Capítulo 148

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Él había esperado sentir frío, pero no. Al contrario, parecía como si hubiera estado reposando en el sol durante horas, como si el resplandor de la luz interior la calentara. Esperando, incluso deseando, que algo dramático fuera a suceder, algo emocionante que hiciera que su largo y peligroso viaje valiera la pena después de todo, Harry bajo la esfera de cristal del estante y la observo.

Venus comenzó a poner atención. No sucedió nada en absoluto. Esto tenía que ser alguna trampa, no lo harían llegar hasta ahí nada más porque sí. Los otros se acercaron alrededor de Harry, contemplando la esfera, mientras él le limpiaba todo el polvo atascado. Los ojos de Venus comenzaron a ver algo que la altero un poco, sin embargo no dijo nada. Y entonces, justo detrás de ellos, una voz que arrastraba las palabras habló.

—Muy bien, Potter. Ahora date la vuelta, tranquila y lentamente, y entrégame eso.

Formas oscuras surgían del aire a su alrededor, bloqueando el camino a izquierda y derecha; sus ojos brillando bajo capuchas, una docena de varitas encendidas apuntando directamente a sus corazones; Ginny dejó escapar un pequeño grito de horror.

—Dámela, Potter—repitió lentamente la voz de Lucius Malfoy, mientras extendía su mano.

Harry sintió caer su estómago, mareado. Estaban atrapados, y superados en número dos a uno.

—Dámela, Potter—ordenó Malfoy una vez más.

— ¿Dónde está Sirius? —dijo Harry.

Varios mortífagos rieron; Venus lo sabía, ese imbécil habia caído directo en la trampa, de entre las oscuras figuras a la izquierda de Harry una áspera voz de mujer dijo triunfal

— ¡El Señor Oscuro siempre sabe!

—Siempre...— repitió Malfoy suavemente. —Ahora, dame la Profecía, Potter

—¡Quiero saber dónde está Sirius!

—¡Quiero saber dónde está Sirius! — imitó la mujer a su izquierda.

Ella y sus compañeros mortífagos se acercaron de forma que estaban a unos pocos metros de Harry y los demás, la luz de sus varitas deslumbrando los ojos de Harry.

—Lo tienen. — dijo Harry, ignorando el creciente pánico en su pecho, el miedo contra el que había estado luchando desde que había entrado en el pasillo noventa y siete. —Él está aquí. Sé que está aquí.

—El pequeño bebe se despertó asustado y creyó que lo que había soñado era real—dijo la mujer en una horrible, fingida voz de bebe. Harry sintió a Ron moverse tras él.

—No hagas nada— susurró Harry. —Todavía no.

La mujer que lo había imitado soltó una carcajada.

— ¿Lo han oído? ¿LO HAN OIDO? ¡Dando instrucciones a los otros niños como si pensará enfrentarse a nosotros!

— ¿La han escuchado? Esta loca...

—Oh, no conoces a Potter como yo, Bellatrix— dijo Malfoy calmado. —Tiene una gran debilidad por las heroicidades; como bien sabe el Señor Oscuro. Ahora dame la Profecía, Potter

— ¿Esa rubia es Danna? Es la viva imagen de Danna...

—Sé que Sirius está aquí— dijo Harry, con su pecho paralizado de tal forma por el pánico que ya casi no podía respirar. —¡Sé que lo tienen!

Más mortífagos rieron, aunque las carcajadas de la mujer destacaban sobre el resto.

—Va siendo hora de que aprendas a diferenciar entre la vida y los sueños, Potter—dijo Malfoy. —Ahora dame la Profecía, o comenzaremos a usar las varitas.

—Adelante, entonces. — Dijo Harry, alzando su varita. Entonces, las nueve varitas de Ron, Hermione, Neville, Ginny, Venus, Astrid, Alec y Luna aparecieron a su lado. El nudo en el estómago de Harry se hizo más fuerte. Si realmente Sirius no estaba allí, había conducido a sus amigos a su muerte sin ningún motivo... Pero los mortífagos no atacaron.

—Dame la Profecía y no habrá necesidad de que nadie salga herido— dijo Malfoy fríamente. Ahora era Harry quien reía.

— ¡Si, seguro! —dijo. —Te doy esta... profecía, ¿no?... y tú simplemente nos dejarás irnos a casa, ¿verdad?

—Alguien alguna vez me dijo que si querías triunfar en la vida, nunca debías confiar en un mortifago... es lo peor que alguien puede hacer. —Dijo Venus con una sonrisa.

Esas palabras apenas habían dejado su boca cuando la mortifaga gritó:

—Accio Prof...

Harry estaba preparado: gritó

— ¡Protego! —cuando ella finalizó su conjuro, y aunque la esfera de cristal se escapó de la punta de sus dedos la volvió a sujetar sin problemas.

—Oh, sabe cómo jugar, el pequeño bebe Potter— dijo ella, sus ojos furiosos mirándole fijamente tras la capucha. —Muy bien, entonces...

— ¡LES DIJE QUE NO! — Lucius Malfoy le gritó a la mujer. —Si la rompén...

La mente de Harry corría a toda velocidad. Los mortifagos querían esa polvorienta esfera de cristal. Él no tenía ningún interés en ella. Solo quería sacarlos de allí vivos, asegurarse de que ninguno de sus amigos pagaba un terrible precio por su estupidez...

La mujer avanzó, alejándose de sus compañeros, y apartando su capucha. Azkaban había vaciado la cara de Bellatrix Lestrange, haciéndola flaca y esquelética, pero estaba viva con un ferviente, fanático brillo.

La Promesa De Una WeasleyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora