Capítulo 25

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El tren iba adquiriendo velocidad, y las casas que se veían por la ventana pasaban volando mientras ellos se mecían acompasadamente.

— ¿Vamos a buscar nuestro compartimento? —propuso Harry.

Ron y Hermione se miraron.

—Esto... —empezó a decir Ron.

—Nosotros... Bueno, Ron y yo tenemos que ir al vagón de los prefectos —dijo Hermione sintiéndose muy violenta.

Ron no miraba a su amigo, pues parecía muy interesado en las uñas de su mano izquierda.

— ¡Ah! —Exclamó Harry—. Bueno, vale.

—No creo que tengamos que quedarnos allí durante todo el trayecto —se apresuró a añadir Hermione —. Nuestras cartas decían que teníamos que recibir instrucciones de los delegados, y luego patrullar por los pasillos de vez en cuando.

—Vale —repitió Harry—. Bueno, entonces ya..., ya nos veremos más tarde.

—Sí, claro —dijo Ron lanzándole una furtiva y nerviosa mirada a su amigo—. Es una lata que tengamos que ir al vagón de los prefectos, yo preferiría... Pero tenemos que hacerlo, es decir, a mí no me hace ninguna gracia. Yo no soy Percy —concluyó con tono desafiante.

—Ya lo sé —afirmó Harry, y sonrió.

Pero cuando Hermione y Ron arrastraron sus baúles y a Crookshanks y a Pigwidgeon en su jaula hacia el primer vagón del tren, Harry tuvo una extraña sensación de abandono. Nunca había viajado en el expreso de Hogwarts sin Ron.

— ¡Vamos! —Le dijo Ginny—. Si nos damos prisa podremos guardarles sitio.

—Tienes razón —replicó Harry, y cogió la jaula de Hedwig con una mano y el asa de su baúl con la otra.

Venus se encontraba mirando a través de las ventanas de paneles de cristal para ver el exterior de los compartimentos, viendo el paisaje.

— ¿Sabes qué me regalaron por mi cumpleaños? —preguntó Alec a Venus.

— ¿Otra planta de esas que te fascinan? —aventuró la rubia acordándose de aquella planta horrible que la abuela de Alec le había enviado en un intento de mejorar la relación que tenia con él.

—No. Aunque no me vendría mal una, porque la anterior se murió... No, miren...

Metió la mano con la que no sujetaba con firmeza a su gato negro en su mochila y, tras hurgar un rato, sacó una cosa que parecía un pequeño cactus gris en un tiesto, al fin tenía una planta normal.

— ¿Hace... algo? —preguntó.

— ¡Ya lo creo! ¡Un montón de cosas! —Exclamó con orgullo—. Tiene un mecanismo de defensa asombroso. Aunque en esta ocasión no lo veras en acción, Sombra lo odia.

-Yo también lo odiaría

En ese preciso instante se abrió la puerta de su compartimento.

— ¡Oh..., hola, Draco! —Lo saludó una vocecilla—. Humm..., ¿te encuentro en mal momento?

Una chica muy guapa, cuyo cabello era negro, largo y reluciente, estaba plantada en la puerta, sonriéndole y con un rostro burlón. La rubia no la conocía, pero desde ese momento le caía mal.

— ¡Ah, hola...! —respondió Draco, desconcertado. — ¿Pasa algo?

—Humm... —dijo la chica—. Bueno... Sólo venía a decirte de la junta de prefectos, vamos tarde... Hasta luego.

Y con las mejillas muy coloradas cerró la puerta y se marchó. Draco se recostó en el asiento y soltó un gruñido. Venus seguía con la misma cara de asco que había puesto desde que aquella chica irrumpió en su compartimento.

— ¿Quién era ella? — pregunto Venus.

—Ella era Parkinson, la enamorada de Draco— contesto burlón Theo

—Que hermoso, Draqui tiene una enamorada. — Aquella sonrisa que Venus tenia nadie se la quitaría.

—Es irritante, no la soporto.

—Bueno que esperabas, está enamorada de ti.

—Esperaba que fuera menos intensa.

—Así son las mujeres cariño, debes lidiar con eso siempre.

—Debo irme a una junta aburrida de prefectos, nos vemos en un rato.

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—Hay dos prefectos de quinto en cada casa —explicó Hermione, que parecía muy contrariada, y se sentó—. Un chico y una chica.

—Y a ver si sabéis quién es uno de los prefectos de Slytherin —preguntó Ron, que todavía no había abierto los ojos.

—Malfoy —contestó Harry al instante, convencido de que sus peores temores se confirmarían.

—Por supuesto —afirmó Ron con amargura; luego se metió el resto de la rana en la boca y cogió otra.

—Y Pansy Parkinson, esa pava —añadió Hermione con malicia—. No sé cómo la han nombrado prefecta, si es más tonta que un trol con conmoción cerebral...

— ¿Quiénes son los de Hufflepuff? —preguntó Harry.

—Ernie Macmillan y Hannah Abbott —contestó Ron.

—Y Anthony Goldstein y Padma Patil son los de Ravenclaw —añadió Hermione.

—Tú fuiste al baile de Navidad con Padma Patil —dijo una vocecilla.

Todos se volvieron para mirar a Luna Lovegood, que observaba sin pestañear a Ron por encima de El Quisquilloso. El chico se tragó el trozo de rana que tenía en la boca.

—Sí, ya lo sé —afirmó un tanto sorprendido.

—Ella no se lo pasó muy bien —le informó Luna—. No está contenta con cómo la trataste, porque no quisiste bailar con ella. A mí no me habría importado —añadió pensativa—. A mí no me gusta bailar — aseguró, y luego volvió a esconderse detrás de El Quisquilloso.


La Promesa De Una WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora