Capítulo 135

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Esa chica sabía que decir, y tomo eso a su favor, cuando ellas salieran de la oficina Alec y Venus irían de tras de ellas para cuidar a Hermione. Como lo esperaban esas palabras tuvieron un fuerte impacto en Umbridge: ella miro sospechosamente al escuadrón inquisidor, sus ojos descansaron un momento en Malfoy, quien fue muy lento para tratar de evitar su mirada.

Umbridge contemplo Hermione por otro largo rato entonces hablo claramente con voz maternal.

— Ok, querida, que sea solamente tú y yo... llevaremos a Potter también, ¿vamos? Párate

— Profesora— Dijo Malfoy enérgicamente, — Profesora Umbridge. Pienso que alguien de la patrulla debería ir con usted para cuidar...

— Soy una calificada oficial del ministerio, Malfoy, ¿crees que no podre manejar dos adolescentes solas? — pregunto Umbridge. — En todo caso esta arma no suena como algo que los estudiantes deban ver. Permanecerás aquí hasta que regrese y te aseguraras que ninguno de estos— ella miro a Ron, Ginny, Neville Luna— escape.

— Bien, — dijo Malfoy decepcionado.

— Y ustedes dos vayan adelante mío y muéstrenme el camino — dijo Umbridge, señalando a Harry y Hermione con su varita, comiencen.

Harry no tenía ni idea de lo que Hermione estaba planeando o de si realmente tenía un plan. Caminaba unos pasos detrás de ella mientras se dirigían hacia el pasillo que conducía a la oficina de Umbridge, sabiendo que sería demasiado sospechoso si aparentaba que no sabía a dónde estaban yendo. No hizo ningún intento de hablar con Hermione; Umbridge caminaba detrás de ellos, tan cerca que podía oír su respiración entrecortada.

Unos pasos más atrás de ellos, protegidos por la capa, Venus y Alec los seguían tratando de ir a su paso para no perderlos de vista, no sabían a donde se estaba dirigiendo Hermione, Potter, al parecer de Venus, tampoco tenía idea de a dónde iban.

Hermione les conducía por las escaleras que iban al Hall de entrada. El estruendo de voces y el claqueteo de los platos rebotaban hacia el exterior de las puertas dobles del gran comedor a Harry le parecía increíble que veinte pasos más allá hubiera personas que estuvieran disfrutando sus cenas, celebrando el final de los exámenes, sin importarles el mundo...

Hermione caminaba derecha hacia las puertas principales de roble y bajó las escaleras de piedra hasta salir al relajante aire de la tarde. El sol estaba cayendo entre las copas de los árboles del Bosque Prohibido y mientras Hermione caminaba cruzando los campos del colegio, Umbridge trataba de caminar más rápido para alcanzarles, sus largas sombras se enroscaban detrás de ellos, como mantos en la hierba.

— ¿Está escondida en la cabaña de Hagrid, verdad? — Umbridge le susurró en la oreja a Harry con entusiasmo.

—Desde luego que no—dijo Hermione mordazmente. —Hagrid la habría hecho estallar accidentalmente

—Sí— dijo Umbridge, cuya excitación parecía haber aumentado. —Sí, probablemente lo habría hecho. Desde luego ¡el gran semi gigante!. —Se río abiertamente.

Venus y Alec estaban a unos cuantos metros por detrás de ellos, solo por seguridad no se acercaban más para escuchar lo que decían.

—¿Qué es esa arma de la que habla Granger?

—No lo sé Alec. Albus no me hablo nunca de esa supuesta arma. Tal vez es solo un invento de esa niña.

—Tal vez, Dumbledore confiaba más en ti. Dudo que no te haya dicho algo tan importante.

-*-

—Sirius, esto que estamos haciendo es por tu bien, no debes temer.

— ¿Quiénes son ustedes tres?

—Somos conocidas de una amiga tuya.

—Debes estar quieto.

Las tres desconocidas tomaron a Sirius por los brazos, metiéndolo dentro de lo que parecía un enorme armario, la persona detrás de todo ese malévolo plan, observaba todos los movimientos de las chicas.

Si tenía que justificarse de alguna manera, no lo haría. Tenía motivos muy enormes para hacer lo que estaba haciendo. Y si fallaba, no se lo perdonaría nunca.

-*-

Harry sintió entonces grandes deseos de dar media vuelta y colgarla del cuello, pero se resistió. Su cicatriz estaba dando punzadas en el suave aire de la tarde, pero no le quemaba demasiado, como sabía que le quemaría si Voldemort hubiera asesinado a alguien.

—Entonces...¿dónde está?— preguntó Umbridge, con un deje incierto en su voz, mientras Hermione seguía caminando derecha hacia el bosque.

—Allí dentro, desde luego—dijo Hermione, señalando hacia los oscuros árboles. —Tiene que estar en algún sitio en el cual los estudiantes no puedan encontrársela accidentalmente, ¿verdad?

—Por supuesto,— dijo Umbridge, aunque ahora su voz sonaba aprensiva. —Por supuesto ....muy bien, entonces... ustedes dos pueden ir por delante de mí.

—Entonces, si vamos primero ¿podemos recuperar nuestras varitas?— le preguntó Harry.

—No, no lo creo, Señor Potter—, dijo Umbridge cariñosamente, golpeando su espalda con la varita. —Me temo que el Ministerio tiene en más alta estima mi vida que las suyas.

Venus y Alec que iban tan solo unos pasos atrás de ellos, hablaban de todas las criaturas que podían encontrar en aquel bosque. Aunque no lo quisieran, eran unos aficionados a las criaturas mágicas.

La Promesa De Una WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora