Capítulo 109

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Siento haber tardado tanto, pero aquí esta el capítulo. Espero que les guste 

Harry no tenía ni el más mínimo deseo de regresar a la Torre Gryffindor tan temprano, ni de contarle a Ron y a Hermione lo que acababa de ver. Lo que hacía a Harry sentirse tan aterrado e infeliz no era que le gritaran o que le hubieran aventado jarras, era que sabía cómo se sentía ser humillado en medio de una bola de mirones, sabía exactamente como Snape se había sentido cuando su papá lo había ridiculizado, y juzgando por lo que acababa de ver, su papá había sido tan arrogante como Snape siempre le había dicho.

—¿Pero por qué no has seguido practicando con las lecciones de Oclumancia? — dijo Hermione, frunciendo el ceño.

—Ya te lo he dicho— murmuro Harry. — Snape considera que puedo continuar por mí mismo ahora que ya tengo las bases.

— ¿Es que has dejado de tener sueños extraños? —dijo Hermione escépticamente.

—Muy lindos, —dijo Harry, sin mirarla.

—Pues bien, pienso que Snape no debería detenerse hasta que esté absolutamente seguro de que tú los puedes controlar—dijo Hermione con indignación. —Harry, pienso que deberías volver y preguntarle...

—No — dijo Harry con fuerza. — Déjalo, Hermione, ¿OK?

Era el primer día de Semana Santa y Hermione, como era su costumbre, había gastado gran parte del día persiguiéndolos con la revisión de los horarios para ellos tres. Harry y Ron habían dejado que ella los hiciese; era más fácil que pelear con ella y en todo caso, podrían serles de ayuda. Ron se había alarmado al descubrir que quedaban sólo seis semanas para que comenzaran los exámenes.

— ¿Cómo puede causarte esto un shock? — Hermione exigió, golpeando ligeramente cada pequeño cuadrado del horario de Ron con su varita a fin de que tuviese un color diferente según cada tema.

—No lo sé— dijo Ron— han sucedido un montón de cosas.

— Pues bien, allá ustedes, dijo ella, dándole su horario, Si prestas realmente atención a lo tienes que hacer.

Ron miro el horario un poco pesimista, pero entonces se le iluminó la cara.

— ¡Me has dado una tarde libre cada semana!

—Eso es para la práctica de Quiddich, dijo Hermione.

La sonrisa se desvaneció de la cara de Ron.

— ¿Para qué? — dijo él torpemente. —Tenemos tanta posibilidad de ganar la Copa de Quidditch este año como que mi padre se convierta en Ministro de Magia.

Hermione no dijo nada; ella estaba mirando a Harry, que contemplaba inexpresivamente la pared opuesta de la sala común mientras que Crookshanks le tocaba con su pata la mano, intentando que le rascara sus orejas.

— ¿Qué te pasa, Harry?

-*-

—Ese es un tema delicado Venus, no sé si sea buena idea.

—Hace un tiempo yo la conocí...

— ¿Qué?

—Antes de venir el año pasado... yo tuve una pequeña aventura.

— ¿De esas que solías tener? ¿Cuándo tus amigos de lo preocupados que estaban iban corriendo con Madame Maxime porque no te encontraban?

—Sí, esas pequeñas aventuras. El punto es que en el castillo de Beauxbatons hay un retrato, obviamente, pero este era especial. Tenía el poder de trasportarte al lugar al que quisieras con solo pensar en el lugar o persona. Así que yo pensé en mi supuesta mamá, Molly, algo malo. Los cobardes de mis amigos no se quisieron meter y pues yo me metí, pensando en mi mamá, no exactamente en Molly. Así que ese retrato me llevo directo a Azkaban donde conocí a Danna, pero no tenía idea de que ella era mi verdadera madre, por lo que no tarde mucho en regresar a la escuela.

—Eso estuvo mal. Pero no te voy a regañar. Mis regaños te valen tres kilos de nada.

—En eso tienes razón. Pero es enserio que quiero conocer a Danna.

—Yo sé que hablas enserio, y hare todo lo posible por que la conozcas. Ahora, dime a que te mando Albus.

—Dijo que ya estaba harto de mí, y de mis estupideces, entonces me dijo que saliera a la escuela para que viera que hay de nuevo. Bueno esas no fueron exactamente sus palabras.

— ¿Y qué hay de nuevo?

—Pues nada Severus, espero a que sea el momento adecuado para cumplir mi misión.

— ¿Has hablado con Draco?

—No, Severus ¿en qué estás pensando? No puedo hablar con él, ósea lo quiero y eso... pero no Sev...

—Miren nada más, no creí vivir para el momento en que la hija de la persona más fría de todo el mundo mágico admitiera que quiere a alguien.

—Deja de burlarte, súper no me estas ayudando.

Severus como en pocas ocasiones estaba sonriendo, una sonrisa sincera que iba dirigida a su amada ahijada, y aunque nunca tuvo hijos, Venus era su pequeña niña, ella era alguien por quien valía la pena sonreír.

Venus por su parte, amaba compartir ese tipo de momentos con su padrino, ambos habían sufrido mucho y merecían por lo menos un tiempo de paz.

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La Promesa De Una WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora