Steve Rogers

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"Please don't have somebody waiting on you"

Steve caminaba por las calles de Nueva York sin ningún destino real

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Steve caminaba por las calles de Nueva York sin ningún destino real. Avanzaba por entre la gente, con las manos en los bolsillos, la negrura de la noche siendo amortiguada por las interminables luces de los vehículos, departamentos y semáforos.

No recordaba cuando había adquirido el hábito de salir a caminar de noche, admirar las pocas estrellas que se veían en el cielo, ver como la gente desfrutaba a su alrededor, uno que otro día comprar una pizza barata en un pequeño camión de comida.

Quizás había sido un poco después de que su relación con ____ se fuera a la basura. Quizás había sido un poco antes. Lo único que sabía con certeza, era que salir a caminar hasta que le dolieran los pies, de alguna forma aliviaba los pensamientos que inundaban su cerebro de día y de noche. Los recuerdos que daban vida hasta a sus más terribles pesadillas.

Aunque de todas formas, era difícil salir, y no recordar cada pequeño detalle.

Oh, ahí fue donde compramos donas para llevar a la Torre, y las que causaron que todos se enfermasen del estómago.

Oh, ahí venden los chocolates favoritos de ____.

Estoy seguro que ella tiene ese suéter.

Esa librería era su favorita. Hasta el dueño sabía que a ella le gustaba ir todos los viernes por la tarde.

Quizás lo hacía con ese fin. El fin de recordarse a si mismo que ella había sido real y no un fantasma que había venido y se había ido de su vida dejando un vacío que se le estaba haciendo imposible volver a llenar.

Steve calculaba que llevaban separados por casi un año. El aniversario de su ruptura se aproximaba, y por alguna razón, eso hacía que los recuerdos se hicieran cada vez más vividos, más abundantes.

Ella quería esos zapatos para navidad.

Le regalé esos pendientes para su cumpleaños.

A Muss, su gato, le gustaba la comida de esa tienda, y solo esa tienda.

Steve negó con la cabeza y se detuvo en la orilla de la calle. La gente seguía caminando, lo pasaban de largo sin voltearse a verlo, reían entre ellos. Con la desesperación de callar a los recuerdos en su mente, Steve se pasó las manos por el rostro y soltó un tembloroso suspiro. Había estado tan absorbido en sus pensamientos que no se había dado cuenta del frío que hacía.

Luego de unos segundos, se dio la vuelta, y siguió caminando, esta vez de vuelta a casa. Sus ojos se encontraron con una pequeña tienda, iluminada de un acogedor amarillo. Se quedó pegado mirando la vitrina por unos minutos. Eran tres largos vestidos de color blanco, perfectamente acomodados en maniquís.

El corazón de Steve se saltó un latido, cuando sus ojos enfocaron un poco más allá de la vitrina, y se encontraron con la imagen que preferiría no haber visto nunca en su vida.

____ estaba de pie en un pequeño escalón, un vestido blanco envolvía su cuerpo de manera casi perfecta, su cabello caía por su espalda, un poco más largo de lo que Steve recordaba. Se miraba a sí misma en un espejo en frente de ella. Lisa, su mejor amiga, estaba sentada en un pequeño sofá en frente de ella, reía y aplaudía. Su hermana bebía champaña y su madre trataba de acomodarle la falda del vestido, que se esparcía por el suelo.

Steve tragó en seco y dio un paso hacia adelante, extendió sus manos y sus dedos chocaron con la helada superficie del vidrio que lo separaba del interior de la tienda.

Ella se dio la vuelta con los brazos extendidos y una pequeña sonrisa incómoda en los labios. Steve tomó aire.

Los ojos de ella se encontraron fugazmente con los de él, y la que antes había sido una sonrisa, ahora no era más que una fina y apretada línea.

Él esperó a que ella hiciera algo. Sus acompañantes hablaban entre ellas, rellenando sus copas de champaña.

_____ se quedó de pie en donde estaba, sus manos se juntaron. Su ceño estaba fruncido, como si estuviera preguntándose si lo que estaba viendo era real o una mera alucinación. Esperando con todo su corazón de que fuera la segunda.

Steve sonrió con mucho esfuerzo, y alzo una de sus manos levemente para saludarla.

Ella le devolvió el saludo débilmente. Steve asintió en silencio, se metió las manos a los bolsillos nuevamente, bajó la cabeza y se mezcló entre la gente que caminaba en la calle, de vuelta a casa.





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