Capítulo 11

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Salió de la habitación y cerró con cuidado tras ella. A continuación, todos corrieron hacia la ventana para ver quién había en la puerta principal. Alcanzaron a ver la coronilla de una despeinada y rojiza cabeza y un montón de calderos en precario equilibrio.

— ¡Mundungus! —Exclamó Hermione—. ¿Para qué habrá traído esos calderos?

—Debe de buscar un lugar seguro donde guardarlos —dijo Harry—. ¿No era eso, recoger calderos robados, lo que estaba haciendo la noche que debía vigilarme?

— ¡Sí, tienes razón! —respondió Fred. La puerta de la calle se abrió y Mundungus entró por ella con sus calderos y se perdió de vista—. ¡Vaya, a mamá no le va a hacer ninguna gracia!

Fred y George corrieron hacia la puerta y se quedaron junto a ella, escuchando con atención. La señora Black había dejado de gritar.

—Mundungus está hablando con Sirius y con Kingsley —dijo Fred en voz baja, concentrado y con el entrecejo fruncido—. No los oigo bien... ¿Qué os parece si probamos con las orejas extensibles?

—Quizá valga la pena intentarlo —admitió George—. Podría subir un momento y coger unas...

Pero en ese preciso instante estalló una sonora exclamación en el piso de abajo que hizo que las orejas extensibles resultaran superfluas. Se podía oír a la perfección lo que la señora Weasley estaba diciendo a grito pelado.

— ¡Esto no es un escondrijo de artículos robados!

—Me encanta oír a mamá gritándole a otra persona —comentó Fred con una sonrisa de satisfacción en la cara, mientras abría un poco la puerta para dejar que la voz de la señora Weasley entrara mejor en el salón—. Para variar.

—... completamente irresponsable, como si no tuviéramos bastantes preocupaciones sin que tú traigas tus calderos robados a la casa...

—Los muy idiotas la están dejando coger carrerilla —dijo George haciendo un gesto negativo con la cabeza—. Hay que atajarla enseguida porque si no se calienta y ya no hay quien la pare. Se moría de ganas de soltarle una buena reprimenda a Mundungus desde que desapareció, cuando se suponía que estaba siguiéndote, Harry. Y allá va la madre de Sirius otra vez.

La voz de la señora Weasley quedó apagada bajo una nueva sarta de chillidos e improperios de los retratos del vestíbulo.

George hizo ademán de cerrar la puerta para ahogar el ruido, pero, antes de que pudiera hacerlo, un elfo doméstico se coló en la habitación.

Iba desnudo, con la excepción de un trapo mugriento atado, como un taparrabos, alrededor de la cintura. Parecía muy viejo. Le sobraba piel por todas partes y, aunque era calvo como todos los elfos domésticos, le salían pelos blancos por las enormes orejas de murciélago. Tenía los ojos, de color verde claro, inyectados en sangre, y la carnosa nariz era grande y con forma de morro de cerdo.

El elfo no prestó la más mínima atención ni a Harry ni a los demás. Como si no los hubiera visto, entró arrastrando los pies, encorvado, caminando despacio y con obstinación, y fue hacia el fondo de la estancia sin dejar de murmurar por lo bajo con voz grave y áspera, como la de una rana toro.

—... apesta a alcantarilla y por si fuera poco es un delincuente, pero ella no es mucho mejor, una repugnante traidora a la sangre con unos críos que enredan la casa de mi ama, oh, mi pobre ama, si ella supiera, si supiera qué escoria han dejado entrar en la casa, qué le diría al viejo Kreacher, oh, qué vergüenza, sangre sucia, hombres lobo, traidores y ladrones, pobre viejo Kreacher, qué puede hacer él...

— ¡Hola, Kreacher! —lo saludó Fred, casi gritando, y cerró la puerta haciendo mucho ruido.

El elfo doméstico se paró en seco, dejó de mascullar y dio un respingo muy exagerado y muy poco convincente.

—Kreacher no había visto al joven amo —se excusó; a continuación se giró y se inclinó ante Fred. Con los ojos clavados todavía en la alfombra, añadió en un tono perfectamente audible—: Un sucio mocoso y un traidor a su sangre, eso es lo que es.

— ¿Cómo dices? —Preguntó George—. No he oído eso último.

—Kreacher no ha dicho nada —respondió el elfo, y se inclinó ante George, añadiendo en voz baja pero muy clara—: Y ahí está su gemelo; un par de bestias anormales.

Harry no sabía si reír o no. El elfo se enderezó y los miró a todos con hostilidad; en apariencia convencido de que nadie podía oírlo, siguió murmurando:

—Y ahí está la sangre sucia, la muy descarada, ay, si mi ama lo supiera, oh, cómo lloraría; y hay un chico nuevo, Kreacher no sabe su nombre. ¿Qué hace aquí? Kreacher no lo sabe...

—Este es Harry, Kreacher —dijo Hermione, titubeante—. Harry Potter.

Kreacher abrió mucho los ojos y se puso a farfullar más deprisa y con más rabia que antes:

—La sangre sucia le habla a Kreacher como si fuera su amigo; si el ama viera a Kreacher con esta gente, oh, ¿qué diría?

—¡No la llames sangre sucia! —saltaron Ron y Ginny al unísono, muy enfadados.

—No importa —susurró Hermione—, no está en sus cabales, no sabe lo que...

—Desengáñate, Hermione, sabe muy bien lo que dice —aclaró Fred mirando a Kreacher con antipatía.

Kreacher seguía mascullando sin apartar la vista de Harry.

— ¿Es verdad? ¿Es Harry Potter? Kreacher puede ver la cicatriz, debe de ser cierto, ése es el chico que venció al Señor Tenebroso, Kreacher se pregunta cómo lo haría...

—Nosotros también nos lo preguntamos, Kreacher —dijo Fred.

— ¿A qué has venido, Kreacher? ¿Qué quieres? —preguntó George.

Kreacher dirigió sus enormes y claros ojos hacia George.

—Kreacher está limpiando —contestó con evasivas.

— ¡No me digas! —exclamó una voz detrás de Harry.

Sirius había vuelto detrás venia Aluminé, el primero miraba con desprecio al elfo desde el umbral. El ruido en el vestíbulo había cesado; quizá la señora Weasley y Mundungus siguieran discutiendo en la cocina.

-Hola Kreacher.

-Señorita Venus, a Kreacher le da gusto verla.

Kreacher hizo una reverencia exageradísima, hasta tocar el suelo con su nariz en forma de hocico cuando termino de saludar a Venus. Ninguno de los presentes se explicaba cómo era posible que al elfo le agradara tanto Aluminé, siendo una Weasley.

—Levántate —le espetó Sirius impaciente—. A ver, ¿qué estás tramando?

—Kreacher está limpiando —repitió el elfo—. Kreacher vive para servir a la noble casa de los Black...

—Que cada día está más negra —afirmó Sirius.

—Al amo siempre le ha gustado hacer bromas —comentó Kreacher; volvió a inclinarse y siguió murmurando—: El amo era un canalla desagradecido que le partió el corazón a su madre...

—Mi madre no tenía corazón, Kreacher —lo atajó Sirius—. Se mantenía viva por pura maldad.

Kreacher hizo otra reverencia.

—Como diga el amo —masculló con furia—. El amo no es digno siquiera de limpiarle la porquería de las botas a su madre, oh, mi pobre ama, qué diría si viera a Kreacher sirviéndolo a él, con lo que ella lo odiaba, cómo la decepcionó...

-Ya calla Kreacher, no es bueno que te metas en problemas con el amo.- le dijo Venus a aquel elfo viejo. 

-Como diga la señorita Aluminé

La Promesa De Una WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora