Narra Leo:
Entré en la habitación, ella estaba tendida en la cama, sólo con ropa interior. Dormía boca abajo, en esa posición que las mujeres encuentran tan cómoda.
Me acerqué a ella y besé su hombro, luego su mejilla, se quejó.
-Amor- pasé mi mano por su pierna- mi vida, ¿Vamos a cenar?
Abrió los ojos y me fulminó con la mirada.
-¿Dónde diablos estabas?
-Fui a dar una vuelta... vamos a cenar, estoy muriendo de hambre, en cualquier momento quedaré en los huesos.
Rodó los ojos.
-Estás más cerca de que nos divorciemos que a quedar en los huesos.
Abrí mis ojos como platos.
-No estás hablando en serio, Vaska.
Bufó y pasó sus manos por su cara.
-Obvio que no, Leonardo.
Se paró y no pude evitar mirar su trasero... no importa cuánto respetes a una mujer, si tiene buen trasero los ojos se van solos.
Tomó un jeans y se lo puso, luego un crop top.
-No, no- negué- sácate eso...- frunció su ceño- ¡Se te ve todo! No quiero que todos anden mirando tus senos, ya tengo suficiente con que te miren el trasero.
Alzó las cejas.
-Leonardo- rió- si antes me ponía esto, ahora que estoy casada no cambiará la manera en que me vista. Creo que se te olvidó que en nuestros votos omití que te obedecería...
Me sorprendí.
Tomó su celular.
-Vamos antes de que me quiera devolver a casa.
[...]
Creo que todo su mal humor se debía a que tenía hambre.
-Te ves hermosa...
Se sonrojó.
-En realidad siempre te ves tan hermosa que me vuelves loco...
-¿Ah si?
-Si- suspiré- no pude elegir mejor mujer para casarme...
[...]
Los días pasaron volando... nos hubiese gustado quedarnos unos días más, pero también extrañábamos mucho a nuestra pequeña hija.
-¡Cariño!- Isabella abrazó a Vaska- te ves radiante, mi niña.
Si supiera que está así porque tuvimos sexo al menos dos veces por día...
-¡Mami! ¡Papi!- Bianca apareció corriendo.
Vaska la tomó y la abrazó, besé la frente de mi pequeña hija.
-Oh, ella los extrañaba mucho...
-Hola Leo.
-David- le di la mano.
Me apoyé en el marco de la puerta.
-¿Qué van a hacer ahora? ¿Tienen hambre?
Vaska me miró.
-Yo creo que nos iremos a casa...- murmuré.
Isabella y David se sorprendieron.
-¿De qué hablas...?