{Antes de que lean este shot, quiero decirles, que esta idea la tuve hace un par de días, y la verdad es que me gustaría desarrollarla como una historia más larga, y subirla una vez que termine Carry on (mi fic de Steve) para que cuando terminen de leer el OS me digan si les gusta y si les gustaría leer un fic!}
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Algo había salido terriblemente mal, intuyó Clare al ver como los agentes de Hydra ingresaban en su laboratorio, con armas en las manos, dando gritos y órdenes de un lado de la habitación al otro.
O quizás, algo había salido terriblemente bien.
Algo así como que el suero que le había inyectado a Bucky para que recuperara su memoria había funcionado.
—¡Clare Singleton! —dijo uno de los hombres apuntando su pistola directo a su frente.
Ella trató de esconder la pequeña sonrisa que se dibujó en su rostro, y dejó los instrumentos con los que había estado trabajando sobre la mesa, levantó las manos por sobre sus hombros y se alejó del mesón siguiendo la orden del hombre apuntando la pistola a su cabeza.
—El jefe quiere hablar contigo —dijo él acercándose a ella, el arma firme en su mano—, mi recomendación es que vengas con nosotros sin imponer resistencia. Estamos autorizados para usar la fuerza si es necesario.
Ella asintió débilmente, y uno de los hombres detrás de ella, se acercó y esposó sus manos detrás de su espalda, para después jalar de uno de sus brazos con fuerza, guiándola hacia el exterior del laboratorio.
Clare le echó una última mirada a los microscopios detrás de ella, y a todo su equipo de trabajo, pensando en los tres años que había pasado metida allí, creando armas biológicas que podrían terminar con la población de una ciudad como París en un abrir y cerrar de ojos. Pensando en todas las personas que quizás habían muerto bajo su mano, y de las que no estaba enterada.
Pensando en todas las personas a las que habría podido salvar si hubiera sido un poco más valiente.
El hombre seguía apuntando a su cabeza, pero desde atrás. Y Clare sabía que bastaba un solo paso en falso y él no dudaría en apretar el gatillo y volarle los sesos antes de que ella siquiera pudiera pensar en qué hacer para evitarlo, después de todo eran soldados entrenados para eso, matar.
La llevaron por un oscuro corredor que ella había recorrido miles de veces, a medida que pasaba el resto de las oficinas, los funcionarios de Hydra la miraban como si fuera un pedazo de escoria. Una traidora. Nos quitaste los más preciado que teníamos, parecían decir sus ojos, y ella no estaba arrepentida.
Al llegar a la ancha puerta de madera oscura que los separaba de la oficina del Jefe, ella tomó aire y tragó con fuerza.
