Forcejeo con Cristian.

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Eleanor

Mis lágrimas siguen cayendo, es un llanto descontrolado, duele tanto, pero ¿Por qué? Si he sido yo quien lo ha rechazado.

Escucho el sonido del claxon de un auto.

—¡¡Eleanor!! —veo que es Cristian, me grita desde su auto.

Absorbo mi nariz, limpio mis lágrimas con el extremo de mi chaqueta, no quiero que me mire en este estado.

Me acerco a su auto.

—¿Paso algo? —Le hablo desde afuera de la ventanilla del auto.

—He venido por ti para ir a la inauguración de la feria.

—Yo no tengo ánimos de salir Cristian.

—Anda, por favor anímate, todos los de la clase están allí, incluso tus amigos Esteban y Fátima.

Lo pienso un momento, mi madre se pondría triste al saber que me he quedado encerrada.

—Esta bien, vamos.

Subo al auto, él conduce.

Necesito distraerme, en este momento siento el alma quebrada, no puedo evitar que mis lágrimas broten y mi nariz escurra.

—¿Tienes pañuelos? —le pregunto, él no contesta y a mí me urge algo con que detener estos bochornosos síntomas de desamor.

Por lo que abro la guantera, pero al ver lo que tiene allí, se me para el corazón en seco, estoy helada, lo que veo realmente me sorprende.

—¿Tienes un arma? —estoy atonita.

Él al escucharme lo que le pregunto, rápido cierra la guantera.

—Claro, la tengo registrada a mi nombre, cómo sabes es fácil obtener armas en este país. —Me aclara según él.

—Bueno si, pero ¿Por qué tienes algo así? —pregunto curiosa.

—Ultimamente siento que alguien me sigue, es por seguridad.

—Ya veo.

Decido dejar de preguntar.

...

Al fin llegamos a la feria, todos mis compañeros se encuentran comiendo en un puesto de hamburguesas.

Veo a Fátima y a Esteban sentados en unos bancos frente a una mesa .

—Oye, allí están Fátima y Esteban, vamos a sentarnos junto con ellos. —Le digo a Cristian.

—Claro, espera ¿Quieres algo?

—Eh si, una hamburguesa por favor. —Quiero aprovechar este momento para hablar a solas con mis amigos.

Me acerco a Esteban y a Fátima.

—Hola —los saludo.

Me dispongo a sentarme.

—Que milagro que te hayas decidido a salir. —Me dicen los dos.

—Le dije que no sería su novia. —Le suelto la información sin anestesia.

Miro sus caras de sorpresa.

—¿Te refieres al profesor? —me pregunta Fátima.

—Si —le respondo.

—Ya veo el porque tienes esa cara de muerto —me dice Esteban.

—¿En verdad sientes algo por él? —me pregunta Fátima.

En ese momento llega Cristian, los tres nos quedamos en silencio.

—Eleanor que tal si bebés con nosotros —Esteban rompe el silencio.

Nunca he bebido, pero hoy por primera vez quiero hacerlo.

—Si —le contesto a Esteban.

—¿En serio aceptas Eleanor? —esta atónito, debió creer que no aceptaría.

—Ya dije que si, dame una cerveza.

Esteban arquea una sonrisa maliciosa.

—Esa es mi amiga, me encanta está versión aventada tuya. —Esteban toma una cerveza la abre y me la entrega.

La tomo y comienzo a beber, ¿pero que rayos es esta mierda? Sabe horrible, tan amarga que me cuesta pasarla, no entiendo cómo a las personas les puede gustar esto.

—¿Y bien? —pregunta Fátima.

—Esto sabe horrible, ¿cómo les puede gustar esto?

—Te sabe mal, porque no sabes beber, ya te acostumbraras al sabor, te agradará al final —dice Cristian.

—Ok.

...

Han pasado algunas horas, los cuatro hemos bebido mucho, el maldito alcohol hace que mis sentimientos salgan a flote.

Esteban y Cristian están tumbados en la mesa de lo ebrios que están, solo seguimos medio conscientes Fátima y yo.

—Dime Fátima ¿Por qué tuvo que aceptarlo tan fácilmente? —se me dificulta el hablar.

—Porque los hombres son unos desgraciados amiga. —Fátima está igual que yo de ebria.

—Shhh, no digas eso otra vez, porque me gusta ese desgraciado, quiero estar con él.

Esteban levanta un poco la cabeza y me señala con el dedo.

—Entonces déja de hacerte la tonta, vé y búscalo... No desaproveches la oportunidad. —La cabeza de Esteban vuelve a caer en la mesa.

—Él tiene razón iré a buscar a ese hombre. —Me levanto del banco muy segura de mí misma, pero todo da vueltas, estoy mareada el caminar se me dificulta.

Camino unos pasos.

—¡¡Eleanor!! ¿A dónde vas? —me grita Fátima.

Me giro a verla.

—Ya te dije, iré a buscarlo.

Veo como cae desmayada en la mesa.

Sigo caminando, pero la enorme feria me marea, los gigantes juegos mecánicos me tienen desorientada sumándole que estoy totalmente ebria.

Siento el cuerpo tan pesado, ya no recuerdo a dónde me dirigía. Miro alrededor para intentar ubicarme, estoy parada en frente del circo, miro a los costados esta parte de la feria está vacía, da escalofríos y una mala sensación de peligro.

—¿Cómo termine aquí? El circo es lo que queda al último de la feria, he estado yendo en la dirección contraria de la entrada, que tonta. —Parpadeó lentamente un par de veces, sigo anonadada mirando la gran carpa del circo rojo con blanco con sus luces fluorescentes.

Pero un fuerte jalón en mi antebrazo me desestabiliza el equilibrio.

—¡¡Oye!! —grito con furia, veo que es Cristian— ¿Que te pasa? ¿Por qué me jalas así?

—Es tarde, te llevaré a casa.

Aprieta más su agarre en mi brazo.

—Sueltame, me estás lastimando.

—Vamos Eleanor. —Su voz es dura.

—¡¡No quiero déjame!!

Este idiota no me suelta, comienzo a forcejear con él, pero mis intentos fallan.

Mi Maestro Es Mi VecinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora