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No sé como llegué a la enfermería. Demonios, no sé ni como salimos con vida de esa maldita misión.
Tomo asiento en la camilla, Sophie la enfermera llena una ficha a unos cuantos metros de mi, me aclaro la garganta para que me vea.
—Sr. Stark —dice ella hacia mí—. No se mueva. Tuvo una contusión craneana bastante importante.
—¿Cómo están los demás? —pregunto. Al hacerlo el labio me arde, llevo uno de mis dedos hasta la comisura derecha, sangre.
Observo el rostro de Sophie, la forma en que palidece, el leve temblor en su barbilla, el enrojecimiento de sus ojos.
—Le diré al Sr. Rogers que...
—¿Están todos vivos, Sophie? —vuelvo a preguntar, esta vez con más fuerza, ella suelta un suspiro y se acerca a la camilla, dejando la ficha sobre un carro de metal.
—Están todos vivos, señor —dice ella al llegar a mi lado.
—¿Pero? —le pregunto y Sophie baja la cabeza.
No recuerdo casi nada de la misión.
Recuerdo leves acontecimientos.
Recuerdo nuestra llegada. Recuerdo la forma en la que entramos al recinto. Recuerdo que pudimos pasar la primera tanda de guardias. Disparos, más disparos. Sangre. Una explosión.
—La señorita Natasha sufrió una fractura de radio y ulna. Y el señor Barton recibió una bala en la zona abdominal.
—¿Rogers, Banner, los Maximoff?
—Salieron ilesos. Unos pequeños hematomas por aquí y por allá, pero nada de otro mundo.
Trago con fuerza al ver que evita hablar de Lorena. Aprieto la mandíbula. Una parte de mí tampoco quiere preguntar.
—¿Qué hay de Lorena?
Sophie suspira con fuerza.
—Está viva —contesta sin mirarme—. Pero... No sabemos muy bien todavía que le hicieron. Está fuera de control.
Siento como si el mundo se destruyera debajo de mis pies. Siento las irrefrenables ganas de saltar de esa camilla y correr hacia donde sea que la tienen, abrazarla, hacer algo, no quedarme aquí como un idiota.
—Llamaré al señor Rogers para que pueda darle más detalles... —dice Sophie acercándose al teléfono fijo que cuelga de la pared.
—No —le digo bajando un pie de la camilla y luego el otro. La habitación me da vueltas una vez que tengo ambas plantas apoyadas en el suelo, pero continuo.
—Señor Stark, no puede bajarse, necesita reposo —dice Sophie tratando de detenerme—. Primero deje que llame al doctor para que lo revise.
—¡Necesito ir a verla! —le digo tirando de mi brazo con la poca fuerza que tengo para zafarme de su agarre—. ¡Suéltame!
Ella se da por vencida, corre al teléfono.
Veo a Romanoff recostada en otra de las camillas al final de la sala, todavía duerme, tiene el brazo derecho cubierto así que no puedo ver que tan grave es la fractura. Clint no está por ninguna parte.
Cuando salgo al pasillo, Steve está de pie junto con Wanda, sus espaldas apoyadas en la muralla.
—¿Dónde está? —les pregunto, no dejándoles oportunidad de hablar.
—Tuvimos que llevarla a las celdas en el subterráneo —explica Wanda, una silenciosa lágrima cae por uno de sus ojos. Steve tiene la mirada pegada en el suelo.
—Está fuera de control Tony, es muy arriesgado que...
—Me importa una mierda —le contesto caminando con dificultad hacia el elevador.
Ellos me siguen. No tratan de persuadirme porque saben que no sacarán nada haciendolo. Con suerte retrasarme un par de minutos.
—Friday —digo en voz alta una vez que ya estoy dentro del elevador, Maximoff y Rogers se suben conmigo—. Prepara mi traje.
Steve niega con la cabeza y Wanda me mira con una ceja alzada. Yo no les devuelvo la mirada.
—Preparando su traje, señor —responde Friday—. Debido a los daños, su traje estará listo en cuatro horas con 45 minutos.
Las puertas del elevador se abren una vez que llegamos a las celdas. Steve toma mi brazo antes de que yo pueda salir.
—Está mal, Tony —dice y Wanda sale antes que nosotros, se queda afuera, una de sus manos en el borde de la puerta del ascensor impidiendo que este se cierre—. No sabe quién es, no sabe quienes somos. Ella fue la que le rompió el brazo a Nat, no los de Hydra.
Trago con fuerza.
Steve suelta mi brazo y salgo del ascensor,
La veo dentro de una celda de vidrio templado triple capa. Golpea el material con tanta fuerza que sus manos sangran. Tiene un hematoma en la frente y un corte en la ceja.
Golpea el vidrio una vez más y luego suelta un grito.
Veo las cosas dentro de la celda. Hay una silla destruida. Una manta en un rincón, una almohada rota, las plumas de esta esparcidas por todas partes.
Lorena da un paso hacia atrás, extiendo sus manos hacia adelante y lanza llamas de un potente fuego rojo por sus palmas. El vidrio se calienta, pero no le pasa nada.
—La teníamos en la celda de metal —explica Wanda llevándose las manos a los bolsillos—. Pero derritió los barrotes. Nat se ofreció para sacarla y... Bueno... Logró sedarla pero su brazo sufrió en el proceso.
Lorena vuelve a lanzar llamas por todas partes, y al ver que no funciona, se arrodilla en el suelo, y grita hasta desgarrar sus pulmones.
Me acerco al vidrio y trato de llamar su atención.
—No puede verte —dice Steve a mi espalda.
—Necesito hablar con Banner —les digo sin mirarlos—. Si hay alguien que me puede ayudar a traerla de vuelta, es él.
—Está en su laboratorio —responde Wanda.
—Señor, su traje estará listo en cuatro horas y 35 minutos —dice Friday como recordatorio.
—¿Qué piensas hacer Tony?
—Voy a hacer que esos hijos de puta paguen por lo que le hicieron. Eso voy a hacer, Rogers.
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