Capítulo 24

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Y entonces, sin previo aviso, la cicatriz de su frente volvió a producirle un intenso dolor y se le contrajo el estómago.

— ¡Para ya! —ordenó con firmeza al mismo tiempo que se frotaba la cicatriz; inmediatamente el dolor empezó a remitir.

—Un primer síntoma de locura: hablar contigo mismo —dijo una voz traviesa desde la puerta del dormitorio.

-¿Qué deseas Venus?

-Nada Potter, tan solo no es bueno que hables solo. Sabes eso te puede volver loco, claro si es que no lo estas aun.

-Largo de aquí Venus.

-Cálmate, yo solo quería ayudar.

Venus durmió mal esa noche. Todo lo que estaba pasando, entraba y salía de sus sueños, veía diferentes versiones de lo que habia ocurrido. Despertó sobresaltada, sus ojos le ardían y no había sido el sueño lo que la había despertado.

Sino más bien que sintió algo, en su sueño una serpiente la mordía en la muñeca, aunque dudaba que fuera un sueño ya que seguía sintiendo el dolor.

Por la mañana cuando termino de vestirse y salió de su habitación, vio como todos en la casa estaban apresurados.

Por lo que pudo oír mientras bajaba las escaleras, Venus comprendió que Fred y George habían encantado sus baúles para que bajaran la escalera volando, ahorrándose así la molestia de transportarlos, y éstos habían golpeado a Ginny y la habían hecho bajar dos tramos de escalones rodando hasta el vestíbulo; la señora Black y la señora Weasley gritaban a voz en cuello. Mientras Venus seguía riendo por la caída de Ginny.

—¡... PODRÍAIS HABERLE HECHO DAÑO DE VERDAD, IDIOTAS!

—¡... MESTIZOS PODRIDOS, MANCILLANDO LA CASA DE MIS PADRES!

—Harry y Venus, ustedes vienen conmigo y con Tonks —gritó la señora Weasley para hacerse oír sobre los chillidos de «¡SANGRE SUCIA! ¡CANALLAS! ¡SACOS DE INMUNDICIA!»—. Deja tu baúl y tu lechuza; Alastor se encargará del equipaje... ¡Oh, por favor, Sirius! ¡Dumbledore dijo que no!

Un perro negro que parecía un oso había aparecido junto a Harry mientras éste trepaba por los baúles amontonados en el vestíbulo para llegar a donde estaba la señora Weasley.

—En serio... —dijo la señora Weasley con desesperación—. ¡Está bien, pero allá te las compongas!

Luego abrió la puerta de la calle de un fuerte tirón y salió a la débil luz del día otoñal. Harry y el perro la siguieron. La puerta se cerró tras ellos, y los gritos de la señora Black dejaron de escucharse de inmediato.

En ese momento, el enorme perro negro soltó un alegre ladrido y se puso a hacer cabriolas alrededor de Venus, corriendo detrás de las palomas y persiguiéndose la cola. Ella no pudo contener la risa.

Sirius había pasado mucho tiempo encerrado en la casa. Y al parecer le gustaba mucho estar fuera de aquella casa vieja, y en realidad ella también estaría feliz de salir de aquel lugar

Tardaron veinte minutos en llegar a King's Cross a pie, y en ese rato no ocurrió nada digno de mención, salvo que Sirius asustó a un par de gatos para distraer a la rubia. Una vez dentro de la estación, se quedaron con disimulo junto a la barrera que había entre el andén número nueve y el número diez hasta que no hubo moros en la costa; entonces, uno a uno, se apoyaron en ella y la atravesaron fácilmente, apareciendo en el andén nueve y tres cuartos, donde el expreso de Hogwarts escupía vapor y hollín junto a un montón de alumnos que aguardaban con sus familias la hora de partir

—Espero que los demás lleguen a tiempo —comentó la señora Weasley, nerviosa, y giró la cabeza hacia el arco de hierro forjado que había en el andén, por donde entraban los que iban llegando.

—¡Qué perro tan bonito, Harry! —gritó un muchacho con rastas.

—Gracias, Lee —respondió Harry, sonriente, y Sirius agitó con frenesí la cola.

—¡Ah, menos mal! —dijo la señora Weasley con alivio—. Ahí está Alastor con el equipaje, miren...

Con una gorra de mozo que le tapaba los desiguales ojos, Moody entró cojeando por debajo del arco mientras empujaba un carrito donde llevaba los baúles.

—Todo en orden —murmuró al llegar junto a Tonks y la señora Weasley—. Creo que no nos han seguido...

Unos instantes después, el señor Weasley apareció en el andén con Ron y Hermione. Casi habían descargado el equipaje del carrito de Moody cuando llegaron Fred, George y Ginny con Lupin.

— ¿Algún problema? —gruñó Moody.

—Ninguno —contestó Lupin.

—De todos modos, informaré a Dumbledore de lo de Sturgis —afirmó Moody—. Es la segunda vez que no se presenta en una semana. Está volviéndose tan informal como Mundungus.

—Bueno, cuidense mucho —dijo Lupin estrechándoles la mano a todos. Por último se acercó a Harry y le dio una palmada en el hombro—. Tú también, Harry. Ten cuidado.

—Sí, no te metas en líos y ten los ojos bien abiertos —le aconsejó Moody al estrecharle la mano—. Y esto va por todos: cuidado con lo que ponen por escrito. Si tienen dudas, no se les ocurra escribirlas en sus cartas.

—Ha sido un placer conocerlos —dijo Tonks abrazando a Hermione y Ginny—. Espero que volvamos a vernos pronto.

Entonces sonó un silbido de aviso; los alumnos que todavía estaban en el andén fueron apresuradamente hacia el tren.

—Rápido, rápido —los apremió la señora Weasley, atolondrada, abrazándolos a todos, y a Harry dos veces—. Escriban... Pórtense bien... Si han dejado algo ya se los mandaremos... ¡Rápido, suban al tren!

El perro negro se levantó sobre las patas traseras y colocó las delanteras sobre los hombros de Harry, pero la señora Weasley empujó al muchacho hacia la puerta del tren y susurró:

— ¡Te lo suplico, Sirius, haz el favor de comportarte como un perro!

— ¡Hasta pronto! —gritó Harry desde la ventanilla abierta cuando el tren se puso en marcha, mientras Ron, Hermione y Ginny saludaban con la mano.

—Bueno —dijo Fred dando una palmada—, no podemos pasarnos el día charlando, tenemos asuntos de los que hablar con Lee. Hasta luego —se despidió, y George y él desaparecieron por el pasillo hacia la derecha.

-Es mejor que yo me largue de aquí, antes de que me vean con ustedes.- dijo Venus que comenzó a caminar por el pasillo.

Para ella sería un poco complicado encontrar a sus amigos, gracias a que ella nunca habia estado en ese tren, era más grande por dentro lo cual no la sorprendía para nada.

Camino, observando cada una de los compartimentos que habia en el tren, hasta que dio con el correcto, Astrid y Alec se encontraban en uno de esos con Draco Malfoy y sus monigotes.

Cuando Draco vio a Venus, la invito a pasar haciéndole un lugar entre él y un chico que no estaba segura de quien era. Tomo asiento, no sin antes saludar a sus amigos. Y comenzaron a ponerse al corriente. 

La Promesa De Una WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora