Abrirse

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Eleanor

Hemos salido de la finca, está vez definitivamente nuestro destino será a Nueva York. Después del vuelo en avión y un recorrido por la ciudad de Nueva York en auto, recién llegamos a una enorme mansión, alrededor tiene una excelente vista. Creo que ya he visto este lugar antes.

Me quedo pasmada en la entrada de dicha mansión.

—Caleb, dime algo.

—Si.

—¿Aquí vivías con Karen? —pregunto tajantemente.

—¿Eso importaría?

Su respuesta me causa malestar. Me ha traído al lugar donde vivía con esa arpía, yo no podría aceptarlo. Me parece indigno.

—¡¡Siii, mucho!! —me cruzó de brazos y me giro dándole la espalda.

—Pero es un castillo, vale la pena vivir aquí...

Mi cuerpo comienza a irradiar chispas de irá.

—Entonces vete y entra a tu castillo, que yo me largo de aquí.

Estoy a punto de marcharme pero lo impide atrapandome por detrás y cargándome en sus brazos como princesa.

—Pero un castillo no lo puede ser, si no tiene a su reina. Así que no irás a ningún lado. —Se adentra a la mansión conmigo en brazos, luego va subiendo poco a poco por las escaleras— Nunca me atrevería a darte algo usado por ella, tu mereces lo mejor. Esta mansion era de mis padres, fue aquí donde pase la mayor parte de mi niñez, tiene un valor sentimental y es algo que solo he querido compartir contigo. Es aquí donde quiero criar a nuestros hijos.

—Si es así, no tengo ningún problema en vivir aquí. Pero es demasiado grande para mí, me hará sentir sola.

—Eso no será problema, la habitaremos con muchos hijos.

—¿Cuando dices muchos hijos, en qué número estás pensando?

—Algunos cinco o siete.

Abro los ojos como platos.

—¡¡Estás loco!! Máximo te daré dos, ya después tendremos nietos.

—Supondré que no escuché nada.

—¡¡Caleb!! Es serio.

...

Recien despierto, lo primero que observo es a Caleb dormido, Wau, es tan hermoso, esas pestañas tupidas lo hacen ver majestuoso. No puedo creer que sea mi esposo, sobre todo como lo anhelamos hoy estamos despertando juntos.

Tengo mucha hambre, es obvio, pues después de la noche intensa mi energía se agotó por completo. No quiero despertarlo, es mejor que descanse. Iré en busca de algo que comer, lo malo es que me siento rara aquí, como una intrusa. Pero en fin, salgo de la cama cautelosamente, teniendo cuidado de no despertar a Caleb.

Salgo de la habitación y miro hacia los lados, rayos me perderé aquí, ¿Dónde estará la cocina? Claro, abajo. Camino por un largo pasillo hasta colindar con la escalera y bajo. Tengo puesta una pijama de pantalón y blusa manga larga, está pijama parece de niña, creo que tendré que hacerles algunos cambios a mi guardarropa. Al llegar a bajo no puedo evitar ver con detalle cada objeto, estructura, en verdad es muy elegante y sostificada está casa, se nota que Caleb la ha modernizado a su gusto, este estilo va más con él.

—Vaya que aquí si hay presupuesto, no escatiman en gastos.

—Señorita, no puede estar merodeando por está casa así como si nada.

Esa voz me dio un gran susto. Me altere, ahora he resultado regañada. Me giro para ver a quien le pertenece esa voz, es un hombre ya mayor como de sesenta años, cabello totalmente cubierto de canas y vestido con un traje negro.

Mi Maestro Es Mi VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora