Capítulo 29

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Quiero decirles que estén atentas a la primera parte de esta historia porque voy a publicar un anuncio, mientras disfruten.

Unos cuantos alumnos aplaudieron también, pero el final del discurso, del que en realidad sólo habían escuchado unas palabras, pilló desprevenidos a casi todos, y antes de que pudieran empezar a aplaudir como es debido, Dumbledore ya había dejado de hacerlo.

—Muchas gracias, profesora Umbridge, ha sido un discurso sumamente esclarecedor —dijo con una inclinación de cabeza—. Y ahora, como iba diciendo, las pruebas de quidditch se celebrarán...

—Sí, sí que ha sido esclarecedor —comentó Hermione en voz baja.

—No me irás a decir que te ha gustado —repuso Ron mirándola con ojos vidriosos—. Ha sido el discurso más aburrido que he oído jamás, y eso que he crecido con Percy.

—He dicho que ha sido esclarecedor, no que me haya gustado —puntualizó Hermione—. Ha explicado muchas cosas.

— ¿Ah, sí? —Dijo Harry con sorpresa—. A mí me ha parecido que tenía mucha paja.

—Había cosas importantes escondidas entre la paja —replicó Hermione con gravedad.

— ¿En serio? —se extrañó Ron, que no comprendía nada.

—Como, por ejemplo, «hay que poner freno al progreso por el progreso». O «recortar las prácticas que creamos que han de ser prohibidas».

— ¿Y eso qué significa? —preguntó Ron, impaciente.

—Te voy a decir lo que significa —respondió Astrid que los escuchaba—. Significa que el Ministerio está inmiscuyéndose en Hogwarts.

De pronto se produjo un gran estrépito a su alrededor; era evidente que Dumbledore los había despedido a todos, porque los alumnos se habían puesto en pie y se disponían a salir del Gran Comedor. Hermione se levantó muy atolondrada.

— ¡Ron, tenemos que enseñar a los de primero adónde deben ir!

— ¡Ah, sí! —exclamó Ron, que lo había olvidado—. ¡Eh, eh, ustedes! ¡Enanos!

— ¡Ron!

—Es que lo son, míralos... Son pequeñísimos.

— ¡Ya lo sé, pero no puedes llamarlos enanos! ¡Los de primer año! —Llamó Hermione con tono autoritario a los nuevos alumnos de su mesa—. ¡Por aquí, por favor!

—Mi Lady, yo la llevare hasta sus aposentos.

— ¿No tienes que guiar a los de primero?

—No en realidad, de eso ya se encargara Parkinson, yo te llevare a ti.

El camino a las mazmorras se le hizo muy corto y no le puso atención porque aun venia riéndose con Blaise de lo que había dicho Umbridge, Draco la atrapo dos veces en el camino, porque por reír no se fijaba y se tropezaba; y si no fuera por el antes mencionado ya se habría caído.

Cuando llegaron a las mazmorras Draco, Blaise, Theo y Alec le ayudaron a buscar su habitación. Al encontrarla le avisaron y con sumo cuidado leyó los nombres de sus compañeras de cuarto.

· Kimberly Allen

· Kendrah Allen

· Madeleine Bennett

— ¿Y estas quiénes son?

—Bueno, las gemelas Allen son algo rudas, no te metas mucho con ellas y en cuanto a Bennett ella es tranquila.

—Bien, los veo en la mañana, no se metan en problemas sino es conmigo.

La rubia entro a la habitación en donde se encontraban tres chicas, dos de ellas demasiado parecidas, por lo que supuso que ellas eran las gemelas; ambas tenían su cabello negro, lacio y hasta la cintura, las dos tenían los ojos claros, y lo único que las diferenciaba la una de la otra era que una tenía los ojos azules y la otra verdes. La tercera chica, tenía el cabello rubio pero no de tono de Venus, más bien era un rubio más oscuro, el cabello no le llegaba más debajo de los hombros y sus ojos eran azules.

—Hola, yo soy Venus, supongo que esa es mi cama y si no se meten conmigo no me meto con ustedes, eso es todo me voy a dormir.

A la mañana siguiente, Venus se vistió a toda velocidad y salió del dormitorio antes de que se le hiciera más tarde, se suponía que ya debería estar en el comedor, y sin Astrid ahí para despertarla, necesitaba nuevas amigas.

— ¿Te quedaste dormida?— preguntó Alec en voz alta en cuanto Venus llego a la sala común.

Un momento después llegaron al pie de la escalera de mármol. Una fila de alumnos de cuarto de Ravenclaw cruzaba el vestíbulo; Los dos amigos vieron como al ver a Harry se los alumnos apresuraron a correr, como si temieran que él pudiera atacar a los rezagados.

—Sentiría lastima por él...

—Pero tú eres Venus y no puedes sentir lastima.

—Exacto

El desayuno ya estaba servido y los chicos se dirigieron a donde estaban sus tres amigos. De repente se oyó como un rugido, y cientos de lechuzas entraron volando por las ventanas más altas.

Bajaron hacia las mesas del comedor y llevaron cartas y paquetes a sus destinatarios, a quienes rociaron con gotas de agua; evidentemente, fuera estaba lloviendo. Venus no vio a Milly, que era su hermosa lechuza negra, regalo de su padrino, obviamente, pero eso no le sorprendió: su único corresponsal era Severus, y dudaba mucho que su padrino tuviera algo nuevo que contarle ya que sólo llevaban veinticuatro horas sin verse.

En ese momento el profesor Snape pasó por la mesa repartiendo horarios.

— ¡Miren lo que tenemos hoy! —Gruñó Theo—. Historia de la Magia, clase doble de Pociones, Adivinación y otra sesión doble de Defensa Contra las Artes Oscuras... ¡Binns, Snape, Trelawney y Umbridge en un solo día!

— ¿He oído bien? —dijo Draco, sentándose al lado de Venus. — ¿Todas esas clases en un solo día?

—Al parecer sí.

Los chicos siguieron platicando, mientras desayunaban, la verdad era que a ninguno de ellos les importaba mucho las clases que tenían ese día. 

La Promesa De Una WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora