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Sarah estaba recostada sobre su cama, los ojos cerrados y su respiración tranquila y continua cuando Loki la vio.
No recordaba cuanto tiempo había pasado desde la última vez en la que la había visto. Todo después del ataque a nueva york había pasado tan rápido y después tan lento que había perdido la cuenta de todos los días y noches en las que había añorado estar a su lado, escucharla reír y hablar de cosas que él simplemente no entendía.
Loki dio un paso hacia adelante, sus manos temblando ante la simple idea de volver a tocarla después de tanto tiempo, de sentir su calor bajo sus yemas. Se detuvo a un par de centímetros de ella, su cabello tapaba la mayor parte de su rostro, y su computadora estaba encendida en los pies de la cama, papeles y un par de lapices alrededor de ella.
Loki sonrió y extendió su mano derecha hacia su rostro, quitó los mechones de cabello que no le dejaba ver su rostro y se arrodilló a un lado de la cama.
Sabía que tenía que marcharse antes de que despertara. Sabía que no podía permitir que Sarah lo viera, eso echaría a perder todos sus planes.
Con fuerza, Loki cerró sus ojos y apoyó su frente sobre la de ella, sus ojos admirando los parpados cerrados de Sarah, la forma en que su pecho subía y bajaba con suavidad.
—Lo siento —murmuró Loki despegándose de ella y para después depositar un suave beso en su frente—, sé que es probable que me odies y lo entiendo...
Loki mojó sus labios, y se tragó el nudo que comenzó a acumularse en su garganta. Si lo pensaba bien, de alguna forma ella era lo único que le importaba, lo único que le quedaba, y la idea de perderla, la idea de que lo odiara simplemente...
—Te prometo que voy a arreglar todo esto —susurró Loki con la esperanza de que esas palabras se quedaran grabadas en su mente—, cuando todo esto termine, serás la primera a la que vendré a buscar, te lo juro.
Loki se puso de pie y desapareció de la misma forma en la que había llegado, sin dejar rastro alguno.
Despacio, Sarah abrió los ojos y tomó asiento sobre la cama. El corazón le saltaba en el interior de su pecho, y las lagrimas que había estado tratando de contener cayeron por sus mejillas.
Está vivo, pensó antes de esbozar una pequeña sonrisa, apoyando su cabeza en la almohada.
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