Capítulo 35

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Lo prometido es deuda, y como vi que hay capítulos con 40 estrellitas, si ustedes quieren otro capítulo más hoy por ser viernes pido eso 40 estrellas y 30 comentarios. Disfruten de la lectura

— ¡No es mentira! —La contradijo Harry—. ¡Yo lo vi con mis propios ojos! ¡Luché contra él!

— ¡Castigado, señor Potter! —exclamó entonces la profesora Umbridge, triunfante—. Mañana por la tarde. A las cinco. En mi despacho. Repito, eso es mentira. El Ministerio de Magia garantiza que no están ustedes bajo la amenaza de ningún mago tenebroso. Si alguno todavía está preocupado, puede ir a verme fuera de las horas de clase. Si alguien está asustándolos con mentiras sobre magos tenebrosos resucitados, me gustaría que me lo contara. Estoy aquí para ayudar. Soy su amiga. Y ahora, ¿serán tan amables de continuar con la lectura? Página cinco, «Conceptos elementales para principiantes».

Y tras pronunciar esas palabras la profesora Umbridge se sentó. Harry, en cambio, se levantó. Todos lo miraban expectantes, y Seamus parecía sentirse entre aterrado y fascinado.

— ¡No, Harry! —le advirtió Hermione con un susurro mientras le tiraba de la manga; pero su amigo dio un tirón del brazo para soltarse.

—Entonces, según usted, Cedric Diggory se cayó muerto porque sí, ¿verdad? —dijo Harry con voz temblorosa.

Todo el mundo contuvo la respiración, pues ningún alumno salvo Ron y Hermione, Alec y Astrid, había oído hablar a Harry, y a Venus, sobre lo sucedido la noche en que murió Cedric. Ávidos de noticias, miraron a Harry y luego a la profesora Umbridge, que había arqueado las cejas y observaba al muchacho muy atenta, sin rastro de una sonrisa forzada en los labios.

—La muerte de Cedric Diggory fue un trágico accidente —afirmó con tono cortante.

—Fue un asesinato —le discutió Harry, que entonces se dio cuenta de que estaba temblando. No había hablado con casi nadie de aquel tema, y menos aún con treinta compañeros de clase que escuchaban ansiosos—. Lo mató Voldemort, y usted lo sabe.

El rostro de la profesora Umbridge no denotaba expresión alguna. Durante un momento Harry creyó que iba a gritarle, pero ella, con la más suave y dulce voz infantil, dijo:

—Venga aquí, señor Potter.

Harry apartó su silla de una patada, dio unas cuantas zancadas, pasando al lado de Ron y de Hermione, y se acercó a la mesa de la profesora. Era consciente de que el resto de la clase seguía conteniendo la respiración, pero estaba tan furioso que no le importaba lo que pudiera ocurrir.

La profesora Umbridge sacó de su bolso un pequeño rollo de pergamino rosa, lo extendió sobre la mesa, mojó la pluma en un tintero y empezó a escribir encorvada sobre él para que Harry no viera lo que ponía. Nadie decía nada.

Aproximadamente después de un minuto, la profesora enrolló el pergamino, que, al recibir un golpe de su varita mágica, quedó sellado a la perfección para que Harry no pudiera abrirlo.

—Lleve esto a la profesora McGonagall, haga el favor —le ordenó la profesora Umbridge tendiéndole la nota.

Harry la cogió sin decir nada, salió del aula sin mirar siquiera a Ron y a Hermione y cerró de un portazo. Echó a andar a buen ritmo por el pasillo, con la nota para la profesora McGonagall fuertemente agarrada con una mano; al doblar una esquina tropezó con Peeves, el poltergeist, un hombrecillo con boca de pato que flotaba en el aire, boca arriba, haciendo malabarismos con unos tinteros.

—Eso fue alucinante —dijo Alec cuando salieron de la clase.

—Sí, lo fue. — Contesto su novia.

—Son los gemelos Anderson, Andrew y Blake. Son interesantes y si quieres yo te los presento.

—Eso me encantaría.

—Señorita Weasley tenemos que hablar. — dijo Snape que caminaba en su dirección.

—Los veo luego.

El profesor y Venus caminaron por los pasillos, esquivando a los alumnos que se atravesaban en su camino. Al llegar al despacho, que era horrible, de Snape; ambos tomaron asiento.

— ¿Es verdad que le contestaste a la profesora Umbridge?

—Acabo de salir de su clase hace 5 minutos, que chismosa es esa señora pero si, lo hice.

—Bueno... ¿Por qué la insultaste?

—No la insulte... Bueno tal vez solo un poco.

—Le dijiste vieja Venus.

—Ósea, no le dije algo que no fuera verdad.

— ¿Qué voy a hacer contigo?

—Nada. Solo ignora a esa señora y ya, todo arreglado.

—Solo, no seas tan mala. Procura no meterte en problemas, ella te quiere ver castigada pero no te pondré un castigo, solo es una advertencia, por esta ocasión, a la próxima si te toca castigo, ¿entiendes?

—Sí, padrino.

—Una cosa más.

— ¿Qué pasa?

—Albus quiere verte con tus amigos en su despacho antes de la cena

—Ahí estaré.

Durante toda la tarde la rubia se la habia pasado buscando a sus amigos, era importante que fueran a hablar con el director. Cuando al fin los encontró les contó lo sucedido con su padrino y también les dijo que tenían que ver a Dumbledore. Por lo que los tres caminaron por todo el colegio en busca del despacho de Dumbledore.

—Qué bueno que por fin están aquí. Pasemos a mi oficina.

Los tres chicos siguieron a Dumbledore por las escaleras y luego entraron a la oficina, y tomaron asiento en frente del escritorio.

— ¿Para qué nos necesita? —pregunto Alec

—Bueno, es algo muy básico. Pero temo decirles que tendrán que hacer un viaje, del que nadie se puede enterar.

— ¿Un viaje? ¿A dónde? — pregunto Astrid

—Verán, es un viaje a una escuela de magia, está en américa. Y ahí Venus podrás desarrollar adecuadamente tus poderes, que vienen con ser metamorfamaga.

— ¿Poderes? ¿Es acaso posible?

—Sí, veras, tu para lo único que usas este don; es para cambiar el color de tu cabello y ojos. Nunca has intentado hacer más que eso. Pues bien, este año yo quiero, no, necesito que tú desarrolles lo demás.

—Y se puede saber para qué.

—La profesora de adivinación, tuvo una visión y al parecer alguien que, durante estas vacaciones, se volvió muy cercano a ti, va a morir. Y no podemos permitir que eso pase.

— ¿Cuándo será eso?

—Espero que cuando tú estés lista.

— ¿Cuándo nos vamos?

—Dentro de un par de semanas

La Promesa De Una WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora