¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—¡Es un monstruo! —Crista dejó de bajar las escaleras, su corazón atragantándola, las lágrimas picando por salir.
—¡Ellen! —la voz de su padre resonó en sus oídos, mientras los sollozos de su madre inundaron la primera planta de la casa—. ¡Es nuestra hija!
—No... —lloró la mujer en el interior de la cocina.
Crista pegó su espalda a la pared que rodeaba la escalera y se sentó en el sexto peldaño, su barbilla temblando, su visión nublada por culpa de las lagrimas que insistían en deslizarse por sus mejillas.
—Debiste haber visto sus ojos, Eric —continuó la mujer, su respiración agitada complicándole la acción de hablar.
Crista bajó la mirada a sus manos, tenía los dedos temblorosos, al igual que casi todo el resto de su cuerpo.
No había sido su intención asesinar al gato.
—Si me explicaras la situación —dijo la voz del padre de Crista, casi en un murmullo—, pareciera como si estuvieras hablando en clave...
Había llovido toda la mañana y la mitad de la tarde. Crista llegó de la escuela empapada desde la cabeza a la punta de sus pies, sus manos rojas por el frío. Su madre había estado cocinando la cena, su hermana pequeña en clases de ballet.
—Crista, cariño —había dicho su madre al verla entrar a la casa, toda mojada—, ¿viste de casualidad al gato en el jardín? Llevo buscándolo todo el día... Ve a cambiarte de ropa o te vas a enfermar.
—Estaba afuera —había respondido Crista quitándose la mochila y dejándola en el primer peldaño de la escalera—, debajo del naranjo, si quieres lo voy a buscar...
—Sécate primero.
Crista había hecho lo que su madre le había ordenado, para después salir de la casa en busca de Angus, gato nombrado por una de sus películas favoritas.
—Ven —había dicho Crista desde la puerta de la casa, no tenía ganas de mojarse nuevamente y tener que volver a cambiarse—. Angus...
El gato había maullado debajo del árbol, protegiéndose de las gotas que caían del cielo.
—Ven aquí...
Al verla, el felino corrió a los brazos de su dueña.
—Lo electrocutó, Eric —dijo la mujer dentro de la cocina, sus ojos temblorosos bajo los de su marido. Todos los vellos en el cuerpo de Eric se tensaron, y sus manos viajaron hasta encontrar las de su esposa—. Vi todo desde la cocina, escuché como el gato chillaba, y después ella se dio vuelta con el animal en sus manos y sus ojos, sus ojos...
—Shhh, tranquila —Eric la tomó en sus brazos, pegando la mejilla de ella contra su pecho.
