Creo que es el día cinco, de diez
— ¿El qué?
—Bien... es sólo que pareces estar trabajando bajo la falsa ilusión de que yo voy a... ¿cuál sería la frase?...quedarme tranquilo. Y me temo que no me voy a quedar tranquilo de ningún modo, Cornelius. No tengo la más mínima intención de ser enviado a Azkaban. Podría escapar, de hecho, pero sería una pérdida de tiempo, y francamente, se me ocurren una buena cantidad de cosas que preferiría estar haciendo.
La cara de Umbridge enrojecía más cada vez; lucía como si estuviera llena de agua hirviendo. Fudge se quedó mirando a Dumbledore con una expresión muy tonta en la cara, como si simplemente hubiera quedado aturdido por un repentino golpe y no pudiera creer lo que había pasado. Con un pequeño ahogo, miró alrededor a Kingsley y el hombre de pelo corto, que era el único en el salón que había permanecido en silencio hasta ahora.
Este último le hizo a Fudge un gesto tranquilizador y se adelantó ligeramente, alejándose de la muralla. Harry vio que su mano se dirigía, casi casualmente, hacia su bolsillo.
—No seas estúpido, Dawlish — le dijo Dumbledore, bondadosamente — Estoy seguro que eres un excelente Auror, pero si intentas... no sé... apresarme a la fuerza, tendré que lastimarte
El hombre llamado Dawlish parpadeó confundido. Miró hacia Fudge nuevamente, pero esta vez parecía estar esperando una señal de lo que debería hacer.
—Entonces —dijo Fudge con desprecio, recuperándose — tienes la intención de enfrentarte con Dawlish, Shacklebolt, a Dolores y a mí mismo sin ayuda de nadie, ¿es así, Dumbledore?
—Por la barba de Merlín, no – replicó Dumbledore, sonriendo – No a menos que seas lo suficientemente tonto como para obligarme a hacerlo, aunque no sé si ya te diste cuenta, pero no estoy solo, estas cuatro chicas están conmigo y debo admitir que son mejores que todos ustedes juntos.
— ¡Él no estará sin ayuda! — agregó la Profesora McGonagall en alta voz, metiendo su mano dentro de su túnica.
— ¡Oh, sí lo estará, Minerva, las únicas que están conmigo son ellas! — exclamó Dumbledore con voz aguda— ¡Hogwarts te necesita!
— ¡Basta de toda esta basura! — Gritó Fudge, sacando su propia varita - ¡Dawlish, Shacklebolt, atáquenlo!
Un rayo de luz plateada relampagueó alrededor de la habitación; hubo un ruido similar a un disparo y el suelo tembló; una mano agarró la nuca de Harry y lo obligó a bajar hasta el piso al tiempo que un segundo destello plateado estalló; varios de los cuadros gritaron, Fawkes chilló y una nube de polvo llenó el aire.
Tosiendo por el polvo, Harry vio una oscura figura caer al piso chocando delante de él; hubo un alarido y un ruido sordo y alguien gritó ¡NO!; luego el sonido de un vaso que se rompía, pasos que peleaban frenéticamente, un gemido......y silencio.
Harry luchó para ver quién estaba casi estrangulándolo y vio a la Profesora McGonagall encorvada a su lado; los había forzado a él y a Marietta a salir de la línea de fuego. El polvo todavía flotaba suavemente en el aire sobre ellos. Jadeando ligeramente, Harry vio una alta figura que se movía hacia ellos.
— ¿Están todos bien? — preguntó Dumbledore.
—Albus ellas no aguantaran mucho tiempo, hay que irnos ya.
— ¡Sí! — contestó la Profesora McGonagall, levantándose y llevando a Harry y Marietta con ella.
El polvo empezaba a esparcirse. La ruina de la oficina surgió amenazadoramente a la vista: el escritorio de Dumbledore había sido volcado, todas las mesas de análisis estaban tiradas por el piso, los instrumentos de plata destrozados. Fudge, Umbridge, Kingsley y Dawlish yacían inmóviles en el piso. El fénix Fawkes se remontaba en amplios círculos sobre ellos, cantando suavemente.
—Desafortunadamente tuve que aturdir también a Kingsley o hubiera resultado muy sospechoso — explicó Dumbledore en voz baja — Él fue notablemente listo, modificando la memoria de la Señorita Edgecombe, mientras todos miraban hacia otro lado. Le agradecerás por mí, ¿verdad, Minerva? Ahora, ellos despertarán muy pronto y será mejor que no sepan que tuvimos tiempo de comunicarnos. Deben actuar como si no hubiera pasado el tiempo, como si acabaran de ser golpeados, ellos no recordarán.
— ¿Dónde va a ir, Dumbledore? — susurró la Profesora McGonagall —¿Grimmauld Place?
—Oh, no –—contestó Dumbledore, con una sombría sonrisa —No voy a esconderme. Fudge muy pronto deseará nunca haberme desalojado de Hogwarts, lo prometo.
—Profesor Dumbledore.... —comenzó Harry.
—Albus enserio no tenemos más tiempo.
—Escúchame, Harry —le dijo con urgencia — Debes estudiar Oclumancia tan duro como puedas, ¿me entiendes? Haz todo lo que te diga el Profesor Snape y práctica, especialmente cada noche antes de dormir para que puedas cerrar tu mente a malos sueños. Entenderás el por qué muy pronto, pero debes prometérmelo.
El hombre llamado Dawlish se empezó a mover. Dumbledore aferró la muñeca de Harry
—Recuerda, cierra tu mente.
Pero mientras los dedos de Dumbledore se aferraban a la piel de Harry, un repentino dolor pasó como un relámpago sobre la cicatriz de éste, quien sintió nuevamente ese terrible, serpenteante anhelo de golpear a Dumbledore, morderle, lastimarle.
-Tú entenderás – susurró Dumbledore
Fawkes siguió girando alrededor de la oficina y bajó en picada sobre él. Dumbledore liberó a Harry, elevó su mano y aferró la larga cola dorada del fénix. Luego de un destello de fuego, todos se habían ido. Dumbledore, venus, las tres chicas y Fawkes.
— ¿Dónde está? —Gritó Fudge, levantándose del piso — ¿Dónde está?
— ¡No lo sé! — también gritó Kingsley, brincando sobre sus pies.
— ¡Bueno, no puede haber desaparecido! — Bramó Umbridge— No se puede hacer eso dentro de esta escuela.
—¡Las escaleras! — exclamó Dawlish, y se precipitó hacia la puerta, la abrió de un tiró y desapareció, seguido de cerca por Kingsley y Umbridge. Fudge vaciló, luego se inclinó lentamente hacia sus pies, sacudiendo el polvo de su parte delantera. Hubo un largo y doloroso silencio.
—Bien, Minerva— comentó Fudge, malvadamente, arreglando la manga rota de su camisa — Me temo que es el fin de tu amigo Dumbledore.
— ¿Tú de verdad crees eso? —inquirió la Profesora McGonagall desdeñosamente.
Fudge pareció no escucharla. Miraba alrededor de la destrozada oficina. Unos cuantos retratos le sisearon; uno o dos le hicieron gestos groseros con las manos.
—Es mejor que lleve a estos dos a la cama— sugirió Fudge, mirando a la Profesora McGonagall, señalando con una despectiva inclinación de cabeza a Harry y Marietta.
La Profesora no dijo nada, sólo se encaminó con ellos hacia la puerta. Mientras ésta se cerraba detrás de ellos, Harry escuchó la voz de Phineas Nigellus.
—Usted sabe, Ministro, yo estoy en desacuerdo con Dumbledore sobre muchas cosas...pero no puede negar que él tiene estilo.

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La Promesa De Una Weasley
FanfictionLa Promesa de Una Weasley Dos chicas: Hermione Granger, Venus Weasley. Un secreto: El de ella Una promesa: La de ella "¿Qué ella es quien? Dumbledore yo no puedo hacer nada por ella, bueno si, pero... ¿protegerla?" Segunda parte de Una Wea...