Capítulo 54

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NARRA VENUS

— ¡Hay por dios Alec! ¡Yo le tengo que decir a Fizzy que tiene que hacer no tú! La vamos a confundir... ¿ves? Le acaba de dar un golpe por tu culpa.

Venus tenía que admitir que se sentía más nerviosa que antes, y la batalla que tenía enfrente no era por culpa de su amigo, era su culpa. Habia lanzado a Fizzy a las garras de esa cosa carnívora.

Y ahora no sabía qué hacer, Alec la estaba ayudando pero también la perjudicaba porque la ponía más nerviosa, con este ya iban casi diez golpes seguidos que la Manticora le había dado a la dragona Fizzy.

Fizzy estaba enfurecida y no podía hacer mucho ya que se encontraba atada con la cola de la Manticora, Venus estaba harta, tenía que ayudar a Fizzy. Pero alguien ya había deducido eso, Alec se acercaba por la espalda de la bestia y estaba a nada de lanzar un hechizo cuando la Manticora lo sorprendió y lo sujeto con sus garras.

Al parecer la rubia no había entendido que las batallas las tenía que ganar ella por su cuenta, sin usar a sus guardianas, o amigos. Mientras seguía oculta en las sombras, ideaba un plan para que esa cosa no le hiciera daño.

Según las clases rápidas de Fizzy acerca de la Manticora, las púas que se encontraban en su aguijón eran peligrosas, y si lo lograba podría usarlas en su contra. Empuñando su varita salió de su escondite.

— ¡Oye! ¡Manticora, a mi es a quien quieres! ¡Yo soy tu nueva dueña!

-*-

NARRA HARRY

Aunque era pasada medianoche había voces que provenían de dentro de la habitación, un claro murmullo de ellos. Sonaba como si Dumbledore estuviese hablando con una docena de personas.

La profesora McGonagall golpeó tres veces el grifo de Aldaba y las voces cesaron de forma abrupta, como si alguien las hubiese apagado. La puerta se abrió por sí sola y la Profesora McGonagall condujo a Harry y a Ron dentro.

La mitad del cuarto estaba oscura; los extraños instrumentos de plata estaban en unas mesas muy silenciosas pero emitían oleadas de humo; los retratos de viejos directores y directoras cubrían las paredes y todos ellos permanecían durmiendo en sus cuadros. Detrás de la puerta, un magnífico pájaro rojo y dorado del tamaño de un cisne permanecía en su percha dormido con una cabeza bajo su ala.

—Oh, es usted, Profesora McGonagall... y... ah.

Dumbledore se sentó en un sillón detrás de su escritorio; se apoyó delante del charco que había hecho un ligero candelero que iluminaba los papeles que estaban encima de él. Él llevaba una magnífica túnica con un adorno bordado con los colores morado y oro, justo encima de una camisa de dormir, blanca al igual que la nieve, pero estaba bien despierto, sus penetrantes y brillantes ojos azules se fijaron sobre la profesora McGonagall.

—Profesor Dumbledore, Potter ha tenido una... bueno, una pesadilla— dijo la Profesora McGonagall. —Él dice...

—No fue una pesadilla—, dijo Harry rápidamente.

La profesora McGonagall miró a Harry, frunciendo levemente el ceño.

—Muy bien, entonces, Potter, cuéntele al director qué pasó.

-*-

NARRA VENUS

La Manticora dejo a Alec y Fizzy en el suelo, poniendo atención a la que lo reclamaba como suyo.

Yo no tengo dueño, deberás ganarme en una batalla para poder decir que soy tuyo.

—Ganare esa batalla y tú serás mío.

Eso ya lo veremos niña.

Venus se preparó mentalmente para lo que estaba a punto de pasar, una vez más le darían una paliza. La Manticora se encontraba gustosa porque tendría mucha comida. Tan solo tenía que vencer a esa niña engreída y ya.

La chica tomo fuerte su varita y se dispuso a atacar cuando la Manticora estallo en carcajadas, la chica no entendió porque lo había hecho, no tenía sentido, ella no había hecho nada gracioso como para que la bestia se riera. Se quedó quieta, observando cómo se retorcía de la risa.

Lanzo un hechizo aturdidor, no pasó nada y esa cosa seguía riendo. Otro hechizo más fuerte, y nada. No estaba consiguiendo nada, al parecer los hechizos no le hacían nada a la Manticora. Así que opto por el combate cuerpo a cuerpo. Hizo aparecer una espada. Que era plateada con una empuñadura negra y en forma de serpiente, esta se adaptaba muy bien a la mano de Venus y la chica la manejo como si fuera una luchadora de espada nata.

Al escuchar que la espada era desenvainada la Manticora dejo de reír, tal parecía que la chica iba enserio con lo que le había dicho. Aquella niña que tenía enfrente era muy decidida.

Ambas, bestia y Venus, se veían a los ojos, ninguna de las dos dispuesta a dar el brazo a torcer, ambas decididas a ganar. Y fue la Manticora la que dio el primer paso.

La Promesa De Una WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora