb se marcha dirigiéndose a la dirección, entra.

Mi Maestro Es Mi VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora